Grecia, Perón, Podemos y el papa de Roma

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Perón y Evita

Perón ha resucitado. Y su peculiar “justicia social”, también. Se ha reencarnado en la doble personalidad de Pablo Iglesias y el papa católico de Roma. Ambos, que no son de izquierdas ni de derechas pero tampoco de centro, mantienen un discurso equidistante y ambiguo que pretende llenar el vacío existencial creado de consuno por la posmodernidad y el neoliberalismo para reclamar la adhesión de las multitudes en precario y de la gente corriente en general.

Con ellos, la lucha de clases ha muerto de vieja definitivamente, a pesar de que autores de tanto prestigio como Chomsky avalan la tesis de que ese combate histórico sigue instalado con una ferocidad inusitada en el mundo de hoy. Lo que está sucediendo ahora mismo en Grecia parece dar la razón al pensador estadounidense.

Atenas se ha visto completamente sola para hacer frente a los representantes internacionales de los mercados y las elites financieras. A pesar del referéndum mediante el cual el pueblo griego se pronunció por la dignidad nacional y el rechazo absoluto e inequívoco a ser machacado por la troika, los mandatarios helenos han firmado con la pistola del dinero apátrida en la nuca, dejando en la cuneta a la clase trabajadora y a los pensionistas y vendiendo al mejor postor sectores públicos estratégicos, como el de la energía.

Tsipras salva la cara democrática con la consulta popular, pero está abocado a unas elecciones generales anticipadas que pueden hacer regresar a las furibundas derechas neoliberales. Grecia no ha suscitado ningún apoyo masivo a través de manifestaciones en la calle en ningún país europeo, ni tan siquiera alentadas o convocadas por su fiel amigo Iglesias. La solidaridad de clase ha fenecido hace mucho tiempo. Así nos va. Eso pasa por no ser de derechas ni de izquierdas. Cada cual que se saque las castañas del fuego a su manera. ¡Qué lejos quedan ya las movilizaciones contra la guerra de Irak!

Para Podemos solo existe la justicia social, la economía social de mercado y lo que quiera la gente. Sobre estas tres vaguedades tradicionales del credo entreguista socialdemócrata basan su “novísimo” programa político. Pongan “social” tras el sustantivo capitalismo u otro concepto ideológico de derechas y verán como tal matiz ofrece un dulzor especial a todo lo que toca por proximidad.

Así es Podemos, la socialdemocracia del siglo XXI nacida de las tiendas de campaña del 15M, un sucedáneo de izquierda radical para lavar la cara al gastado PSOE. De su inicial asamblearismo pujante ha pasado a transformarse su cúpula en una suerte de vanguardia carismática que todo lo interpreta desde sus alturas intelectuales casi inapelables. En ese sanedrín de “pocos iluminados” se cuecen las habas de la estrategia política, pidiendo más tarde la sanción de las bases teledirigidas con sutileza “democrática”. Los dirigentes de Podemos afianzan sus prédicas en “lo que quiere la gente”, desconociéndose el finísimo hilo que conecta los pensamientos de la multitud con sus cerebros omnicomprensivos e infalibles.

Y lo que desea la gente, aunque no lo diga expresamente (solo a los próceres de Podemos), es la justicia social, un comodín de enganche atractivo que no hace daño a las estructuras de poder, ni mete miedo a las elites capitalistas, sonando muy morigerado a las clases medias centradas en recuperar su estatus consumista cuanto antes mejor.

Venid a mí, parece exclamar Pablo Iglesias para congregar a su alrededor una unidad popular de fieles militantes sin identidad política propia ni conciencia de clase alguna. La actitud es muy similar a la del alabado Francisco, un progresista de nuevo cuño que entiende, como el ínclito Iglesias, lo que quiere con pasión desmedida la gente de a pie.  Cada grito de fervor de la masa es deglutido por los exegetas áulicos Francisco y Pablo al instante, y devuelto en forma sencilla a la plebe una vez digerido por los jugos gástricos de su inteligencia singular.

El obispo de Roma ha venido a este mundo de dioses paganos para liderar a las derechas denostadas y a sus oligarquías corruptas por tanto neoliberalismo atroz implementado en América del Sur. Los ejemplos “malignos” de Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador hay que desactivarlos cuanto antes para que no contagien a otros países de su entorno.

La Iglesia católica no ha podido cambiar tanto de la noche a la mañana, pasando del reaccionario Benedicto al presunto izquierdista Francisco como si tal cosa. Ni con un mensaje directo de su dios omnipotente es posible tamaño giro copernicano. Las derechas internacionales necesitan un papa con el talante publicitario de Bergoglio para llenar los huecos electorales y los desafectos de las masas por los “propietarios reales” de sus respectivos países. La jugada es perfecta y con visos de alcanzar un éxito rotundo si antes la izquierda no es capaz de ir desvelando los misterios y contradicciones de la figura icónica papal.

Por lo que respecta a Podemos, poco falta para saber a ciencia cierta cuáles son sus apuestas de fondo en el tablero político a corto y medio plazo. Los comicios generales están a la vuelta de la esquina. Con herramientas tan inconsistentes como la tan manida y jesuita justicia social, todo su discurso supeditado a lo que quiere la gente se puede venir abajo en un abrir y cerrar de ojos, con lucha de clases soterrada o en su máxima crudeza social.

Solo con votos, jamás se ha podido doblegar al sistema capitalista. Tanta justicia social suena más bien a caridad y compasión ética con ribetes izquierdistas de consumo rápido y endeble compromiso político de largo recorrido. Nada más. Miremos con detenimiento lo que acontece en la sufrida Grecia. Por cierto, ¿quién será Evita en el organigrama de Podemos?

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