Las Democracias Populares; Naum Farberov, 1949

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«Este documento de Naum Farberov se concentra en explicar las características de los países del Centro y Este de Europa que se iniciaban en la construcción del socialismo también las características generales específicas de estos países, denominados de democracia popular. Dicho texto pretendía de paso espolear las pasadas tendencias revisionistas en los diferentes partidos comunistas de los países de democracia popular durante 1944 y 1948. Veamos:

1) El teórico soviético subrayó que para que estos países se metan de lleno en el tránsito al socialismo sería necesario una completa nacionalización de la industria, la colectivización del campo, y la planificación económica. Se nos muestra como la mayoría de países tienen como punto de partida para completar la nacionalización casi total el año 1947-1948, lo que evidencia la dificultad de lograr tal requisito o el descuido de tal tarea de algunas dirigencias.

Además, refuta al revisionista húngaro Eugen Varga que recupera viejas teorías trotskistas y acusa al sector estatal de las democracias populares de capitalismo de Estado, el autor recuerda que un Estado que confisca y pone en funcionamiento, bajo el Estado proletario, la industria y sus riquezas no puede ser capitalismo de Estado, ya que los beneficios no se reportan al burgués, que ha sido eliminado de la jurisdicción de la industria y que no percibe ningún beneficio permanente mensual o anual de la industria. De igual modo, se ponen en claro otras ilusiones sobre el «equilibrio entre sectores económicos» socialistas y capitalistas criticada por Stalin en los años 20, se refuta la teoría igualmente desarrollada por el revisionista chino Mao Zedong de que el capitalismo de Estado es un sector económico de carácter socialista, se aclara que la industria socialista como hemos citado no mantiene ni reporta ningún beneficio al burgués, sino que lo elimina, y hace desaparecer «objetivamente» a la burguesía como clase, ya que le priva de su poder económico que es lo que le hace ser de ese extracto social.

2) En la cuestión del campo, era una época en que se reproducían muchas teorizaciones sobre la validez o no del modelo soviético sobre la colectivización del campo, sobre si era necesaria la colectivización para ir al socialismo o si el kulak podía seguir operando hasta el final de la colectivización, la no limitación de a compra-venta de tierra como ocurrió en Yugoslavia, y la permisión de la entrada de kulaks en las colectividades como sucedió en China que al regirse en parte los salarios por la tierra entregada a las colectividades el kulak se beneficiarían de tal método manteniendo sus privilegios de clase. Farberov recuerdo que como requisito pues, los marxista-leninistas debían crear los primeros lazos cooperativos en el campo, donde el Estado aportaría todo tipo de ayuda económica al campesino, los apoyaría en el trabajo con brigadistas, y haría otras demostraciones, para que el campesino pudiera ser persuadido y comprobar «con sus ojos» los beneficios de la colectivización, este era un primer paso para lograr en el campo el paso hacía las granjas estatales y socialistas.

3) En cuanto a la planificación se habla del inicio de los diferentes planes bienales, trienales, quinquenales etc. Como dijo Stalin la planificación tenía como objeto preservar la independencia y autosuficiencia de cada país frente a los países imperialistas. Aquí ha de tenerse en cuenta lo ya debatido y refutado en la Unión Soviética años antes; sin una industria socialista y un campo socialista es imposible establecer una planificación socialista, pues la ley del valor seguirá operando libremente y por tanto será una planificación ligada al mercado capitalista. La planificación no es un capricho, de otro modo, todo se vendría abajo, las leyes de producción socialistas como la ley de desarrollo armónico serían inaplicables y los fenómenos de la economía capitalista como al descompensación entre campo y cuidad, y la desproporciones entre sectores productivos serían visibles.

4) En cuanto a la unión ideológica y la creación de un único partido rector de la sociedad. Se habla de la necesidad histórica de unir las organizaciones donde se encontrabas disgregados los diferentes elementos obreros. Esta unidad se hizo bajo las condiciones estipuladas por Georgi Dimitrov en su discurso del 2 de agosto de 1935, lo que incluía requisitos mínimos como rechazar la colaboración de clase con la burguesía, el rechazo a apoyar cualquier guerra imperialista, el reconocimiento del centralismo democrático como único método interno para el partido proletario, el marxismo-leninismo como única doctrina guía científica del proletariado, etc., sin olvidar el reconocimiento y validación real de todos estos y otros principios no solo en teoría sino en la praxis.

