Starlink no ha sido un regalo generoso de Elon Musk a Ucrania. Polonia ha pagado la factura y ahora, a partir del 1 de octubre, dejará de pagarla porque el presidente Karol Nawrocki ha vetado la ley que prorrogaba la ayuda a Ucrania y al millón de refugiados ucranianos que hay en el país.
Así lo anunció el ministro de Digitalización, Krzysztof Gawkowski, quien calificó la decisión como “un regalo para las tropas de Putin” que, en la práctica, “desconecta a Ucrania de internet”.
Esta medida podría desencadenar una grave crisis operativa. A través de Polonia y otros países de la Unión Europea se han entregado entre 50.000 y 70.000 terminales Starlink, que constituyen la columna vertebral de las comunicaciones tácticas del ejército ucraniano. Estas terminales son vitales para la gestión de las unidades, desde pelotones hasta los cuarteles generales de las brigadas.
Incluso una interrupción breve en el pago del servicio provocaría la desactivación temporal de la red, creando un vacío inmediato en el mando y control de las tropas. Si la interrupción se prolonga durante días o semanas, las consecuencias podrían ser catastróficas, llegando a paralizar operaciones en segmentos enteros del frente.
Ucrania carece de alternativas a Starlink. Sistemas europeos como Eutelsat OneWeb se despliegan en cantidades testimoniales y no pueden igualar a Starlink en escala ni rendimiento.
La desconexión evidencia el riesgo de pretender hacer la guerra con recursos ajenos y con financiación de terceros, ni siquiera de “socios” y “aliados”. La lección trasciende el caso ucraniano: la posesión de un sistema satelital propio es una garantía de seguridad nacional y autonomía estratégica.
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