De hecho si vemos la influencia de todas estas desviaciones en la creación del FSLN, el primer reflejo claro, es que este como tal, oficialmente no tiene un momento fundacional concreto ni un programa concreto en la lucha contra Somoza en los 60, Carlos Fonseca diría:
«El Frente no nació de una asamblea o de un congreso, ni lanzó una proclama anunciando su creación. Ni tampoco presentó un programa. En el Frente primero fue la acción y en base a sus primeras experiencias fue formulando y reformulando, porque siempre ha tenido un gran sentido autocrítico, su programa, su estrategia y su táctica. El FSLN es un producto genuino de la historia popular de Nicaragua». (Matilde Zimmerman; Sandinista: Carlos Fonseca y la Revolución Sandinista, 2003)
Esto también fue confirmado por Rodolfo Romero en 1994, saliendo al paso de las especulaciones de Tomás Borge sobre el supuesto aniversario de una supuesta fundación del FSLN:
«Rodolfo Romero, uno de los pocos sobrevivientes de los años iniciales del FSLN, dijo en una entrevista en 1994 que la reunión de los tres fundadores era un mito. Romero, que es de la misma edad de Borge, se fue del Partido Socialista Nicaragüense con Fonseca a raíz de El Chaparral y fue un prominente activista en la Juventud Patriótica Nicaragüense, Movimiento Nueva Nicaragua, Frente de Liberación Nacional, y del FSLN en sus comienzos. «Nunca hubo una reunión formal para fundar el Frente», dijo Romero con considerable énfasis. «Todo lo que lea sobre esto es falso». «A pesar del cariño que le tengo al comandante [Borge], Romero continuó, «yo debo decirle a usted que el Frente Sandinista nunca tuvo ningún aniversario oficial; nunca hubo ningún congreso, ninguna convención, ninguna asamblea de fundación. No hubo nada. Jamás. El FSLN fue creado en el calor del combate». (Matilde Zimmerman; Sandinista: Carlos Fonseca y la Revolución Sandinista, 2003)
Como ya hemos citado anteriormente, hubo un cóctel de corrientes con rasgos espontaneístas que influenciaron profundamente al FSLN a la hora de negar el rol del partido de la clase obrera, el partido comunista. Los marxista-leninistas de los 60 tuvieron que salir al paso de gran parte de estas teorizaciones que fueron agudizadas con el brote de espontaneísmo del 68 que dieron un nuevo impulso a esta forma de pensar en favor del espontaneísmo:
«Actualmente se han reanimado diversas teorías que predican la espontaneidad en el movimiento revolucionario, que menoscaban el papel del factor consciente, que niegan el papel de la teoría y del partido del proletariado. La degeneración de los partidos revisionistas, su transformación en partidos reformistas, inocuos para la burguesía, y las tesis antimarxistas de los revisionistas modernos, soviéticos, yugoslavos, italianos, etc., de que «el capitalismo se está integrando en el socialismo de manera, consciente o inconsciente, gradual o radical», de que «también partidos y organizaciones políticas no proletarias pueden llegar a ser portadores de los ideales del socialismo y dirigentes de la lucha por su realización», de que «también algunos países donde está en el poder la nueva burguesía nacional se encaminan hacia el socialismo», etc., se han convertido en base para propagar los puntos de vista más extremistas que niegan totalmente el papel de la teoría y la necesidad del partido de la clase obrera. Existen también quienes, autotitulándose revolucionarios acabados, llegan incluso a decir que «en la teoría de Marx sobre la revolución no hay lugar ni necesidad del partido», que «la vanguardia de la revolución socialista no puede identificarse con el partido marxista-leninista», que el papel del partido puede ser desempeñado «por una minoría activa» que surge como «fermento» en el movimiento espontáneo, que «de la misma acción revolucionaria nace la conciencia y la organización revolucionarias. Todas estas «teorías» ocasionan un daño incalculable al movimiento revolucionario ya que desorientan y dejan desarmada a la clase obrera frente a los ataques de la burguesía, quien, por su parte, ha perfeccionado al máximo sus métodos y medios de propaganda, la organización de la lucha contra la revolución y el comunismo». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)
Consciente de las propias experiencias históricas pasadas y recientes, se explicaba que las luchas de la clase obrera, sin su destacamento, sin una punta de lanza organizada y científica, dejaría tales luchas inacabadas:
«Es ya algo históricamente probado que sin su partido la clase obrera, cualesquiera que sean las condiciones en las que viva y actúe, no se hace por sí misma consciente. Lo que convierte a la clase obrera de una «clase en sí» en una clase para sí es el partido. Naturalmente, la lucha, la acción, templan y ponen a prueba a la clase obrera, a las masas y a los revolucionarios, les enseñan muchas cosas. Pero si falta el partido político con un programa claro, con una estrategia y una táctica científica, la lucha se queda a medio camino o fracasa. Esto nos lo enseña también la experiencia del movimiento revolucionario actual y la de las numerosas luchas de los pueblos de los diferentes continentes». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)
Proféticamente Enver Hoxha ya vaticinó que las revoluciones como las que se iban a dar en Nicaragua lideradas por organizaciones como el FSLN se quedarían a mitad de camino, no ya no alcanzando el socialismo sino que ni siquiera resolverían las tareas liberales de la revolución burguesa. ¡Estaban predestinadas a fracasar por las leyes de la revolución proletaria y la historia antes de empezar, ya en su forma embrionaria debido a su fisonomía ecléctica, multiclasista y de culto al espontaneísmo!
