Aram Aharoniam*.— El Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta su mayor crisis en dos décadas, marcado por la fragmentación interna y acusaciones de corrupción, que salieron virulentamente a la intemperie justo antes de las elecciones presidenciales, donde sus diferentes candidatos fueron holgadamente derrotados por los candidatos de derecha y ultraderecha.
Mientras Bolivia celebraba la semana pasada el bicentenario de su independencia, el ambiente en las calles y en el campo distaba mucho de ser festivo. El hundimiento de uno de los programas progresistas más radicales de cuantos surgieron en los primeros años de este siglo en América Latina debe ser motivo de reflexión y de autocrítica no solo para el progresismo boliviano, sino para fuerzas democráticas de América Latina.
El colapso del MAS obedece a múltiples factores y su análisis tomará tiempo, pero no es de ninguna manera sorpresivo. Llevaba años alejándose de las bases sociales que la llevaron al poder, mientras la crisis económica erosionaba su propuesta y la derecha intentaba –vía destabilización económica e incluso golpes y tentativas de golpe de Estado- recuperar el poder.
Si bien la descomposición interna del MAS era inocultable en noviembre de 2019, cuando, Evo Morales pretendía reelegirse por cuarta ocasión, se desencadenó un violento golpe de Estado –respaldado por la Organización de Estados Americanos–, que instauró un régimen de facto, interrumpió durante tres años las políticas masistas y dislocó la mayor parte de los logros económicos, políticos y sociales conseguidos en los años anteriores.
Cuando el MAS recuperó la presidencia, en los comicios de 2020, con Luis Arce Catacora al frente, era ya una fuerza política carcomida por los disensos internos, las pugnas por el poder y el agotamiento de su programa y el cansancio de sus bases ante el egoísmo ¿o egocentrismo? de sus dirigentes.
Para los analistas, el colapso interno del MAS plantea preguntas acuciantes sobre el futuro de los movimientos indígenas dentro del Estado plurinacional boliviano. El 41 % de la población boliviana es indígena, la segunda más alta de América Latina, con una historia de 500 años de marginación y opresión racial. Morales, que gobernó entre 2005 y 2019, fue el primer presidente indígena de Bolivia, y el MAS se constituyó históricamente en torno a movimientos indígenas y campesinos.
Lo evidente es que el éxito del MAS, y a la vez su mayor error, fue centrar todo un proyecto político en torno a una sola figura: Evo Morales, lo que significó el debilitamiento y desarticulación del movimiento indígena , pero también abrió la desperdiciada oportunidad de repensar un proyecto político indígena al margen de la tutela partidista y caudillista.
El resultado de las elecciones últimas es una tragedia para el futuro del movimiento popular en general y del indígena en particular. En los años de espledor del gobierno masista –con Evo presidente y Arce ministro de Economía- el programa popular consiguió reactivar la economía con tasas promedio de 5 por ciento, disminuyó la pobreza extrema de 36.7 a 16.8 por ciento de la población.Asimismo, reivindicó con firmeza la soberanía nacional y concretó muchos e importantes avances en materia de derechos.
El declive del MAS no se puede entender sin reconocer la desconexión entre los movimientos sociales y sus propias bases», explica Roger Adán Chambi, abogado e investigador aimara. «El movimiento social dejó de ser un movimiento y se convirtió en un brazo más del poder, a menudo cegado por el clientelismo y el reparto de cargos».
Durante los últimos dos años, las bases del MAS se vieron envueltas en amargas y prolongadas divisiones entre las facciones «evista» y «arcista». La primera apoya a Morales y la segunda al actual presidente, Luis Arce, a quien Morales nombró como su sucesor.
La disputa llevó a un estancamiento político, con los representantes evistas bloqueando la legislación del Gobierno de Arce relacionada con el gasto financiero, lo que agravó el panorama económico.
Evo Morales anunció el lunes que respeta los resultados electorales, pero destacó la candidatura de Edman Lara y le atribuyó la victoria electoral del PDC, por sobre la figura de Rodrigo Paz. “Soy muy sincero: no es que Rodrigo Paz ha ganado. Yo diría, ha ganado el capitán Lara”, indicó. Lara es un expolicía, estrella de TikTok y fue el candidato a vicepresidente de Paz.