5) Se extrae como conclusión lógica que la revolución del proletariado, y el establecimiento de su dictadura: la dictadura del proletariado, y de su democracia: la democracia del proletariado, es una necesidad determinada por el desarrollo histórico, algo que también lleva en su seno los países de democracia popular –aunque tardase más en cristalizarse–. Dicha democracia abrirá los cauces para la participación de todas las masas trabajadoras –clase obrera, soldados de distintos orígenes sociales, semiproletariado como empleados públicos, pequeña burguesía urbana y rural, intelectualidad popular, etc.– que se irán proletarizando con la construcción económica del socialismo y la construcción y consolidación de una moral y cultura proletaria. Dicha democracia negará la participación en dicho poder popular de las clases explotadoras –burguesía rural y urbana, terratenientes feudales–. Dicha democracia reprimirá cualquier intento de subversión contra el régimen popular, ha de saberse que a diferencia de otras dictaduras históricas, dicha democracia proletaria, es la dictadura de la mayoría sobre la minoría. Dicha democracia proletaria garantizará no solo el ejercicio político de las clases trabajadoras junto a la eliminación de la propiedad privada y la paulatina construcción económica del socialismo, sino también la promoción de la cultura proletaria, esto traerá la igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad. Se creará este nuevo poder popular en base a los soviets –bajo el nombre que sean– que rompen con el parlamentarismo burgués, y unen el poder legislativo y ejecutivo, y cambiando las circunscripciones electorales territoriales por entidades de producción, dando así la oportunidad a las masas trabajadoras de ejercer su propio poder, y permite la revocabilidad de cargos en todo momento a diferencia del burocratismo del parlamentarismo burgués. Además, la clase obrera debe crear su propio ejército, el nuevo ejército popular compuesto por los trabajadores, que está destinado a chocar y derrotar al ejército burgués para que la revolución triunfe.

6) Este documento es uno de los más brillantes a la hora de explicar la función de los frentes –en este caso de los frentes populares que implican colaboración con elementos no proletarios– y su función antes de la toma de poder –antiimperialista, antifascista, antifeudal, etc–. y tras la toma de poder –como medio para agrupar las organizaciones de masas; juveniles, femeninas, sindicatos– etc.

7) Por lo demás, el texto repasa muy correctamente la agudización de la lucha de clases según se avanza en la resolución de las tareas. Sabiendo que la lucha de clases es la fuerza motriz de la sociedad de clases hasta la abolición de todas las clases en el comunismo. No hay que olvidar pues que como dijo Stalin en 1937 en mitad de la construcción socialista en la Unión Soviética, hay que «demoler y rechazar» la teoría podrida según a cada éxito de la clase obrera en la construcción socialista, la lucha de clases debe apagarse cada vez más, que los enemigos locales e internacionales desistirán y cada vez será más fácil coronar un nuevo éxito; por el contrario, cuando más desesperados se vean las clases explotadoras locales o sus restos, con más furia y por métodos más desesperados recurrirán a las tentativas de restaurar su poder político, económico y cultural, de igual modo las clases explotadoras del exterior no desistirán en el empeño de ayudar a las clases explotadoras locales para que se restaure el capitalismo y en dicho país se reabra una puerta para que puedan apropiarse de las riquezas nacionales de dicho país.

8) Se insiste una vez más, que las particularidades específicas de cada país de la revolución no eximen a sus gobiernos revolucionarios de aplicar los axiomas generales de la revolución proletaria, nos referimos a gran parte de los principios explicados en esta introducción. Se concluye justamente pues, que sería negativo negar las particularidades de cada país –como pueden ser: el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la conciencia de la clase obrera nacional, la resistencia de las clases explotadoras, etc.–, pero que sería igual de perjudicial justificar una desviación de las leyes de la revolución proletaria y la construcción socialista basándose en una sobrestimación de estas particularidades.

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Como curiosidad, pese a citarse al país durante el documento como una democracia popular no se anotan los datos de Albania, un país que acabaría siendo el país que por más tiempo sería fidedigno a los axiomas del marxismo-leninismo, a diferencia del resto de países que a la conquista o aparición pública del revisionismo en sus dirigencias en 1953, abandonaron rápidamente el correcto camino recorrido anteriormente, convirtiéndolas como ocurrió con Yugoslavia previamente en 1948, en ordinarias repúblicas burguesas con sistemas de producción mercantil-capitalistas; esto no lo decimos por gusto, lo demuestran los hechos objetivos que implican las reformas y recuperación de viejas tesis de partido, Estado, economía y cultura de los desviacionistas de estos partidos. Y no sólo eso: sino también directamente la rehabilitación de figuras desviacionistas anteriormente condenadas, lo que indica una línea opuesta a la trazada de 1944-1953 en las democracias populares, véase; el caso de Gomułka en Polonia y su liberalismo en la cuestión religiosa y su progresiva descolectivización del campo; Dej-Ceaușescu en Rumanía y su política exterior proestadounidense y progresiva deuda exterior con los imperialismos occidentales; Kádár en Hungría y su teoría jruschovista del apaciguamiento de la lucha de clases en el socialismo o su promoción de la ley del valor y la obtención del «beneficio máximo» como factor rector de las empresas; Novotny en Checoslovaquia y su fijación en la economía por la «autogestión» titoista de fondos y salarios en la empresa y la independencia de ésta respecto al plan, o Zhivkov en Bulgaria y su amparo en la teoría capitalista de dar prioridad a la industria ligera sobre la pesada por ser más rentable y bajo los auspicios de la división internacional de trabajo.

Con este panorama, como expresa Enver Hoxha, seguir planteando que «se seguía construyendo el socialismo» pese a estas evidentes teorías revisionistas llevadas a la práctica, es la más burda muestra de centrismo, y conciliación con el revisionismo, y una falta de respeto a las figuras marxista-leninistas que construyeron el socialismo en sus respectivos países como Gottwald, Bierut, Hoxha, Dimitrov, etc».

