Las negociaciones internacionales sobre el conflicto ucraniano entraron esta semana en una fase inesperadamente acelerada y caótica. Tras varios días de reuniones tensas en Ginebra, la Administración de Donald Trump aseguró haber alcanzado con Kiev un “marco de paz actualizado y refinado”, lo que abrió paso a un nuevo movimiento diplomático: el envío del secretario del Ejército, Dan Driscoll, a Abu Dabi para reuniones presenciales con una delegación rusa.
La maniobra marca el intento más directo de Washington por implicar a Moscú en un esquema negociador que pretende ser validado por los tres actores clave.
Driscoll llegó a Emiratos Árabes Unidos el lunes y, según confirmó su portavoz, mantiene desde entonces conversaciones con representantes rusos con el objetivo de “alcanzar una paz duradera”. El encuentro generó sorpresa tanto en Kiev como en Moscú, ya que la ciudad del Golfo estaba inicialmente destinada a una cita entre los jefes de inteligencia militar de Ucrania y Rusia para abordar “otro asunto”.
La irrupción del enviado estadounidense alteró el formato y, de facto, colocó a Washington como mediador central en un proceso que hasta hace poco parecía bloqueado.
La diplomacia estadounidense sostiene que Kiev ha mostrado una postura constructiva ante el documento reformulado en Ginebra, que fue reducido de 28 a 19 puntos tras intensas discusiones. Aunque funcionarios estadounidenses afirmaron que Ucrania “ha acordado el plan de paz”, el régimen que encabeza Volodímir Zelenski ha matizado esa afirmación: existe es un “entendimiento común sobre los términos centrales”, pero quedan detalles sensibles por resolver.
Entre ellos, las concesiones territoriales, que se prevé se discutan directamente entre Zelenski y Trump en una reunión bilateral prevista para noviembre, aunque sin fecha confirmada aún.
En paralelo, ambas partes acordaron retirar del borrador los elementos que no están directamente vinculados al fin del conflicto, como la arquitectura de seguridad europea, la relación futura entre EE.UU. y Rusia o el debate sobre la ampliación de la OTAN. En esencia, el texto busca concentrarse exclusivamente en un cese de hostilidades, garantías de seguridad y mecanismos de verificación.
El canciller Serguéi Lavrov advirtió que Moscú solo considerará aceptable un documento que respete los entendimientos previos alcanzados entre Putin y Trump en Anchorage (Alaska). Para el Kremlin, cualquier desviación del “espíritu y la letra” de aquel encuentro constituye un escenario “fundamentalmente distinto” e inaceptable.
Fuentes diplomáticas rusas reconocen que el hecho de que Washington haya incorporado a Driscoll, una figura con acceso directo al gabinete de seguridad de Trump, indica que la Casa Blanca está dispuesta a ofrecer concesiones operativas para acercar posiciones.
Mientras se suceden las conversaciones, el terreno militar continúa deteriorándose para Ucrania. Horas antes de la llegada de las delegaciones a Abu Dabi, Rusia lanzó un ataque masivo con más de 460 drones y 22 misiles balísticos contra varias ciudades ucranianas, incluida Kiev. Poco después, Ucrania lanzó 250 drones contra objetivos civiles en territorio ruso.
Para la Administración Trump, estos contactos representan una oportunidad de consolidar un triángulo diplomático directo entre Washington, Kiev y Moscú, desplazando parcialmente el papel de Europa en las negociaciones y confirmando que la Casa Blanca aspira a controlar el ritmo y el marco de cualquier acuerdo.
Para Ucrania, en cambio, se abre una ventana ambivalente: un eventual pacto podría estabilizar la situación militar, pero también implicaría aceptar compromisos difíciles bajo la supervisión de un Presidente estadounidense que ha amenazado con reducir la ayuda si Kíev “no coopera”.
El tablero se mueve aceleradamente, y Abu Dabi podría convertirse en el escenario donde se defina si el “entendimiento preliminar” se transforma en un acuerdo político formal o si las tensiones entre Washington y Moscú vuelven a bloquear todo.


