«Es triste decirlo, pero parece que hay una competencia entre las peores tragedias del mundo. Abrimos el periódico y las principales tragedias suceden en otras regiones, y esos casos en el continente africano terminan siendo relegados exactamente por causa de esa visión negativa acerca de los conflictos que hay en la región», afirma Luis Haroldo Santos Junior, doctorando en estudios estratégicos internacionales por la Universidad Federal de Río Grande del Sur (UFRGS), en entrevista con Sputnik.
La «percepción» y la «visión negativa», citadas previamente por el investigador, remiten a una visión, practicada sobre todo en Occidente, de que los conflictos en el continente africano son imposibles de resolver.
Santos Junior utiliza el concepto de «afropesimismo» para explicar esa visión y apuntó que «hay todo un racismo, hay todo un legado colonial que explica esa falta de interés en relación con los conflictos, como es el caso del conflicto que sucede en Sudán».
Son más de 12 millones de desplazados internos en Sudán y, de acuerdo con el analista, que cita datos de 2023, de 50 millones de habitantes del país, por lo menos 30 necesitan de ayuda humanitaria urgente, ya sea para alimentación, refugio o algún tipo de protección.
La especialista afirma que la guerra se debe a los niveles «de letalidad, la desigualdad de armamento, de una población absolutamente indefensa, de regiones en las que básicamente las personas viven de su trabajo en el campo y que viven de la ayuda de misioneros y de los organismos internacionales». Es decir, todos estos males y violaciones de derechos humanos hacen que el conflicto tenga una gravedad sin precedentes.
«La guerra en Sudán, sin demeritar otros conflictos, en materia de violencia, no tiene comparación», resume Patricia Teixeira dos Santos, profesora de historia de África de la Universidad Federal de Sao Paulo (Unifesp) y del Programa de Posgrado en Historia de la Universidad Federal del Amazonas (Ufam).
El telón de fondo de las disputas internas en Sudán
El conflicto actual, que estalló en 2023, tiene como trasfondo un golpe de Estado. Sudán ha enfrentado desafíos de este tipo desde su independencia, en 1956. En el contexto actual, el regreso de los militares al poder, que era una medida de transición, se transformó en una disputa entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF, en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglos en inglés).
Las dos fuerzas llegaron a compartir el poder, pero ahora luchan por la soberanía. A partir de una serie de divergencias internas, «inauguraron este nuevo capítulo de la historia civil sudanesa, esta nueva guerra civil», dice Santos Junior.
La población quedó en medio del fuego cruzado, protagonizado entre el líder militar de Sudán, el general Abdel Fattah Burhan, y el líder de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo.
Además de ellos, la legislación ha tenido un papel clave en la situación actual del país, según explica Teixeira dos Santos.
Según la analista, el Gobierno de Burhan intentó denunciar los crímenes en Sudán, culpando a las RSF. El Tribunal de la Unión Africana, en ese entonces, no consideró la denuncia, «alegando que no había elementos suficientes para decir que ese conflicto debería ser juzgado en tribunales internacionales por violaciones de derechos».
Otra cuestión entre los dos generales que afectan a la población son los intereses externos en las riquezas sudanesas, y la desintegración es un gran triunfo para ese objetivo de poder.
Existe un principio de la Unión Africana, de que la tierra es de los africanos, con el objetivo de reparar las pérdidas que las personas tuvieron a causa de la colonización, es decir, los pueblos originarios son sujetos de derechos.
«¿Cuál es el problema que ocurre en el lenguaje político de los Gobiernos corruptos africanos y empresas internacionales que están interesadas en la exploración del subsuelo?
Nuevamente esas poblaciones están siendo renombradas como etnias y usando un lenguaje colonial, dicen que los problemas de África son conflictos étnicos», explica la profesora.
En ese sentido, cuando eso sucede, lo que ocurre en Sudán, por ejemplo, queda reducido a un conflicto étnico. «Por intereses neoliberales de muchos de esos Gobiernos africanos, la población está siendo excluida», destaca Teixeira dos Santos.
Para la analista, casos como el rechazo de la Unión Africana de aceptar la denuncia de violaciones de derechos humanos muestra «una descomposición de la comprensión jurídica de lo que está pasando». La experta opina que los conflictos se están volviendo más sofisticados y «la dificultad de esos tribunales para hacer una lectura jurídica de esos conflictos que crecen absurdamente, lleva al aumento de la violencia».
El ejemplo usado es del tribunal de la Unión Africana, pero señala que equivocaciones de esa naturaleza también ocurren en otros conflictos, pero «en Sudán es todo flagrante».