Aliet Arzola Lima, enviado especial de Granma
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LIMA, Perú.–Hace dos semanas que no llueve en Piura. Un chubasco leve mojó las calles de una ciudad saturada de agua en los pasados meses, tortuosos por el torrente que avanzaba sin piedad desde la sierra de Huarmaca, distrito ubicado en la provincia de Huancabamba.
Allí, al este de la capital del departamento de Piura, nace el río homónimo que a finales de marzo desbordó su cauce y arrasó con todo en su camino. Casi 200 000 viviendas afectadas, un centenar de fallecidos y más de un millón de personas damnificadas fue el saldo del fenómeno que conmocionó al mundo.
Pero justo hace dos semanas, cuando volvió a llover en Piura y alguien se asustó recordando los sucesos del pasado, los 23 profesionales de la salud cubanos, miembros del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve, permanecían en calma.
Algunos trabajaban en el hospital de campaña y otros seguían vinculados a la lucha antivectorial. «Todos estamos bien, luchando, “batíos”, enfrentando la tarea», comentó a Granma Rolando Piloto Tomé, jefe del Contingente, quien tuvo un espacio para atendernos, vía telefónica, ya avanzada la noche peruana.
«Ha lloviznado, pero nada significativo, no puede compararse con lo que vimos aquí en nuestra llegada el 31 de marzo, hace 65 días. En ese momento no se podía acceder a muchas poblaciones totalmente incomunicadas, algo que ya ahora se ha solucionado», reseña Piloto.
Según nos cuenta, la situación en Piura –departamento ubicado a 1 000 kilómetros de Lima– ha ido mejorando. Ya no hay lodo en las calles y poco a poco la imagen de la ciudad retoma el mosaico habitual, aunque todavía muchas personas sufren por los daños materiales y las complicaciones sanitarias.
«Trabajamos directo en los campos de refugiados y en comunidades inundadas a partir de que las condiciones meteorológicas mejoraron. Desde el inicio se preveían epidemias, teniendo en cuenta que el mosquito Aedes aegypti proliferaría rápido y que en la zona no se ha hecho un control profundo en los últimos años», explica el doctor Rolando, un veterano del Contingente desde el 2007 (inundaciones en Tabasco, México).
Y en efecto, los focos de zancudos, como les llaman en Perú a los mosquitos, se multiplicaron y provocaron una «epidemia controlada» de dengue, según declaraciones de Patricia García, ministra de Salud de la nación andina.
«Se han reportado más de 20 000 casos de dengue, ya con 28 fallecidos, y existe preocupación no solo por esa enfermedad, sino por otras de transmisión como la leptospirosis o el cólera, que podrían propagarse por plagas de roedores o la propia situación hídrica. Sin dudas es complejo, pero tenemos el marcado objetivo de bajar a cero los casos de enfermedades contagiosas», precisa Piloto.
Ante ese peligro, se ha habilitado un hospital de campaña para el enfrentamiento del dengue en el corazón de Piura, centro que cuenta con 68 camas, 19 de ellas atendidas durante las 24 horas por personal cubano: dos médicos y una enfermera que rotan por esos puestos ininterrumpidamente.
UN INMENSO RADIO DE ACCIÓN
Tras 65 jornadas de poco respiro, los cubanos en Piura han atendido a más de 20 500 damnificados, a razón de más de 300 en cada fecha, ya sea en turnos de guardia o consultas de Medicina General, Pediatría y Ginecología, sin obviar otras tareas enfocadas en la prevención sanitaria y epidemiológica.
Lo más notable de las cifras es que todo ese trabajo lo han realizado solo 23 profesionales, divididos en 12 médicos, cinco licenciados en Enfermería y otros cinco en Higiene y Epidemiología, y un encargado de cuestiones logísticas.
La fórmula para lograr tanta eficiencia la explica el doctor Enmanuel Vigil, quien se unió a otros miembros de la brigada para conversar con Granma, también vía telefónica.
«El trabajo es muy dinámico, hacemos guardia en los campamentos, estamos siempre disponibles para las personas necesitadas, tratamos de complacer a todos y, en honor a la verdad, a veces no damos abasto. Esto se aplica para los médicos y el personal de enfermería, que ha hecho una labor estelar», asegura Pichi, como le conocen en el grupo a Vigil.
La camaradería es una de las cualidades fundamentales en este grupo, en el cual no hay espacio para celos profesionales, porque todos, absolutamente todos, tienen un peso determinante en el resultado final de la labor.
