Ayer la portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Morgan Ortagus, y el enviado estadounidense, Tom Barrack, llegaron a Beirut con una misión que va mucho más allá de la diplomacia.
Su visita está vinculada a un impulso coordinado estadounidense para apretar el cerco alrededor de la resistencia libanesa en múltiples frentes: militar, financiero y político.
Los círculos políticos en Beirut dicen que en el plan está la FINUL. Ortagus y Barrack llevan una propuesta que vincula directamente la renovación del mandato de la FINUL con poderes ampliados para ejecutar los planes de Israel.
En el plan la FINUL ya no estaría confinada a su actual misión de “mantener la paz” a lo largo de la frontera sur. Sus tropas recibirían autorización para entrar en las viviendas, registrar personas, establecer puntos de control y operar como una fuerza de cumplimiento en todo Líbano, vigilando a la resistencia, llevando a cabo los planes de Israel y asegurando que el sur no pueda reconstruirse por ser su población partidaria de la resistencia.
La FINUL apoyaría al ejército libanés en la implementación del decreto para desarmar a la resistencia. Sería un cambio peligroso, convirtiendo a la FINUL en una fuerza percibida como una ocupación y los mandos saben lo que eso significa.
El frente financiero es otra clave. Se espera que Ortagus y Barrack presionen al gobierno para el cierre de Al Qard Al Hassan, la conocida institución financiera asociada a Hezbolah.
Al atacarla, Washington busca asfixiar una de las arterias financieras más importantes de la resistencia, aumentando así la presión económica no solo sobre la organización sino sobre una parte de la población más amplia que depende de ella.
Paralelamente, la delegación estadounidense está preparando el terreno para una nueva ola de sanciones que afectarían principalmente a empresarios, particularmente dentro de la comunidad chiita, a los que acusan de ser “cercanos a la resistencia”. Al apretar la columna vertebral económica de Líbano de esa manera, Washington apunta a aislar a Hezbolah de su entorno social y financiero, debilitando su base de apoyo incluso mientras enfrenta presión militar y política.
Sin embargo, tales medidas probablemente no debilitarán a Hezbolah en la práctica. En cambio, corren el riesgo de unir más estrechamente a sus seguidores y a la masa social que hay alrededor del movimiento, profundizando la polarización de Líbano y afianzando las dinámicas que Washington busca desafiar.
En conjunto, estas medidas reflejan una estrategia que va mucho más allá de la presión simbólica. Esbozan una campaña de espectro completo: transformar el papel de la FINUL en un brazo de cumplimiento, cortar las líneas financieras vitales y castigar a quienes sostienen el entorno de la resistencia libanesa.
La visita de Ortagus y Barrack no es solo otra parada diplomática; forma parte de un esfuerzo creciente para remodelar el equilibrio de poder en el Líbano bajo la sombra de la presión internacional.
Ibrahim Majed https://x.com/ibrahimtmajed/status/1957022330581852376