El documento:

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Las Democracias Populares

Preámbulo

Las democracias populares. En el informe presentado por Andréi Zhdánov ante la conferencia de los nueve partidos comunistas –durante septiembre de 1947– sobre la situación internacional de posguerra, estableció que los países de democracia popular de la Europa Central y del Sudeste de Europa:

«No solamente se han librado del yugo imperialista sino que incluso están en vías de edificar las bases para el paso hacia el desarrollo socialista». (Andréi Zhdánov; Sobre la situación internacional: Informe en la Iº Conferencia de la Kominform, 25 de septiembre de 1947)

Después de esta conferencia, los países de democracia popular han realizado grandes progresos económicos y políticos en su marcha hacia el socialismo. He aquí las características económicas esenciales:

1º Haber dado fin a la nacionalización de la grande y mediana industria.

2º Haber dado fin a la reforma agraria; al desarrollo de las cooperativas de producción agrícola; y puesta en marcha de los medios que permitan en el futuro la colectivización en masa de la agricultura.

3º Desarrollo y planificación de la economía nacional y paso, después de la planificación bienal y trienal, a los planes quinquenales.

Polonia: En 1946, el Estado se hace cargo de todas las empresas industriales que emplean a menos de 50 obreros por relevo. Resultado: la industria del Estado y la industria cooperativa, que emplean cerca del 75% de los trabajadores de la industria y del artesanado, aseguran el 85% de la producción del país.

Checoslovaquia: En 1945-46, nacionalización parcial, afectando esencialmente a la gran industria. Hasta 1948 el número de obreros y de empleados del sector nacionalizado no pasa del 66% en el conjunto de sus categorías y aseguran alrededor del 75% de la producción industrial del país. El sector capitalista sigue desempeñando un papel importante: subsisten 9.000 empresas privadas grandes y medianas y, en ciertas ramas de la producción su proporción relativa es aún considerable –47% en la industria alimenticia, 46% en la industria textil–. En 1948, 6.500 empresas comerciales privadas concentraban en sus manos más de 2/3 partes del comercio al por mayor. Apoyándose sobre esta sólida base económica, la reacción intentó en febrero de 1948 derribar el poder popular. El Congreso de los consejos de fábrica y de los sindicatos, así como, numerosas asambleas de los trabajadores, exigieron –durante febrero 1948– la expulsión de los representantes de la reacción en el gobierno y la nacionalización de todas las empresas privadas de los capitalistas que emplearan más de 50 trabajadores, como también la de todo el comercio al por mayor. En el curso del primer semestre de 1948 todas las empresas que empleaban más de 50 trabajadores fueron nacionalizadas, así mismo, independientemente del número de personas empleadas, casi toda la industria alimenticia y ciertas empresas industriales de una particular importancia. En la actualidad el sector nacionalizado representa cerca del 95% de la industria del país. Todas las grandes empresas comerciales han sido igualmente nacionalizadas, y el comercio exterior se encuentra por entero en manos del gobierno.

Hungría: En 1945-46, nacionalización parcial que afecta esencialmente a la gran industria. Una parte considerable de la industria y casi todo el comercio seguían en manos de los capitalistas hasta finales del año 1947. Hasta en 1948 cerca de la mitad de los obreros industriales estaban empleados en las empresas privadas; en el comercio, predomina el sector privado capitalista. Sólo después del aniquilamiento de los conspiradores reaccionarios del Partido de los Pequeños Propietarios, fue posible continuar las nacionalizaciones. En 1947 y luego en febrero y marzo de 1948 se aprobó la nacionalización de todas las empresas que empleaban más de 100 obreros. Al finalizar el año 1948 las 3/4 partes de la industria estaban en manos del Estado y las 4/5 de los obreros trabajaban en empresas nacionalizadas.

Bulgaria: En 1945-46, nacionalización insignificante de la industria. Hasta enero de 1948 sólo un 16,6% de las empresas más importantes pertenecen al Estado, 2,6% a las cooperativas, mientras que el 77,8% quedaban en manos de los capitalistas privados. En diciembre de 1947, después de la ratificación de la Constitución de la República Popular de Bulgaria, la Gran Asamblea Popular aprueba la nacionalización de toda la industria, excepto la pequeña industria. Hoy el sector del Estado asegura más del 90% de la producción industrial del país.

Rumanía: Hasta 1948, no existía prácticamente nacionalización de la industria. Los propietarios de empresas industriales prefieren pasar sus capitales al extranjero antes que cooperar en el renacimiento económico del país. La nacionalización no fue posible hasta finales de 1948 cuando los representantes de la burguesía son expulsados del gobierno y cuando la dirección del país pasa por entero a manos de la clase obrera en alianza con el campesinado, cuando es abolida la monarquía y Rumanía proclama la república popular. El 11 de junio de 1948 la Gran Asamblea Nacional de Rumanía adopta la ley sobre la nacionalización y todas las empresas de más de 100 obreros son nacionalizadas.

