Elson Concepción Pérez (Granma).— Era miércoles 4 de junio en Gaza. La furia llegó temprano, cuando la aviación sionista comenzó el bombardeo contra quienes –niños en su gran mayoría– esperaban a que llegara –de Israel no impedirlo– algún alimento para una población que muere por hambre o por metralla.
Ese día murieron 27 palestinos y resultaron heridos más de 90.
Las imágenes del genocidio recorren el mundo y la inercia e indiferencia también. Mientras, en la gran vitrina de Nueva York, en un edificio que debe albergar la paz y el derecho a la vida, allí radica la onu y su Consejo de Seguridad, representantes de 14 países tratan de salvar la credibilidad del organismo. Levantaron una vez más su mano y votaron un proyecto de resolución para –aunque sea– alcanzar un cese el fuego en Gaza.
Pero una sola mano levantada echó por tierra la noble aspiración. Fue el veto del anfitrión, Estados Unidos, cuyos gobiernos han estado y están comprometidos con el sionismo israelí, que es igual a decir, con el genocidio contra la población palestina.
Han sido ocho, diez, 12 o más las veces que el Consejo de Seguridad de la onu –ese ente del que tanto se espera y tan poco se logra– se ha reunido para al menos pedir un cese el fuego en Gaza, y no se ha logrado.
Pero, como una y otra vez, con un gobierno ¿demócrata? o republicano en la Casa Blanca, el veto estadounidense eliminó toda posibilidad de tregua y propició que otras decenas, cientos o miles de palestinos, niños en su mayoría, perezcan víctimas del genocidio israelí.
En esta oportunidad no podía ser diferente, y el veto se impuso ante una sala sumida en la impotencia de un mecanismo que pide reformas a gritos.
Se repitió la farsa estadounidense dentro del organismo «encargado de la paz».
Vetó, una vez más, la administración Trump, la misma cuyo magnate presidente se ha atrevido a proponer la expulsión de todos los palestinos de sus tierras y levantar una riviera turística, sobre los cimientos de la sangre palestina y de cientos de cadáveres aún no extraídos de aquella mole de destrucción y muerte.
En tanto, el Secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, «atraído por jugosos montos en usd del lobby pro-israelí, sigue apoyando el genocidio en Gaza y celebra orgulloso el aislacionismo» de su Gobierno con el veto al alto al fuego inmediato, incondicional y permanente en la Franja, tal como lo denunció, en x, el miembro del Buró Político y ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla.
No es casual que, tras el veto a la vida de los palestinos, el embajador de Israel ante la onu, Danny Danon, escribiera en sus redes sociales: «agradezco a Estados Unidos que haya demostrado claridad moral y liderazgo en el Consejo de Seguridad de la onu, al vetar la resolución unilateral (14 votos a favor) contra Israel».
¡Qué más se puede esperar de los gobiernos estadounidenses, si ya suman más de 50 000 los palestinos muertos por la masacre israelí, en contubernio con EE. UU.!
