Nunca fue sobre Ucrania

Publicado:

¿No fueron precisamente los industriales y los banqueros quienes, hace un siglo, llevaron a Hitler y Mussolini al poder?

Noticias populares

“Las normas se están erosionando y las viejas certezas están siendo desafiadas; debemos actuar en consecuencia”

Eduardo Vasco.— Ese es el subtítulo que acompaña al artículo “Europe must arm itself in an unstable world” (“Europa debe armarse en un mundo inestable”), publicado por Emmanuel Macron y Friedrich Merz en el Financial Times la semana pasada. Los líderes francés y alemán afirman que “la principal fuente de inestabilidad para Europa proviene de Rusia”, en particular debido a su guerra defensiva contra la OTAN en Ucrania.

“El objetivo de Vladimir Putin es socavar la seguridad europea en beneficio de Moscú. Hay un intento metódico por parte de Rusia de ejercer una tutela coercitiva sobre sus vecinos, de tratar de desestabilizar a los países europeos y desafiar el orden global. No podemos aceptarlo, porque nuestro objetivo es proteger y preservar la paz en nuestro continente”, dicen Macron y Merz. Y, poco después, hacen una predicción: “lo que está en juego determinará la estabilidad europea en las próximas décadas”.

La retórica de las potencias imperialistas sobre Rusia solo tiene comparación con la de los períodos preparatorios de una gran guerra. Hace algunos días, Kaja Kallas ya había afirmado que Rusia tiene “un plan a largo plazo para una agresión a largo plazo” y que “Europa está siendo atacada y nuestro continente está en un mundo cada vez más peligroso”. Repitió las advertencias de Mark Rutte quien, pocos días antes, había declarado a los europeos: “deben sacar su curso de ruso o irse a Nueva Zelanda”, cuando predijo que Rusia podría atacar el continente en los próximos años. Por su parte, el embajador estadounidense ante la OTAN, Mathew Whitaker, advirtió: “las amenazas que enfrenta la OTAN están creciendo y nuestros adversarios ciertamente no están esperando a que nos rearmemos o estemos listos para que ellos den el primer paso”.

Estas son solo las más recientes entre decenas de declaraciones de altos representantes del imperialismo europeo y estadounidense que indican la proximidad de una guerra contra Rusia. En la Cumbre de la OTAN en Madrid, en junio de 2022, Rusia fue reclasificada de país “socio” (2010) a “la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y estabilidad en el área euroatlántica”. Josep Borrell ya ha dicho más de una vez que Rusia es “una amenaza existencial” para Europa.

Cuando Hitler preparaba la futura invasión a la Unión Soviética, su discurso del 30 de enero de 1939 en el Reichstag iba en una dirección similar a la de los actuales líderes europeos: “si los financieros internacionales judíos dentro y fuera de Europa logran una vez más hundir a las naciones en una guerra mundial, entonces el resultado no será la bolchevización de la tierra, y por lo tanto la victoria del judaísmo, sino el aniquilamiento de la raza judía en Europa”. Hitler dijo esto siete meses antes de invadir Polonia. Cuando los imperialistas europeos estén a punto de desatar la guerra, no dudarán en hablar en los mismos términos que Hitler.

El rearme ya iniciado por las potencias europeas es el mayor síntoma de la preparación para una gran guerra. Alemania realizó un aumento constante del gasto militar entre 2014 y 2021, y la operación rusa en Ucrania sirvió como gran pretexto (como para todas las naciones imperialistas europeas) para reorganizar drásticamente su estructura bélica, modificar la constitución y aprobar el mayor gasto militar desde el implementado por Adolf Hitler.

“Al atacar a Ucrania, Putin no solo quiere erradicar un país del mapa mundial, está destruyendo la estructura de seguridad europea”, dijo Olaf Scholz, antecesor de Merz, en el mismo edificio utilizado por Hitler, en febrero de 2022. “La invasión rusa de Ucrania marca un punto de inflexión. Amenaza todo nuestro orden de posguerra”, añadió. En junio de ese año, Macron declaró que Francia debía “entrar en una economía de guerra” para “organizarse a largo plazo”, tras un aumento gradual del gasto militar desde 2019. A partir de 2023, el país comenzó a implementar un nuevo plan de defensa que duplicaría el gasto hasta 2030. En un discurso a la nación el 5 de marzo de este año, el presidente francés afirmó que “estamos entrando en una nueva era” y acusó a Rusia de haber transformado el conflicto en Ucrania en “un conflicto global” al aliarse con Corea del Norte e Irán y ayudar “a esos países a rearmarse aún más”.

