En las últimas décadas, China ha emprendido una transformación radical de sus fuerzas armadas, pasando de un ejército numeroso pero tecnológicamente atrasado, a una potencia militar moderna. Esta metamorfosis, resultado de inversiones colosales y una voluntad política inquebrantable, ha afectado todos los aspectos del aparato militar chino. Se desarrolló equipo avanzado, se intensificó el entrenamiento de tropas y se adoptó una doctrina militar centrada en la proyección del poder. Esta modernización acelerada ha beneficiado particularmente a la marina china, que ha adquirido una flota impresionante capaz de competir con las armadas más grandes del mundo.