Jorge Petinaud Martínez (Prensa Latina).— Por cuarto año consecutivo, la embajada de esa Federación en este país ambientó este céntrico espacio del Sur de la capital política de Bolivia en la Larga Noche de los Museos, que esta vez rindió tributo al aniversario 80 de la victoria sobre el fascismo en la Gran Guerra Patria (1941-1945).
El embajador de Rusia en Bolivia, Dmitri Verchenko, dio la bienvenida a los cientos de participantes, entre quienes figuraban los jefes de misiones de Nicaragua, Palestina, representantes de otras misiones diplomáticas, familiares de los estudiantes, artistas, intelectuales, cientos de transeúntes paceños y Prensa Latina.
Cautivaron al público los docentes y estudiantes del Colegio Ruso Boliviano con las canciones y poesías de la guerra, coreografías que recrearon las conmovedoras proezas del pueblo soviético entre 1941 y 1945, mientras dos grandes pantallas de fondo mostraban el testimonio audiovisual de aquellos acontecimientos.
Con información en ruso y español, el público entró en contacto con una masacre como la cometida por las tropas hitlerianas en la aldea bielorrusa de Jatym y entendieron por qué 14 territorios exsoviéticos ostentan el título de Ciudad Héroe.
La Sinfonía número Siete Leningrado (hoy San Petersburgo), escrita por el maestro Dmitri Shostakovich mientras compartía junto a sus conciudadanos el criminal bloqueo que duró 872 días y provocó más de un millón de muertes, fue la banda sonora de las imágenes en movimiento de esa tragedia, que no logró doblegar a los leningradenses.
Muchos egresados de centros de enseñanza rusos revivieron con emoción la recreación del reencuentro de los combatientes sobrevivientes en la Gran Guerra Patria, quienes cada 9 de mayo se reúnen y bailan en la Plaza del teatro Bolshoi o en el Parque de la Cultura en homenaje a sus compañeros caídos.
El cierre fue emocionante con la canción Día de la Victoria, mientras los estudiantes devenidos artistas ondeaban banderas rojas como la que coronó la cúspide del Reichstag, en Berlín, durante la rendición del régimen fascista, y provocó la ovación de un público que, con su aplauso premió a los protagonistas del espectáculo.
Todo esto ocurrió en un entorno caracterizado por otros elementos de la cultura rusa como los trajes típicos de algunas regiones, una exposición de artesanía de varias zonas del país eurasiático y platos típicos como la sopa borsch, los pirozhki, el pan negro, caviar, bliní y las tortas rusas.