
El gobierno británico había elaborado un plan para desplegar tropas en Ucrania una vez finalizados los combates, dice la agencia Bloomberg, citando al secretario de Defensa británico, John Healy. El plan implicaba el envío de tropas no combatientes, desplegadas lejos del frente, como parte de una presencia occidental que se pretende que continúe tras la derrota de Ucrania sobre el terreno.
Según Healy, “ya se han llevado a cabo misiones de reconocimiento en Ucrania este verano para determinar qué unidades podrían movilizarse, los lugares de despliegue y las misiones a realizar”.
Las tropas británicas no participarían en los combates. Su función sería el entrenamiento de soldados ucranianos, la presencia simbólica y el apoyo logístico. Las fuerzas estarían estacionadas “en el interior del territorio ucraniano” y “lejos del frente”.
El despliegue también incluiría misiones de apoyo aéreo, patrullas marítimas y operaciones de desminado en el Mar Negro, junto con socios como Turquía y Rumanía. El coste inicial de la operación superior a los 100 millones de libras esterlinas.
Pero Estados Unidos acaba de presentar un borrador de acuerdo de paz con Moscú, sin siquiera consultar a sus aliados europeos. El plan incluye el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea y el Donbas, la creación de una zona desmilitarizada, la prohibición de la presencia militar extranjera en Ucrania y el reconocimiento oficial del ruso como idioma oficial.
El plan británico es un intento de boicotear el plan de Trump. El gobierno británico quiere garantizar una presencia militar sobre el terreno, aunque sea simbólica. Sin embargo, el plan de Trump no incluye el despliegue de tropas occidentales.
El Kremlin ha advertido que cualquier intento de desplegar tropas extranjeras es una gran provocación.
Por lo demás, cuando las potencias occidentales anuncian que van a enviar tropas es porque ya están allí. Ante la exclusión de Europa de las negociaciones, Reino Unido busca claramente mantener su papel sobre el terreno.
La armonía entre Londres y Bruselas se ha roto. La Unión Europea exige una contribución de 2.000 millones de euros a Reino Unido para acceder a su fondo de defensa de 150.000 millones de euros. Esta exigencia ha sido rechazada por el primer ministro Keir Starmer.