Yugoslavia: Este país es el único en el que los dirigentes han extendido la nacionalización a la pequeña industria, medida aventurera y demagógica, perjudicial al fortalecimiento del régimen de democracia popular y destinada especialmente a enmascarar una política general oportunista.

Así en el año 1948 culminó la nacionalización de la grande y mediana industria en los países de democracia popular. De esta forma se asestó un poderoso golpe a los elementos capitalistas, y la base económica del régimen se ha fortalecido considerablemente con la ampliación del sector del Estado –socialista– de la industria. Las palancas de mando se hallan hoy, en manos de los gobiernos y el sector de Estado suministra del 80 al 95% de la producción industrial.

Carácter socialista del sector del Estado

En su obra: «Las modificaciones en la economía del capitalismo después de la segunda guerra mundial», escrito en 1946, el académico Eugen Varga califica la industria de Estado de los países de democracia popular, de industria capitalista de Estado [1], allí dice que:

«Una gran parte de los medios de producción de la industria, han pasado a estar bajo el poder y dirección del Estado, es decir, que el capitalismo de Estado predomina». (Eugen Varga; Las modificaciones en la economía del capitalismo después de la segunda guerra mundial, 1946)

Es cierto, que en su discurso, pronunciado como resumen de los debates consagrados a dicho libro –hablamos en los días de mayo de 1947–, Eugen Varga ha reconocido su equivocación. No por eso esta cuestión merece ser menos examinada.

Considerar la industria de Estado de los países de democracia popular como una forma de capitalismo de Estado, es desconocer la esencia misma del régimen de democracia popular, es olvidar la simple verdad, que, en la producción capitalista de Estado los beneficios van a parar a manos de los capitalistas y que esta forma de producción está basada en la existencia de dos clases antagónicas: la burguesía que posee los medios de producción y el proletariado, explotado, que los hace funcionar. Sin embargo en los países de democracia popular sólo la clase obrera está representada en las empresas del Estado, y esta clase, aliada a todas las categorías de trabajadores, posee los principales instrumentos y medios de producción. Es decir, que las empresas del Estado no trabajan para los capitalistas, sino para el mejoramiento de la situación material de los trabajadores. El sector del Estado que predomina en la industria y desempeña un papel dirigente en el conjunto de la economía, es socialista por su naturaleza: el hecho de que el poder político pertenezca a los trabajadores asegura la marcha de la economía nacional hacia el socialismo. En lo que concierne al sector privado capitalista cuya participación relativa es insignificante en la industria y el comercio al por mayor, pero que tiene en su poder todavía una parte de relativa importancia en el comercio al por menor, el Estado de democracia popular aplica a su respecto una política restrictiva consistente en la reglamentación de los suministros de materias primas y de combustibles, en el control de los precios, y en el sistema fiscal. Esta política está destinada a limitar, a aislar y finalmente a desalojar a los elementos capitalistas.

La reforma agraria

En los países de democracia popular, antes países feudales, la liquidación de la gran propiedad agraria, la completa utilización de las tierras y la entrega de tierras a los campesinos que poseían poca o que carecían totalmente de ella ha sido de una importancia fundamental. El principio sobre la reforma agraria que se ha llevado a cabo en estos países es el de: «la tierra pertenece a los que la trabajan». Con alguna diferencia en el ritmo de aplicación y de fijación de las superficies máximas de la propiedad territorial privada, la reforma agraria ha asegurado en todos los países de democracia popular la liquidación de la gran propiedad latifundista y de los vestigios feudales así como la entrega de tierra y de instrumentos agrícolas a los campesinos que no poseían nada o una parte insuficiente de tierra.

El poder popular presta toda su ayuda a la organización de cooperativas agrícolas de producción. No obstante, estas cooperativas no llegan a ser todavía koljóses al igual que los existentes en la Unión Soviética; pues los campesinos que entran en una cooperativa de producción ponen al servicio de ésta todo su terreno cultivado, sus animales de trabajo y sus instrumentos, sin perder por esto su derecho de propiedad sobre la tierra. El trabajo es remunerado según las jornadas de trabajo suministradas –las jornadas de trabajo son una unidad abstracta de cálculo– pero una parte de los ingresos de la cooperativa se reserva para el arriendo de la tierra entregada a los miembros de la cooperativa. A pesar de ello la cooperativa constituye ya una forma primitiva de unión de las explotaciones campesinas y del trabajo colectivo de la tierra. La creación de una gran agricultura socialista supone el fortalecimiento de la unión entre la clase obrera y los campesinos, bajo la dirección de la clase obrera, el desarrollo de la industria socialista que produzca las máquinas necesarias para la gran producción agrícola, el que los campesinos adquieran conciencia sobre las ventajas de la economía agrícola colectiva. En esta obra no es permitida ninguna precipitación.