«Lo que hacemos es sencillamente poner en práctica lo que aprendimos durante toda la carrera. Siempre nos vinculamos a médicos y trabajamos con ellos mano a mano. Esa es la esencia de la Henry Reeve, orgullo y logro de la medicina cubana, desde donde defendemos los principios de la Revolución y el socialismo», nos confiesa Enio Legrá Frómeta, licenciado en Enfermería con 34 años de experiencia y activo en el hospital siquiátrico de Guantánamo.
Pero la dinámica grupal va más allá del quehacer en hospitales y consultas, la convivencia en los asuetos también demanda del trabajo colectivo. «Todos cocinamos, de acuerdo con los turnos que nos correspondan, y se toma el tiempo libre justo, ni un minuto más. Tenemos un lugar donde descansamos, pero en realidad estamos viviendo en muchas partes, desde el hospital en Piura hasta los sitios de campaña en otras localidades más lejanas», añade Vigil.
En Catacao, La Arena, La Matanza, Cura Mori, Narihualá y Pedregal, poblados muy cercanos al río Piura, se ha sentido el impacto de la misión, un colectivo multidisciplinario que administra las pocas horas de sueño y deja la piel en su campo de batalla.
Esa faena es admirada en cada rincón y, por ejemplo, en el Distrito de La Arena el alcalde Harrison Talledo les entregó la Medalla del Honor que otorga la municipalidad. El propio dirigente expresó el agradecimiento de todos los pobladores por los gestos humanitarios de nuestros cooperantes.
Así, las muestras de cariño y gratitud aparecen en cualquier rincón, lo mismo en las redes sociales que en las palabras de niños, ancianos o embarazadas encantadas con la entrega de un grupo estelar, capaz de cruzar un río en balsa o caminar kilómetros y kilómetros por caminos intrincados.
«Todo se hace con mucha responsabilidad y extremando las medidas de protección, porque enfrentamos riesgos constantes y si nos enfermamos, quién va a hacer el trabajo», reflexiona Vigil.
Justo esa disposición ante un reto de grandes magnitudes fue elogiada por la ministra Patricia García, en declaraciones ofrecidas a la periodista Milenis Torres, del Sistema Informativo de la Televisión Cubana.
«Ellos no temen a nada», aseguró tajante la dirigente peruana. «En las condiciones más difíciles, frente a los problemas más graves, no solo aportan, sino que además ayudan a los otros profesionales a hacer mejor su labor. Estamos agradecidos con el gobierno cubano y como luchadores saldremos adelante», destacó.
Enfrascados precisamente en limitar los daños por la situación epidemiológica, los cubanos no se confían a pesar de que los pronósticos indican que los niveles de infección bajarán. Ellos se preparan para el escenario más complejo.
«Además de atender a los pacientes, nos vinculamos a la campaña autofocal y de fumigación, porque el objetivo es dejar un territorio libre de peligros por dengue o cualquier otra epidemia», recalca Enmanuel Vigil.
CONTINGENTE HENRY REEVE: EJEMPLO PARA LA HUMANIDAD
Sin importar cuándo será el punto final de la labor, este grupo de 23 profesionales mantiene intacto su compromiso, haciendo honor a todos los reconocimientos recibidos por el Contingente en los últimos tiempos.
Por ejemplo, hace poco más de una semana, en Ginebra, Suiza, el ministro de Salud de Cuba, doctor Roberto Morales y el doctor Félix Báez, especialista cubano que sobrevivió al contagio del ébola como miembro del Contingente en África Occidental, recibieron en nombre del batallón Henry Reeve el Premio de Salud Pública en Memoria del doctor Lee Jong-wook.
La Organización Mundial de la Salud reconoció en su LXX Asamblea la relevancia del trabajo realizado durante más de una década por los profesionales cubanos, que han brindado sus conocimientos y ayuda en los escenarios más angostos, y frecuentemente en condiciones de alto riesgo.
Galardones de este tipo confirman la admiración mundial por la profesionalidad, humanidad y solidaridad del personal de la salud en Cuba, formados todos gracias a la obra de la Revolución.
Así nos lo confesó Leonardo Salva, uno de los epidemiólogos presentes en Piura: «Seguiremos dedicados a nuestro trabajo hasta que sea necesario, representando a Cuba y a Fidel. Mucha gente nos habla de su ejemplo aquí y eso tiene un gran significado, porque él creó el Contingente y nos motivó siempre a darlo todo en cada lugar al que fuéramos, para salvar vidas y ayudar a los más pobres».