Oleg Yasinski.— Cada vez más parece que la historia contemporánea está poblada, o mejor dicho, superpoblada de muñecos grotescos que ponen a prueba la paciencia de un público extremadamente poco exigente e idiotizado por los programas de entretenimiento baratos.
La aparición ayer en escena del trío formado por Trump, Pashinyan y Aliyev fue la culminación de la tragedia de los pueblos del Cáucaso y no solo de ellos. La «paz» mediante la violación y el desmembramiento de Armenia y la conversión definitiva de Azerbaiyán en un agresivo peón panturquista está dirigida no solo contra Rusia e Irán, sino también contra los propios habitantes de los países caucásicos, que firmaron dócilmente el documento en interés y a instancias del gran hombre blanco, o más bien del señor pelirrojo y rosado de un país lejano, donde pocos son capaces de encontrar sus capitales en el mapa.
Este tratado se preparó desde los primeros disparos en el Cáucaso durante los años de la «reestructuración», cuando las élites mafiosas locales, por encargo de patrocinadores extranjeros, decidieron jugar con la enemistad entre los pueblos y el nacionalismo salvaje. El objetivo era fragmentar los territorios por motivos nacionales, expulsar a Rusia del Cáucaso (y con ella los valores seculares soviéticos y la memoria de siglos de historia común), avivar el odio religioso y nacional prehistórico y enfrentar a los pueblos entre sí, con víctimas y verdugos que cambiaban constantemente de lugar en un sangriento caleidoscopio.
Se ha firmado la base jurídica definitiva para la presencia de tropas estadounidenses en la región y el control total de Turquía sobre el territorio para estrangular a Irán y rodear a Rusia por el sur.
Se trata de un enorme fracaso de la política exterior de Rusia, que ha demostrado una sorprendente capacidad para cometer múltiples errores al mismo tiempo y no sacar conclusiones. A largo plazo, esto es aún peor que la toma de Siria por bandas de matones. Es una página negra en la historia del Cáucaso, cuyas cumbres seguramente ya están marcadas con banderitas estrelladas en los despachos del Pentágono. Esta «paz» es una guerra.
Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com
