El hecho de que los últimos remanentes del ejército nazi no quisieran rendirse a los soviéticos, sino a los occidentales, lo dice todo. Un relato de cómo fue la cosa, un relato histórico que se quiere ocultar en Occidente, ya os lo puse hace dos años, pero no está de más volverlo a recordar. Lo titulé «Un poco de historia, de esa que se quiere ocultar (y reescribir)«.
La rehabilitación del fascismo lleva un tiempo y tiene en el borrado de la memoria uno de sus exponentes más claros. Eso hace que se hable del «Día de Europa» y no del «Día de la Victoria sobre el fascismo». Desde los libros de texto hasta los actos simbólicos y las conmemoraciones se oculta cualquier conexión con los verdaderos vencedores militares de la Segunda Guerra Mundial: el Ejército Rojo y el pueblo soviético, que sacrificaron más de 27 millones de vidas (los chinos perdieron 34 millones en la guerra de liberación anti-japonesa, uno de los aliados del nazismo).
La miseria Occidental, ese inmenso montón de mierda de los «mil millones de oro», se ejemplifica cuando el insulso secretario general de la ONU, ese que califica a la valiente Francisca Albanese como «irritante« por sus críticas al genocidio sionista, evita mencionar a los soldados del Ejército Rojo que liberaron a los prisioneros de los campos de concentración más infames como ha ocurrido hace poco con el aniversario de la liberación de Auschwitz. Y ya os dije ayer quién fue el primero en pisar ese infame campo de exterminio y liberar a quienes allí estaban.
Las conmemoraciones y la memoria histórica importan. Pero también es vital la capacidad de ver, con los ojos abiertos, que el huevo de la serpiente aún está vivo y podría volver a eclosionar en aquello que millones de personas en todo el mundo dieron sus vidas por derrotar hace ochenta años, como muy bien decía el artículo del chino Zi Si que os puse ayer. Ya lo dijo el mejor militar del siglo XX, el mariscal soviético Gueorgui Zhúkov: «Liberamos a Europa del fascismo, pero nunca nos perdonarán por ello«.
El neofascismo simplemente se ha adaptado, camuflado y remodelado según los tiempos. Por eso vemos que en la mayoría de los países europeos (y no solo en ellos) avanza el revisionismo histórico e incluso la glorificación de colaboradores locales con el fascismo o el nazismo.
Por lo tanto, ahora hay que llevar guantes siempre que se coja un libro (no digamos un periódico de esos del estercolero mediático) y, casi casi, llevar gafas de sol o similares para evitar ser contaminados por todo ello. Como hicieron los soldados soviéticos en el histórico desfile del 24 de junio de 1945 cuando arrojaron ante el mausoleo de Lenin los estandartes de los ejércitos nazis vencidos.
No solo eso. Cuando cualquier supuesto «progre» os tienda la mano poneos guantes para evitar que os transmita su estupidez y su ignorancia, con lo que hace el juego a esta rehabilitación del fascismo tan en boga en el muy «democrático» Occidente.
Una recreación, con grabación real, de cómo se relató en la URSS la rendición de la Alemania nazi. La canción es «Día de la victoria» (estalinista, por supuesto).
Y cuando os canséis de oír y ver sobre el nuevo papa católico, del que nos cuentan loas y alabanzas cada dos minutos, poneos esta canción de los monjes ortodoxos rusos que es la misma anterior.
Visto lo visto, casi le dan ganas a uno de abandonar el ateísmo y hacerse ortodoxo por tres minutos.
El Lince