Hasta aquí las pequeñas explotaciones campesinas continúan predominando en el campo, y la clase de los kulaks, la clase de los explotadores más feroces y numéricamente la más importante, existen todavía. Las reformas sociales realizadas no han demolido todavía las bases económicas de la clase de los kulaks. En la etapa actual se trata de limitar la explotación kulak. La liquidación de los kulaks como clase queda reservada al porvenir y subordinada a la colectivización previa de la agricultura. Por otra parte no hay que olvidar que la nacionalización de la tierra todavía no ha sido efectuada en los países de democracia popular y que sin ella, el socialismo en el campo es imposible. Ganando a los campesinos, libre y progresivamente para las cooperativas agrícolas de producción, multiplicando las estaciones de máquinas y tractores, prohibiendo el arriendo de tierras, limitando y prohibiendo la compra y venta de tierras, se crean las condiciones propicias para la nacionalización de la tierra, para su entrega en disfrute a los campesinos trabajadores por un tiempo ilimitado.

Planificación

Otro índice de los éxitos obtenidos en los países de democracia popular reside, en la realización de los planes bienales y trienales de restablecimiento económico y en el paso a los planes de mayor duración de desarrollo y reorganización económica. En Checoslovaquia el plan de dos años ha sido realizado ya y se ha adoptado un plan de cinco años. En Bulgaria el plan de dos años está a punto de ser realizado y un plan quinquenal fue discutido en el Vº Congreso del Partido de los Trabajadores Búlgaros (comunistas). En Polonia el plan trienal terminará en 1949 y se ha preparado un plan de seis años, que fue discutido en diciembre de 1948 en el Congreso de unificación de los partidos obreros, donde se creó el Partido Unificado Obrero Polaco. En Hungría, el plan trienal fue realizado en dos años y cinco meses. Rumanía ha adoptado un plan para 1949 y Albania un plan bienal.

El ímpetu de los trabajadores se puso de manifiesto en la construcción del primer ferrocarril en Albania; en los trabajos del canal de irrigación Danubio-Tisza, en Hungría; en la construcción de la ciudad Dimitrovgrad, en Bulgaria, etc. Todos los éxitos obtenidos se explican por la conciencia que tienen los trabajadores de ser los dueños de su país.

El paso a los planes en perspectiva de cinco años o más, se ha hecho posible por la extensión y fortalecimiento del sector del Estado –socialista– como palanca esencial de toda la actividad económica. Una de las funciones esenciales de estos planes es la de crear las bases de la edificación del socialismo. «El plan quinquenal es nuestra vía hacia el socialismo», dicen los trabajadores de Checoslovaquia. Y no hay nada más cierto: el régimen económico actual de los países de democracia popular es un régimen de transición del capitalismo al socialismo.

Las palancas de mando de la economía nacional están en manos del Estado, pero se conserva la propiedad privada de algunos instrumentos y medios de producción en proporciones restringidas, es cierto, y bajo el control del Estado. La economía en su conjunto está compuesta además del sector socialista, por un sector capitalista privado y un sector de pequeños comerciantes y tenderos. Su transformación en un sistema único socialista es cosa del futuro.

La unidad política e ideológica

Las perspectivas de la planificación se basan en el terreno político sobre el fortalecimiento de la unidad política e ideológica, así como en la unidad de organización de la clase obrera. En Rumanía los partidos socialdemócrata y comunista se han fusionado en un partido obrero único llamado: Partido Obrero Rumano. En Hungría, el Partido de los Trabajadores Húngaros ha sido creado sobre la base de esos dos partidos homólogos. En Checoslovaquia, los restos de los partidos socialdemócratas se han unido con el Partido Comunista de Checoslovaquia. En Bulgaria, se ha fusionado el partido socialista con el comunista formando el Partido de los Trabajadores Búlgaros (comunistas), en Polonia como ya dijimos se ha creado de una unión similar el Partido Obrero Unificado Polaco.

Como señalaba el Secretario General del Comité Central del Partido de los Trabajadores Húngaros, Mátyás Rákosi, la unificación de los partidos obreros no es la simple adición, sino la multiplicación de sus fuerzas puesto que, poniendo fin a la existencia de dos corrientes ideológicas diferentes, aumenta la cohesión de la clase obrera, y refuerza su papel dirigente en el Estado y en la sociedad.

En todos los países de democracia popular, los representantes de la reacción han sido eliminados de los gobiernos, lo que ha permitido la formación de gobiernos obreros y campesinos.

Los frentes populares

La situación actual en las democracias populares se caracteriza igualmente por la reorganización de los frentes populares –bajo el nombre de frente patriótico, nacional, etc–. Después del aplastamiento de los ocupantes alemanes por el ejército soviético y el derrocamiento de los antiguos regímenes por los trabajadores de los países en cuestión, las tareas fundamentales de los frentes populares eran: aniquilamiento de la reacción, lucha por la independencia nacional, democratización de la vida social y política. En lo fundamental estas tareas fueron realizadas en 1947-48 y hoy ya no constituyen una guía práctica para la acción.