Se presume que el FSLN nació en torno al 1961 pero no hubo ningún evento que lo confirme ni registros de tal oficialización, en cuanto al programa: el primer programa del FSLN fue presentado en 1969 varios años después de su presumible fundación. Esto confirma que influenciado tanto por la negación del rol del partido de la clase obrera de todas las corrientes antimarxistas de que bebieron sus fundadores, el FSLN se constituye como una organización político-militar sin programa y sin ideología concreta. ¡El culto al espontaneísmo más extremo! De aquí parte el cóctel de ideologías de sus miembros, la visión particular de programa máximo que cada uno albergaría, y las riñas internas de los años siguientes bajo las «tres tendencias».
Carlos Fonseca Amador, como dirigente máximo, se mostraba ecléctico en sus obras y ello condiciona que en sus primeros documentos se defina como un «revolucionario que no quería encasillarse», uno que además guarda un papel destacado para la «propiedad privada» en sus análisis:
«En esa carta yo expresaba mi pensamiento revolucionario, antiimperialista y popular. Un pretexto que se ha utilizado para atribuirme un pensamiento marxista dogmatico en mi folleto «Un Nicaragüense en Moscú», escrito con motivo del viaje que hice al mundo socialista en 1957. Es absurdo el pretexto. Reconocer determinados aciertos del régimen soviético no es argumento serio para considerar comunista a una persona. Pero hay algo más todavía. En el folleto mencionado sostengo con todas sus letras que la propiedad privada debe jugar un papel importante en el progreso de Nicaragua. Al dejar claro que existe una distancia entre el comunismo y mi modo de pensar no quiero decir que me he encasillado en otro dogma. Yo creo que el revolucionario nicaragüense debe abrazar una doctrina que conduzca en forma victoriosa al pueblo de Nicaragua hacia la liberación. En mi pensamiento acojo la medula popular de las distintas ideologías; del marxismo, del liberalismo, del socialcristianismo». (Carlos Fonseca Amador; Volviendo a Carlos [Recopilación Documental]: Desde la cárcel, yo acuso a la dictadura, Managua, 8 de julio de 1964)
Desde luego Carlos Fonseca pese a autodefinir como leninista no extrajo las lecciones más básicas de la Revolución Rusa de 1917. Esto era, que para que los bolcheviques pudieran imponerse sobre otras corrientes que operaban en el movimiento obrero desde hacía décadas, era necesario batirse en una lucha ideológica sin tregua, no fundirse con ellos:
«Una de las condiciones imprescindibles de la preparación del proletariado para que conquiste su victoria, es la lucha prolongada, resuelta e implacable contra el oportunismo, el reformismo, el socialchovinismo y contra las influencias y corrientes burguesas de la misma suerte, que son inevitables mientras el proletariado actúe en las condiciones del capitalismo. Sin esta lucha, sin la previa victoria completa sobre el oportunismo en el movimiento obrero, no se puede hablar ni mucho menos de dictadura del proletariado. El bolchevismo no habría derrotado a la burguesía en 1917-1919 si antes de eso, de 1903 a 1917, no hubiera aprendido a derrotar a los mencheviques, es decir, a los oportunistas, reformistas, socialchovinistas y los hubiera expulsado despiadadamente del partido del proletariado vanguardia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado, 1919)
Y que solo un partido pertrechado ideológicamente en la claridad marxista-leninista y con experiencia en esta lucha, podría realizar la revolución y conservarla:
«No es posible triunfar en la revolución proletaria, no es posible defenderla, teniendo en las propias filas a reformistas, a mencheviques. Esto es evidente en el terreno de los principios. La experiencia de Rusia y de Hungría lo confirma palpablemente. (…) En Rusia, hemos atravesado muchas veces por situaciones difíciles en que el régimen soviético habría sido infaliblemente derrotado, si hubiesen quedado mensheviques, reformistas, demócratas pequeño burgueses dentro de nuestro partido» (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la lucha del Partido Socialista Italiano, 1920)
A diferencia de Lenin, Carlos Fonseca Amador en 1964 es un ecléctico que cree posible juntar en una «coctelera» desde marxismo hasta socialcristianismo pasando por liberalismo, y poniéndolos en pie de igualdad; pero en la medida que va alcanzando madurez ideológica se va mostrando como un pensador más próximo al marxismo-leninismo y distanciándose de los otros ingredientes de esa su «coctelera»:
«Un programa revolucionario debe quitar la máscara a la demagogia socialcristiana, que ante la despiadada lucha de la clase capitalista contra la clase proletaria, pretende alcanzar la conciliación de las clases sociales. La experiencia histórica, alcanzada por los pueblos del mundo al costo de heroicos sacrificios, enseña que no puede haber paz entre ricos y pobres, entre millonarios y trabajadores. La experiencia histórica enseña que no puede haber más situaciones que las siguientes: o los ricos explotan a los pobres, o los pobres se liberan eliminando los privilegios de los millonarios». (Carlos Fonseca Amador; Volviendo a Carlos [Recopilación Documental]: Mensaje del FSLN a los estudiantes revolucionarios, 15 de abril de 1968)
Sin embargo, cuando ya se vislumbra la aparición de las famosas tres tendencias del FSLN de las que luego hablaremos, se volverá a mostrar con claridad su viejo eclecticismo, que a decir verdad nunca lo abandonó del todo, y es así como lo vemos priorizando la unidad tanto con los exponentes de las tres tendencias como con otros elementos no marxistas del FSLN, en lugar de limpiar a la organización de tales corrientes oportunistas. No obstante, situándonos en la última cita de Carlos Fonseca, hemos de considerar que al estar inmerso en la etapa de liberación su discurso puede haber estado condicionado por la misma, pues en ella puede que se quisiera dar un discurso más o menos flexible para mantener la unidad y aumentar la convergencia de todos los sectores antisomocista en el objetivo primo: acabar con la dictadura somocista. Pero de igual modo ello no justifica la libertad de que gozaron las diferentes fracciones para ejercer sus desviaciones dentro del FSLN desplazando en su espíritu al marxismo; del mismo modo que la defensa o búsqueda de la unidad en ausencia de un partido de vanguardia se convierte de modo inevitable en una unidad sin principios, la misma permitirá que los oportunistas actúen con total libertad.
Es preciso por tanto aclarar y declarar que en la medida que se flexibilice y simplifique el discurso marxista-leninista de una organización o individuo que pretenda serlo, en esa misma medida podrá ser manipulado por los oportunistas de toda laya. A mayor flexibilización mayor manipulación, así lo demuestra la evidencia histórica. Y en particular si aplicamos esto al caso nicaragüense, el pensamiento de Carlos Fonseca Amador es un caso claro de manipulación constatada de la mano de sus sucesores, y ello, pese a que como hemos dicho no pasaba de ser un revolucionario influenciado por el marxismo.