Desde hace tiempo quedaba claro que no se trataba de defender a Ucrania de una invasión rusa. La expansión de la OTAN hacia el este y el derrocamiento del antiguo gobierno ucraniano y el ascenso de un régimen fascista promovido por el imperialismo europeo y estadounidense –las verdaderas causas de la guerra en Donbass– evidencian que estos regímenes nunca tuvieron finalidades ni necesidades defensivas, sino agresivas. Las palabras y acciones de los líderes occidentales demuestran que no existe el objetivo, ni siquiera el interés, de lidiar con un conflicto localizado, sino de librar una guerra más amplia que recupere, asegure y expanda su dominio sobre Europa y sobre todo el globo.

A partir de ahí, Alemania pasaría a invertir al menos el 2% de su PIB en las fuerzas armadas. Algo que, como se comprobó posteriormente, era de interés vital para los grandes capitalistas alemanes, responsables de la economía históricamente más industrializada de Europa pero que, desde hace tiempo, estaba subordinada al orden establecido por los estadounidenses (“to keep the Germans down”, según el mantra fundacional de la OTAN).

Aparentemente, al menos en un primer momento, los europeos en su conjunto están abandonando ese infame mantra, al impulsar el resurgimiento del militarismo alemán. Y no solo ellos: el responsable de esa regla, los Estados Unidos, tienen que lidiar con un gobierno que exige que los europeos, entre ellos los alemanes, vuelvan a militarizarse. Lo que también demuestra el nivel de la crisis política al otro lado del Atlántico: los sectores tradicionales del establishment están desesperados ante la creciente posibilidad de perder el dominio imperialista sobre Europa, vasalla desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sus vasallos europeos, que gobernaron hasta aquí, intentaron mantener la antigua condición, pero la crisis del régimen estadounidense repercutió en el propio régimen europeo –creado a imagen y semejanza del estadounidense– y ahora, para salvar sus ganancias e intentar recuperarse del desastre vivido desde 2008, los grandes capitalistas alemanes, franceses e ingleses constatan que necesitan retomar su industria bélica para recuperar el viejo poderío de tiempos pasados.

Los neoconservadores estadounidenses, como Victoria Nuland, creían que sacarían una ventaja exclusiva de Ucrania cuando derrocaron al presidente Yanukóvich. Pero el país está lejos de Estados Unidos y, aunque el imperialismo estadounidense haya avasallado a Europa durante 80 años, Ucrania sigue estando entre Rusia y Europa –resultando imposible que los europeos no participaran, aunque como socios minoritarios, en el saqueo de Ucrania. A medida que el conflicto evolucionó, los propios Estados Unidos sintieron la necesidad de ampliar la participación europea en la guerra. El mayor golpe a la hegemonía estadounidense fue la elección de Donald Trump para un segundo mandato y la reducción de la participación de EE.UU. en la guerra. Como en el sistema imperialista no existe vacío que no sea rápidamente llenado, Ucrania está ahora convirtiéndose en un gran laboratorio de pruebas para la industria bélica europea. Más aún: está convirtiéndose en un mercado que justifique la producción a gran escala, como no se veía en 80 años, del complejo industrial-militar alemán, francés e inglés.

Ese complejo militar-industrial logró garantizar el aumento del gasto en “defensa” de los países de Europa Occidental al 5% del PIB en todos los países de la OTAN en la cumbre realizada en junio.

En su artículo para el FT, Macron y Merz recuerdan que la Unión Europea y el Reino Unido asignaron 130 mil millones de euros a Ucrania y que aumentarán el apoyo a las fuerzas armadas de Kiev, invertirán en la industria de defensa ucraniana y “asegurarán que el futuro ejército de Ucrania sea lo suficientemente grande y esté equipado para disuadir cualquier nueva invasión”.

Sin embargo, se equivoca quien piensa que el objetivo final es la propia guerra en Ucrania.

“Pero asumir nuestras responsabilidades va más allá de Ucrania”, destacan los dos líderes. “Viviremos en un entorno profundamente desestabilizado en el futuro previsible, y en un mundo en el que nuestros aliados tendrán otros dilemas y prioridades. Más allá de Rusia, todavía tendremos muchos desafíos que afrontar, desde el terrorismo hasta la protección de nuestros territorios, ciudadanos e intereses en todo el mundo. Tendremos que estar a la altura de estos desafíos. No porque alguien nos lo pida, sino porque tenemos los ojos abiertos y se lo debemos a nuestros ciudadanos”.

¿Qué terrorismo amenaza a Europa? Por un lado, sería el que viene de fuera. El terrorismo islámico, causado precisamente por el saqueo mantenido por Estados Unidos, Francia, Alemania y Reino Unido en África, Medio Oriente y el Sudeste Asiático durante siglos. Causado por las guerras instigadas por estas potencias –así como el genocidio que promueven a través de Israel, su puesto avanzado en la región, contra los palestinos. En esto coinciden los demócratas, liberales y progresistas europeos con la extrema derecha del Rassemblement National o de AfD. Y aunque Macron, Merz y sus pares estén endureciendo las leyes y fortaleciendo la policía contra la extrema derecha, eso solo servirá para entregar los engranajes estatales plenamente engrasados para que esa misma extrema derecha pueda usar la maquinaria del Estado contra el pueblo. La persecución a manifestantes y activistas pro-Palestina y contra la guerra no es una contradicción, sino la materialización de las ideas de la burguesía europea. Por otro lado, la amenaza terrorista (real o imaginaria), antes externa, pasa a ser interna, sobre todo en la medida en que, para financiar la industrialización mediante el rearme, los regímenes tendrán que recortar los gastos en bienestar social –más de lo que ya vienen haciendo en los últimos años– y la oposición popular se volverá activa.