Paralelamente, la organización inicial de los frentes populares ha dejado de corresponder a las tareas de la nueva etapa. Mientras que antes de 1947-48 los frentes populares eran una especie de coaliciones de partidos, la nueva etapa de desarrollo –marcha hacia el socialismo– exige una unión más estrecha de las fuerzas populares. Desde entonces ha sido necesario reorganizar los frentes populares, transformarlos en organizaciones con un programa preciso, con organismos dirigentes elegidos y una disciplina para todos sus miembros, en organizaciones dedicadas a edificar el porvenir bajo la dirección de los nuevos partidos obreros. Esta reorganización de los frentes populares fue realizada en 1947-48.

Organizados según los principios del centralismo democrático, los frentes populares comprenden, además de los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones cooperativas, las organizaciones de mujeres, de jóvenes y otras organizaciones públicas, así como a título individual toda persona que reconoce los estatutos y el programa y que trabaja en una de sus organizaciones, haciendo resaltar el papel dirigente de la clase obrera, los nuevos programas de los frentes populares señalan como tarea esencial la edificación de la sociedad socialista.

Con este fin es preciso reforzar y extender el sector de Estado de la economía, desarrollar las cooperativas agrícolas de producción, ampliar y profundizar la planificación de la economía, desarrollar el espíritu de iniciativa y la emulación en los trabajadores.

La fuerza dirigente de las democracias populares es el partido comunista –proletariado–. El partido comunista forma parte de los frentes populares, pero lejos de diluirse en ellos, el partido los dirige. Más aún, los partidos comunistas se presentan delante del pueblo abiertamente, con su propio nombre, como una fuerza política independiente que dirige la edificación socialista.

Si el partido comunista abandonara su posición dirigente, se negaría a sí mismo como vanguardia de la clase obrera, la única capaz de inspirar y dirigir la emancipación de todas las demás categorías de oprimidos. Este abandono, del que se han hecho culpables los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, conduce necesariamente al oportunismo político, al abandono de la propia edificación socialista y, finalmente, a aliarse a la reacción. Los frentes populares han jugado un papel magnífico en la lucha contra los invasores fascistas y la reacción interior, y deben continuar siendo en el futuro un arma importante para la consolidación de las fuerzas democráticas. Pero no sustituyen ni pueden sustituir al partido Comunista. Dado las clases que los componen, los frentes populares no pueden jugar un papel positivo más que bajo la dirección del partido comunista, vanguardia organizada de la clase obrera y de todos los trabajadores.

La lucha de clases

En la nueva etapa de las democracias populares –etapa de la edificación socialista–, el sentido y contenido de la unión de la clase obrera y de los campesinos se ha modificado.

Después de la liberación esta unión iba dirigida contra los grandes capitalistas y terratenientes, orientándose concretamente a la nacionalización de la gran industria y de los bancos, la supresión de las grandes propiedades latifundistas, la distribución entre los trabajadores del campo de las tierras confiscadas, la creación de bases del poder popular.

Hoy la unión de la clase obrera y los campesinos significa: apoyarse sobre los pequeños campesinos y fortalecer la unión con los campesinos medios. Esta unión está dirigida hoy contra los elementos capitalistas de la ciudad y del campo, para llegar concretamente a hacerlos retroceder y eliminarlos, y al fortalecimiento de los elementos socialistas; a una ayuda acrecentada a las explotaciones de los campesinos laboriosos, al desarrollo de las cooperativas agrícolas.

Sin embargo, el régimen de democracia popular continúa desarrollándose en una atmósfera de lucha de clases encarnizada, lucha que no solamente no se debilitará a medida que se aproxime al socialismo, sino que por el contrario se irá agudizando. En las ciudades, los elementos explotadores, privados del poder político y habiendo perdido sus posiciones económicas, recurren al sabotaje, al espionaje, al terrorismo y al diversionismo. En el campo, los kulaks destruyen el grano a fin de sabotear el plan de almacenamientos, asesinando a los militantes de los partidos obreros así como a los representantes del poder popular, infiltrándose en las organizaciones regionales, a fin de comprometer, por los abusos que cometen en ellas, al poder popular. Esta intensificación de la lucha de clases está en la naturaleza de las cosas.

Los supervivientes de la reacción interior están sostenidos e inspirados por los imperialistas anglo-estadounidenses. Es esto lo que ha revelado el proceso de Luliu Maniu, en Rumanía, de los grupos de Nikola Petkov y Kosta Lultchev en Bulgaria, así como los diversos procesos reaccionarios en los demás países de democracia popular.

Los elementos pertenecientes a las clases enemigas se esfuerzan también por actuar sobre los propios partidos comunistas. Es su influencia lo que explica que desde finales de 1947 los elementos nacionalistas, chovinistas, dominen en el Partido Comunista de Yugoslavia donde no se habían manifestado antes. De este modo hacen que sobre el pueblo yugoslavo pese la amenaza de la transformación de Yugoslavia en un Estado burgués.

En Polonia la desviación oportunista y nacionalista se puso de manifiesto en la posición del antiguo Secretario General del Comité Central del Partido Obrero de Polonia, Władysław Gomułka. Subestimando el carácter explotador de la clase de los kulaks, Władysław Gomułka había pensado que Polonia podría llegar al socialismo por vías que le fueran «propias». De hecho, esta vía «propia» no era otra cosa que la teoría del «justo medio» una «tercera vía» que marcharía entre el socialismo y el capitalismo, comparable a las «terceras fuerzas» occidentales. Como es sabido el Partido Obrero Unificado Polaco ha vencido esta tendencia oportunista y se ha fortalecido aún más sobre la base de la lucha de clases.