Seamos testigos de esas reflexiones eclécticas, la defensa del «unitarismo a toda costa», que se desarrollaría en un momento en que iniciaban a cristalizar las tres tendencias mencionadas que se fraguarían en el FSLN:
«Es conveniente desarrollar el estilo de persuasión y no de polémica en nuestra forma de emprender la crítica. Darle énfasis a los propios puntos de vista no exige necesariamente adoptar una postura polémica. Tal vez ayude a respaldar esto que decimos, recordar que resulta anacrónica la extrema vehemencia que se dio en la discusión entre marxistas y bakuninistas, o entre bolcheviques y mencheviques, esa vehemencia extrema resultó justificada en una época en que se estaban descubriendo por primera vez las leyes que rigen el tránsito de la sociedad capitalista a la sociedad sin clases. A nosotros nos corresponde en nuestro espacio histórico poner en práctica, aplicar tales leyes ya descubiertas. A veces sin faltar la buena fe se puede caer en la imitación del polemismo de los primeros revolucionarios, incluso esto es menos difícil que la búsqueda para acertar en la solución de los problemas generales. Por otra parte los excesos polemistas no pueden distraer energías que podrían rendir mayor provecho al atender toda una cantidad de problemas pendientes. En la discusión interna cada uno debería tener presente que lo que conviene a los intereses del movimiento, de la clase y de la nación, es convencer y no vencer a la otra parte. Estas son palabras que otros han dicho con motivo de otras situaciones, pero que nosotros pensamos que vienen al caso en lo que estamos apuntando. La persuasión exige tener en cuenta la dosis de razón, por ínfima, por pequeñita que sea, en la opinión que cada uno expresa». (Carlos Fonseca Amador; Volviendo a Carlos [Recopilación Documental]: Síntesis de algunos problemas actuales: Persuasión y no polémica, 3 de noviembre de 1975)
En ese enunciado, Carlos Fonseca prepone la unidad en la organización y entre sus tendencias, y en esa simplificación da por descubiertas las leyes de construcción del socialismo –algo cierto–, y da por hecho que en el FSLN y sus miembros las conocen –cuando es evidente que ni siquiera él mismo estaba en condiciones de afirmar tal cosa–. Pese a todo pasa por alto que esas leyes han de ser defendidas de todo desviacionista a toda costa, sobre todo para evitar que en una organización de carácter de clase no surjan las facciones que lleven a la pérdida de la unidad monolítica que debe de dominar en la organización proletaria, más aún cuando precisamente cada una de las tres tendencias tenía una forma particular de bastardear las leyes del marxismo-leninismo sobre los aliados en la revolución, sobre la construcción económica del socialismo, sobre la clase que debía liderar el proceso, sobre los aliados naturales de la revolución en el orden internacional, sobre los métodos, estrategias y tácticas de toma de poder, etc., por lo tanto no había unidad en cuanto a las leyes y axiomas básicos del marxismo; pero ocurría que el dirigente pretendía una unidad de clase en ausencia de una partido de clase, el FSLN ya entonces era una organización decididamente multiclasista. Entendemos pues que Carlos Fonseca no entendía del todo el papel real de los comunistas en una organización proletaria, en un partido comunista y menos en un frente, tampoco las tareas a llevar a cabo contra el oportunismo y contra los aliados vacilantes, no comprendía el concepto de unidad según el leninismo.
Así hablaba el soviético Édourd Burzdzhalov sobre las lecciones extraídas por los partidos leninistas a lo largo de su historia de luchas:
«La clase obrera de Rusia, bajo la dirección de los bolcheviques conquistó esta unidad, la conquistó mediante una lucha decidida contra todos los grupos y tendencias hostiles, mediante su aislamiento. Los bolcheviques no ocultaron las divergencias y pusieron en claro cuáles eran sus raíces y significado. Los bolcheviques forjaron una unidad monolítica de la clase obrera y de su partido, una unidad alzada sobre la firme base ideológica del marxismo. (…) La unidad de la clase obrera no fue fruto de acuerdos sin principio entre diferentes grupos y tendencias, sino resultado de la lucha de las amplias masas de la clase obrera, bajo la dirección de los comunistas, por un partido único de la clase obrera capaz de impulsar dichos países hacia el socialismo. La base ideológica del partido obrero único es la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo. Los comunistas han opuesto una resistencia decidida a las tentativas de crear la unidad con perjuicio de los principios del marxismo-leninismo. En Polonia y en otros países había quienes hablaban de la necesidad de la «penetración recíproca» de las concepciones comunistas y socialistas, de la «síntesis» de ambas concepciones, del «revisionismo» recíproco en cuanto a la actividad pasada de ambos partidos. Se hablaba de la amnistía recíproca en relación con los errores pasados. De entenderla así, la unidad no puede ser sólida. La verdadera unidad exige de los socialistas la plena ruptura con su pasado oportunista, el reconocimiento pleno y la realización incondicional de todas las tesis programáticas, tácticas y organizativas del marxismo-leninismo. La experiencia del partido bolchevique pone de manifiesto que el partido revolucionario del proletariado, si quiere lograr la victoria, debe luchar incansablemente contra todas las desviaciones de la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, luchar contra el oportunismo». (Édourd Burdzhalov; La importancia internacional de la experiencia histórica del partido de los bolcheviques, 1948)
