
Ferrán Bielsa.— El pasado día 21 de noviembre, el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Francesas hacía las siguientes declaraciones: «Prepárense: en 3-4 años comenzará una guerra. Y tendremos que aceptar sacrificar a nuestros hijos».
Por otro lado, en la cuenca del Mar Mediterráneo se están llevando a cabo ejercicios a gran escala de la OTAN llamados Neptune Strike, durante los cuales los aliados practican un escenario de guerra con Rusia, siendo parte activa la Marina Británica y la Marina Italiana.
Son indicios por el momento y no pruebas, pero, si a este tipo de citas y actos, le sumas la política Trumpista que se dicta ahora en el caso ucraniano, las flechas van señalando hacia el mismo camino.
Europa hace tiempo ya que se metió en un buen aprieto al considerar a Rusia como su enemigo y no como, al menos, un socio comercial preferente. La posición activa y ofensiva que Europa como entidad y cada uno de sus países miembros de manera particular han adoptado con Rusia les ha hecho ahora estar inmersos completamente en un buen barrizal y no encontrar una solución que les haga salir, como poco, lo menos mal parados posibles.
La permisividad al ataque al Nord Stream II, las sanciones ridículas a la economía rusa que les volvían como un boomerang, la finalización de compra de gas y energía de origen ruso y, por encima de todo, el hecho de armar a Ucrania hasta arriba con fondos públicos (el último en hacerlo esta semana pasada fue Pedro Sánchez) para que continuase una guerra que era imposible de ganar, ha hecho que, ahora que parece que Donald Trump empieza (de nuevo) a virar la política exterior estadounidense en lo referente a este conflicto, Europa se queda sola y como vulgarmente se dice con el culo al aire.
Cuando el principal interesado históricamente en provocar dicha guerra se sale de la partida y Europa se queda sin compañera de juegos, ¿qué hacer? ¿Renunciar a la guerra, dejar tirada a la pobre Ucrania (nótese la ironía) y que Rusia se salga con la suya? ¿O quizás es mejor… continuar la guerra en un sálvese quien pueda? Y si es así, llegado el momento en que Ucrania no resista más por ella misma, ¿se debe tomar parte de la misma guerra y enfrentar a los ejércitos de los distintos países europeos contra el ruso? ¿Muertos europeos, en suelo europeo, con muchos intereses estadounidenses detrás? Suena a una historia similar que ya sucedió, aunque con algún detalle distinto que habría que reseñar.
A la vista de las declaraciones de unos y otros, de los hechos que las constatan y de la realidad del conflicto en suelo ucraniano, por más que los distintos dirigentes mundiales salgan a capear la situación con diferentes bufonadas y arrogancias que les permita, por el momento, “gestionar” los rumores, está claro que habrá que ver cómo se las dan para salir airosos entre la situación que se está gestando y las necesidades y los intereses de los distintos componentes imperiales del llamado Occidente colectivo.