Ciertos errores han sido cometidos igualmente en la dirección del Partido de los Trabajadores Búlgaros (comunistas), principalmente por la subestimación de la necesidad de intensificar la lucha de clases en el período de transición que va del capitalismo al socialismo. Se ha hablado en Bulgaria –como también en Polonia y Rumanía– de las relaciones armónicas que serían posibles entre los tres sectores de la economía nacional –sector del Estado, sector capitalista, sector del pequeño comercio y de los tenderos–.

Esta teoría de las relaciones armónicas entre los tres sectores era de hecho equivalente a la teoría del equilibrio» fustigada por Iósif Stalin en 1929 en su discurso conocido como: «En torno a las cuestiones de política agraria en la Unión Soviética».

Iósif Stalin decía entonces:

«La cuestión está planteada así: o un camino, u otro; o marchamos hacia atrás, hacia el capitalismo, o hacia adelante, hacia el socialismo. No hay ni puede haber un tercer camino». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En torno a las cuestiones de política agraria en la Unión Soviética, 29 de diciembre de 1929)

¿Cómo realizar el socialismo?

Para los países de democracia popular no existe otra vía diferente a la seguida por la Unión Soviética para llegar al socialismo. Y sin embargo no se trata tampoco de una simple repetición de la vía seguida por la Unión Soviética.

Se identifica en los problemas fundamentales. En los dos casos el camino es el de la industrialización socialista, de la colectivización socialista, de la lucha de clases intensiva, de la supresión de las clases explotadoras, de la unión de la clase obrera con los campesinos laboriosos, sobre la base de que el papel dirigente pertenezca a la clase obrera, dirigida esta misma por el Partido Comunista. Las diferencias –entre la vía seguida por la Unión Soviética y las vías que tienen que seguir las democracias populares– concierne a ciertas particularidades en las medidas concretas a adoptar, a los medios de su ejecución, a las formas y a los ritmos del movimiento. Pero en ninguno de los casos estas diferencias ponen en cuestión la identidad de los principios fundamentales. Por el contrario, reconocer el fondo común no significa que sea preciso pasar por encima de las particularidades determinadas por el desarrollo histórico. Sería en efecto absurdo no ver las diferencias que existen entre Checoslovaquia, país industrial y Albania, país agrícola.

No obstante es una desviación nacionalista pretender que existen tantas vías que conduzcan al socialismo como países existentes. Esto es olvidar todas las enseñanzas que se desprenden de la experiencia de la Unión Soviética y desconocer las leyes esenciales del paso del capitalismo al socialismo, expuestas por los maestros del marxismo y verificadas en la práctica por el Partido Comunista de la Unión Soviética. La Unión Soviética ha edificado el socialismo cuando se hallaba cercada por los países capitalistas. Los países de democracia popular han emprendido la edificación del socialismo en un mundo, donde la correlación de fuerzas estaba ya modificada con ventaja para el socialismo, cuando la Unión Soviética puede aportar una ayuda económica, diplomática, etc. En su informe al Congreso de Unificación de los Partidos Obreros de Polonia, Bolesław Bierut decía:

«Así como el punto de partida de nuestra democracia popular es la ayuda heroica prestada por la Unión Soviética, del mismo modo la más importante de las particularidades que diferencian nuestra vía de la vía soviética es la ayuda que nos ofrece la Unión Soviética y la utilización de la experiencia y de las realizaciones de la dictadura victoriosa del proletariado». (Bolesław Bierut; Informe al Congreso de Unificación de los Partidos Obreros de Polonia, 1948)

En las condiciones actuales, cuando el mundo está dividido en dos campos, el campo imperialista y antidemocrático de una parte y el campo antiimperialista y democrático de otra, cuando se está librando una lucha encarnizada entre los dos campos, ningún país de democracia popular puede edificar el socialismo sin la ayuda de la Unión Soviética y de los otros países de democracia popular.

El no querer aceptar la ayuda de las fuerzas revolucionarias y democráticas, la sobreestimación de sus propias fuerzas interiores, el abandono del internacionalismo y el paso al nacionalismo burgués conducen infaliblemente al abandono del campo democrático, a la subordinación al imperialismo, a la pérdida por consiguiente de la independencia nacional, como lo testimonia el resultado de la funesta actividad del grupo nacionalista de Tito en Yugoslavia.