Así lo comprendían también los marxista-leninistas españoles quienes eran consciente de que no hay unidad posible y sólida sin la unidad ideológica; de lo contrario, se cae en los problemas que afrontan los partidos socialdemócratas que al no tener una línea ideológica clara y al permitirse la existencia de tendencias ideológicas y facciones, se crea una inestabilidad permanente que impide cumplir al partido con cualquier tarea seria, y que además deriva en constantes escisiones del partido:
«El partido sólo podría cumplir su misión sobre la base de la máxima unidad y disciplina internas sin grupos ni fracciones, sin tendencias y corrientes divergentes. Unidad y disciplina basadas en los sólidos principios del marxismo-leninismo-stalinismo, en la compenetración de todas las organizaciones y militantes con la línea política del partido y con su dirección, en el ejercicio del centralismo democrático. Esta unidad férrea sólo podría lograrse en una lucha consecuente contra las concepciones falsas y las tendencias extrañas a la clase obrera, contra todas las tendencias de compromiso y de capitulación, contra todo género de traidores». (Pedro Checa; José Díaz, constructor del gran Partido Comunista de España, 1942)
Pese a que hemos expuesto el ejemplo claro de uno de los fundadores y máximos exponentes del FSLN, examinando sus debilidades teóricas, hay que decir que el FSLN no es solo Carlos Fonseca Amador, a pesar del énfasis en su figura y mito. Sino que el FSLN reúne en sus filas a un resuelto grupo que también estudiarían el marxismo-leninismo, entre los que encontramos a José Benito Escobar, a Pedro Arauz Palacios, a Oscar Turcios, a Rigoberto Cruz –Pablo Úbeda–, entre otros, pero cuyo máximo exponente desde el punto de vista de verdadero acercamiento ideológico-práctico sería Ricardo Morales Avilés, cuyo clarividente y genuino pensamiento ha sido relegado debido en lo fundamental a que no puede ser manipulado –en él no vemos simplificaciones–, y cuando se hace se apela a declaraciones de carácter personal que no pueden ser cotejadas por los hechos y la historia. Veamos algunas reflexiones que demuestra un apegado carácter marxista-leninista de su pensamiento:
«(19) El marxismo es la concepción distintiva del proletariado consciente. El destino histórico de los trabajadores es abolir la explotación, y con ella, la división y la lucha de clases. El marxismo se caracteriza por la unión de la teoría y la práctica. (20) Barrer con el régimen de la propiedad privada. Barrer con el sistema de la explotación. Barrer con las ideas tradicionales. (25) Los revolucionarios debemos abandonar toda ilusión con respecto a la lucha y los caminos por los que ella transita, igual que abandonar todo utopismo acerca de los fines e ideales relacionados con la sociedad a que creemos llegar. Lo que se está desarrollando aquí es una lucha de clases y una lucha antiimperialista; por un lado la burguesía, en primer término la fracción que está en el poder, aliada al imperialismo yanqui principalmente, y por otro lado los obreros, los campesinos, los estudiantes y los intelectuales revolucionarios, unidos en su lucha con los pueblos del resto del mundo, con las fuerzas revolucionarias del mundo. Hacia dónde vamos es hacia el socialismo, modo de producción histórico, concreto y no una sociedad utópica del «reino del hombre» o del «reino de los ángeles». Sólo dejando de lado las concepciones metafísicas, podemos desempeñar a cabalidad la misión histórica en que nos hemos empeñado. (38) Donde quede un solo hombre cuyas concepciones sean la expresión del proletariado y correspondan al movimiento real de las relaciones de clase y la lucha de clases existentes, allí estará el movimiento revolucionario del proletariado. (48) La única cosa que moverá todo este sistema es hacer saltar sus cimientos: supresión de la propiedad privada de los medios de producción, lo que significa poner fin a la explotación de clase y de una serie de males que le son inherentes. (70) Si tan sólo se comprendiera que se toma partido tanto en la inacción como en la acción. (102) No creo que la violencia sea una forma personal de auto-liberación. La violencia revolucionaria es una necesidad histórica para destruir el dominio de clase de la burguesía, y oponerla a la violencia, abierta y encubierta, del sistema capitalista. La violencia no puede calibrarse en una perspectiva individual. Se halla determinada por el desarrollo histórico de relaciones de clase y la lucha de clases. La única forma que abre posibilidades a la auto-liberación es la que se halla enmarcada en la liberación de la explotación de clases. (106) Los objetivos generales de nuestra lucha revolucionaria son la liberación, la democracia y el socialismo. Liberación del dominio de clase burgués, del dominio explotador del imperialismo y de la oligarquía criolla. Instauración de la democracia del pueblo, del poder de los trabajadores, obreros y campesinos; democracia para los trabajadores. Construcción del socialismo, sociedad de hombres libres, cuya organización racional de la existencia colectiva e individual garantiza condiciones de vida y de desarrollo que nunca antes los hombres habían conocido, en la que los hombres trabajen con medios de producción comunes y en cuyo proceso los individuos conscientemente ponen en juego sus capacidades como una sola y misma fuerza de producción social». (Ricardo Morales Avilés; Pensamientos escritos desde la prisión, 1968-1971) (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)