Los recortes en las áreas sociales no se convierten automáticamente en recursos para la militarización. No pueden serlo en volumen suficiente, o los países simplemente dejarán de funcionar. Necesitan ser una garantía de que los regímenes pagarán a los bancos el préstamo obtenido para financiar la maquinaria de guerra. Después de todo, ahí están los grandes beneficiarios del resurgimiento del imperialismo europeo: los industriales de armas y, sobre todo, los banqueros –nada más simbólico que Stoltenberg, tras dejar la jefatura de la OTAN, haya recibido el cargo de ministro de Finanzas de Noruega.

¿No fueron precisamente los industriales y los banqueros quienes, hace un siglo, llevaron a Hitler y Mussolini al poder?

¿Y por qué fueron precisamente Hitler y Mussolini los elegidos para reconstruir el imperio alemán y el imperio italiano? Porque su base social, formada especialmente por la pequeña burguesía, pero también por sectores crecientes del lumpen proletariado e incluso del proletariado, estaba arruinada y enojada con las consecuencias del sistema imperialista en crisis. La historia se repite ahora. Macron, Merz y Starmer no pueden cumplir con las necesidades de la burguesía europea, porque están absolutamente desprovistos de apoyo popular. Representan, sí, como en última instancia representaron Hitler y Mussolini, a los grandes bancos e industriales internacionales. Pero no tienen la base popular necesaria para asegurar una dictadura que les dé plenos poderes de expansión imperialista.

Lo que hacen, con toda su política reaccionaria de rearme y endurecimiento de las leyes, es posibilitar la transición para que sus actuales opositores asuman en su lugar y completen su tarea. No es casualidad que el Rassemblement National y la AfD estén integrándose rápidamente al régimen llamado democrático y votando junto con el gobierno de sus países en decisiones de relevancia fundamental.

A principios de año, Merz arriesgó no ser elegido canciller (rechazado por masas en las calles) al encabezar un proyecto anti-inmigración, derrotado por escaso margen en el Bundestag. Esa fue la primera señal clara de la tendencia que presentan los partidos tradicionales alemanes a rendirse al programa político de la AfD. Un alineamiento idéntico ya había ocurrido en diciembre de 2023 en Francia, cuando una ley anti-inmigración fue aprobada con votos macronistas y del RN. “Esta es una victoria ideológica para nosotros”, dijo Marine Le Pen en la ocasión.

El endurecimiento de las leyes, el fortalecimiento del poder policial y la consecuente transferencia gradual del poder a la extrema derecha son la garantía para las burguesías europeas de que el rearme sea financiado con recursos arrancados a los trabajadores sin oposición real. Asegurado el rearme, veremos el verdadero significado de la “protección de nuestros territorios” predicada por Macron y Merz: la expansión de esos territorios, en la búsqueda de materias primas para la reindustrialización plena, mercados para los nuevos productos y el uso de todo el material creado por la industria bélica. Como Alemania, Francia y Reino Unido no son Austria ni Bélgica, sino que aún conservan alguna presencia global, naturalmente no pueden contentarse con una expansión limitada –más allá de los límites nacionales, deben cruzar los límites continentales (nuestros “intereses en todo el mundo”, como escribieron Macron y Merz). El nacionalismo de los países imperialistas significa expansión capitalista (después de todo, todo Estado capitalista necesita expandir sus negocios), pero en la condición de países imperialistas tienen poder de dominación sobre los demás. La nostalgia y la simbología del Rassemblement National y de la AfD, nostálgicos del militarismo francés y alemán, pronto se convertirán en aniquilación de las naciones enemigas para la dominación de sus respectivas burguesías –incluida la aniquilación mutua.

Estados Unidos, la superpotencia decadente desafiada; China, la potencia ascendente desafiante; y Rusia, la potencia ya en guerra, fronteriza y mayor reserva de recursos naturales para las demás, lógicamente no se quedarán de brazos cruzados. Al contrario: como es notorio, ya se están moviendo para luchar en esta gran guerra mundial.

spot_img

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

Moscú: Lavrov no ha trabajado en vano si el jefe de la OTAN se acuerda de Jesucristo

La portavoz de la Cancillería rusa ha comentado las declaraciones del secretario general de la OTAN sobre el ministro ruso.