La lucha por el socialismo sólo es posible bajo la bandera del internacionalismo proletario y en fraternidad con la Unión Soviética:

«La democracia popular aboga por el internacionalismo, el nacionalismo es incompatible con la democracia popular». (Georgi Dimitrov; Informe al Vº Congreso del Partido de los Trabajadores Búlgaros (comunistas), 18 de diciembre de 1948)

Estado y Democracia Popular

¿Cuál es el tipo de Estado en los países de democracia popular, en la etapa actual de su desarrollo? Ya ha sido indicado más arriba que:

a) En los países de democracia popular el poder de la burguesía ha sido suprimido y reemplazado por el poder político de los trabajadores dirigidos por la clase obrera;

b) La base principal del gobierno en el terreno económico es el sector socialista, que es el sector más importante;

c) La democracia popular es una etapa intermedia entre el capitalismo y el socialismo. En consecuencia, el Estado de democracia popular, es un Estado proletario porque está dirigido por la clase obrera. Es un Estado socialista porque su objetivo es la realización del socialismo.

Sabemos, que nos quedan tareas económicas para construir la base fundamental del socialismo. Pero como decía Lenin:

«Ningún comunista ha negado tampoco, a mi parecer, que la expresión república socialista soviética significa la decisión del Poder Soviético de llevar a cabo la transición al socialismo; mas en modo alguno el reconocimiento de que el nuevo régimen económico es socialista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca del infantilismo «izquierdista» y del espíritu pequeñoburgués, 1918)

Por esto, el Estado de los países de democracia popular es socialista, de la misma forma que lo ha sido el Estado soviético en la primera fase de su desarrollo y ejerce las mismas funciones. El Estado de democracia popular desempeña las mismas funciones que el Estado soviético en la primera fase de su desarrollo puesto que:

a) Rompe la oposición de la clase capitalista desplazada de su poder en el interior del país;

b) Vigila por la defensa del país contra toda agresión exterior;

c) Dirige la economía nacional y la educación cultural de las masas.

Sin embargo, el Estado de los países de democracia popular y el Estado soviético, en la primera fase de su desarrollo, difieren por su forma.

La forma del Estado socialista soviético es la república soviética. Los soviets de diputados obreros, de los campesinos y del ejército rojo, base política de la república soviética en la primera fase de su desarrollo, estaban constituidos con arreglo a un derecho de voto que no era ni igual ni universal. Los órganos medios y superiores del poder eran elegidos en sufragio indirecto, en diversos grados.

La forma de Estado de los países de democracia popular es la de la república popular, cuya base política está constituida por los comités populares, los consejos populares, los comités nacionales; elegidos todos por sufragio universal igual. Todos los organismos de poder, inferiores, medios y superiores son elegidos por sufragio directo.

Una de las formas de unión de la clase obrera y de su partido con las masas laboriosas en los países de democracia popular es la de los frentes populares, tipo de organización que no ha existido en la Unión Soviética. La propia clase obrera, que es, sin embargo, la clase dirigente en los países de democracia popular, no tiene ninguna ventaja desde el punto de vista electoral sobre los campesinos, como fue el caso de la Unión Soviética en la primera fase de su desarrollo y hasta la Constitución de 1936.

No obstante, si la forma de Estado en los países de democracia popular es diferente de la forma soviética en la primera fase de su desarrollo, la ley esencial del paso del capitalismo al socialismo no ha sido modificada; es decir, que el Estado ejerce la dictadura revolucionaria del proletariado. De esta forma se confirma la previsión de Lenin:

«La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

Lo que importa no es la forma de Estado, sino la clase a la que ha pasado el poder, no es la forma de organización política sino su contenido social. En los países de democracia popular el contenido lo proporciona el hecho de que la democracia popular se transforma, bajo la dirección del partido comunista, en democracia socialista.

Entre el Estado de los países de democracia popular y el Estado soviético actual, existe una diferencia de desarrollo histórico: el Estado de la Unión Soviética es el Estado del socialismo vencedor; el Estado de los países de democracia popular es el Estado del socialismo en construcción. En los dos casos el poder es popular. Pero el pueblo no es el mismo en la Unión Soviética que en los países de democracia popular. En la Unión Soviética el pueblo está formado por la nueva clase obrera, por los campesinos koljosianos y por la capa de intelectuales soviéticos. La situación es diferente en los países de democracia popular, porque subsisten todavía en ellos, residuos de las clases explotadoras. Es decir, que la sociedad no está compuesta únicamente por trabajadores, no forma un todo homogéneo. La propia clase obrera no ha alcanzado todavía el nivel de la clase obrera de la Unión Soviética, los campesinos no son todavía koljosianos y los intelectuales, en su conjunto, no son todavía verdaderos intelectuales del pueblo. Con la liquidación definitiva de las clases explotadoras, la industrialización socialista y la colectivización socialista de la agricultura, la democracia popular llegará a ser, por la misma vía que la sociedad soviética, una democracia socialista completamente desarrollada al igual de la democracia soviética.

Notas

[1] El capitalismo de Estado fue al lado del sector socialista, una forma de organización económica adoptada por la Unión Soviética al salir de la guerra civil, cuando la economía debilitada exigía el concurso de los capitalistas rusos y extranjeros en ciertos límites y por un tiempo determinado bajo el control del Estado proletario. Lo importante a retener es que, el capitalismo de Estado, retroceso provisionalmente necesario, no representó en ningún caso una forma de transición hacia el socialismo, habiendo sido éste realizado por la ampliación del sector socialista y el desarrollo de la cooperación campesina.

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