En el período previo a las elecciones, los partidarios de Evo emprendieron una serie de bloqueos, principalmente en su bastión de la tropical Cochabamba, que impidieron la circulación de vehículos y alimentos en todo el país. Morales no podía presentarse a las elecciones porque carecer de un partido oficial bajo el cual presentarse y porque se lo prohíben los límites constitucionales que impiden la reelección indefinida.
Los enfrentamientos por los bloqueos culminaron en junio con un violento enfrentamiento en la localidad de Llallagua, un estratégico centro minero urbano con conexiones con la zona cocalera del Chapare y con los ayllus (comunidades indígenas) del Norte de Potosí. Tres policías y un campesino murieron en los enfrentamientos cuando los bloqueadores evistas protestaban por el rechazo a la candidatura de Morales definido por la autoridad electoral.
En medio de una creciente reacción pública contra los impopulares bloqueos, la decisión de Arce de enviar unidades especiales de la policía para sofocar las protestas marcó un punto de inflexión.
Dada la disminución de sus reservas de gas y petróleo, Bolivia importa la mayor parte de su combustible y subvenciona su costo, pero gracias a las restricciones fiscales ya no puede hacerle frente al pago de la deuda y a las subvenciones. Bolivia destinó más de 3000 millones de dólares a subvenciones al gas el año pasado. Su deuda externa se situaba en 13 300 millones de dólares a finales de 2024, con unas reservas de divisas en un mínimo histórico.
La falta de dólares se debe a la fuerte caída de las exportaciones de hidrocarburos, cuyos beneficios constituían la base del programa económico redistributivo del MAS durante las dos últimas décadas. El tipo de cambio informal del dólar ronda ahora los quince bolivianos, más del doble del tipo oficial de 6,97.
El proceso electoral puso de manifiesto dos problemas subyacentes. Una, la desarticulación del movimiento popular, que perdió su capacidad histórica para marcar la agenda política e incorporar sus reivindicaciones al debate electoral público, algo que la desintegración del MAS no hizo más que agravar al fragmentar aún más sus bases.
Por otro lado, ante una crisis económica creciente, la única solución que surge es la exacerbación de un capitalismo extractivo centrado en el litio, la exploración de nuevos hidrocarburos y, sobre todo, la profundización del modelo agroindustrial y minero.
A partir de 2026, y dependiendo del resultado de la segunda vuelta a realizarse en octubre, el gobierno estará en manos del centroderechista Rodrigo Paz, beneficiario de la pérdida de apoyo popular al MAS, o del neoliberal Jorge Quiroga, abanderado opositor a las políticas sociales y de inclusión del periodo masista.
No es de descartar que estos exponentes de la oligarquía boliviana adopten una política persecutoria y represiva en contra de los sectores populares.
Con la derecha (o ultraderecha) en el poder, la reestructuración económica parece inevitable. Los préstamos del FMI y del Banco Mundial podrían implicar duras medidas económicas que traerían recuerdos de los brutales años de ajuste neoliberal de la década de 1980.
La eliminación de los subsidios a los combustibles y los alimentos, de los que dependen los más pobres de Bolivia, probablemente desencadenaría un nuevo ciclo de agitación social. Sean cuales sean los resultados de las elecciones, está claro que la era dorada del MAS terminó en una amarga discordia y que el Estado plurinacional se enfrenta a un futuro sombrío.
Nada bueno se puede esperar de Tuto Quiroga, representante de los intereses del capital estadounidense y de las élites tradicionales de Bolivia, quien ya ocupó la presidencia durante un año, de 2000 a 2001, y fue vicepresidente de 1997 a 2001 en el gobierno del exdictador Hugo Banzer.
Sus propuestas incluyen recortes del gasto para reducir el déficit fiscal y planes para estabilizar el tipo de cambio del dólar, financiados por un programa de rescate internacional de 12.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Casi 20 años atrás, el domingo 18 de diciembre de 2005, una misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) presidida por el exmandatario colombiano Andrés Pastrana, intentó imponer el imaginario de un triunfo del derechista Jorge Quiroga sobre el líder indígena Evo Morales, en base a cómputos paralelos realizados por la ONG venezolana Súmate, presidida por María Corina Machado. La maniobra fue neutralizada por la veeduría de la misión del Observatorio en Comunicación y Democracia.
La incógnita está en boca de todos: ¿Por quién votarán los masistas en la segunda vuelta? Paz espera que sea por él, pero…
* Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)