Tiempos de récord para el negocio de la guerra

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Por Francisco Arias Fernández

Mientras uno de cada ocho habitantes del planeta se va a la cama con hambre,  abatido por la pobreza, diariamente se gastan en el mundo mil millones de dólares en comprar armas.

De acuerdo con el último informe del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI, por su sigla en inglés), publicado a finales de diciembre del pasado año, en 2016 se vendieron 374 800 millones de dólares en armas, lo que representa un aumento del 1,9 respecto al año precedente, y por primera vez en cinco años, las ventas de las 100 principales compañías de armas del mundo se incrementaron.

Señala el informe que ello ocurrió “en medio del quinto año más mortífero desde el fin de la Guerra Fría”, a  pesar de que los conflictos armados en el mundo disminuyeron de 52 en el 2015 a 49 en el 2016.

La guerra es un gran negocio, sobre todo para la industria armamentística y los conflictos en curso constituyen una importante fuente para las ventas de las empresas estadounidenses, que ocupan siete de los diez primeros lugares de la lista, crecieron un 4% impulsadas por “las operaciones militares fuera del país así como las adquisiciones de grandes sistemas armamentísticos por parte de otras naciones”. Las compañías de Estados Unidos representaron el 57,9% de las ventas y las occidentales en general, el 82,4%.

Los principales fabricantes venden ahora 38% más que en 2002, cuando la organización comenzó a divulgar estos datos. Los que siguen dominando el mercado armamentístico en el mundo son Estados Unidos y Europa. Solo en EE. UU., 38 fabricantes de armas están entre los 100 con mayor volumen de negocio. Sus ventas representan más de la mitad del comercio mundial. De los cien actores más importantes suponen un 54,4 por ciento.

La firma estadounidense de defensa Lockheed Martin, el mayor productor del mundo, registró un aumento de las ventas de 11%, gracias a las mayores entregas de su caza   F-35 y a la adquisición del productor de helicópteros Sikorsky.

Aude Fleurant, directora del Programa de Gastos Militares y Armas del SIPRI, consideró durante el anuncio del informe que es probable que el crecimiento de Estados Unidos continúe en los próximos años, pues el presidente Donald Trump aumentaría el presupuesto del Pentágono y pretende renovar el arsenal nuclear de Estados Unidos.

Pocos días después,  Donald Trump rubricó el proyecto de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés) que prevé casi 700 000 millones en gastos militares para el próximo año fiscal, y aseveró: “Con esta firma aceleramos el proceso de restaurar completamente el poderío militar de Estados Unidos. Esta legislación mejorará nuestra agilidad (…) y modernizará nuestras fuerzas y ayudará a dar a nuestros colaboradores las herramientas que necesitan para pelear y ganar”.

“El crecimiento en la venta de armas se esperaba y viene impulsado por la implementación de nuevos programas nacionales de armas importantes, operaciones militares en curso en varios países y tensiones regionales persistentes que están llevando a una mayor demanda”, señala el informe del SIPRI.

Si los datos de ventas globales del 2016 resultan espeluznantes, una sola noticia nos reveló que EE.UU. venderá a Arabia Saudí 380 000 millones de dólares en armamento, según un acuerdo rubricado en mayo pasado por los mandatarios de ambos países en Riad, durante la primera gira internacional del magnate estadounidense.

La Casa Blanca, envuelta en una abierta encrucijada contra Irán y Siria, apuntó que estos acuerdos muestran “de la manera más clara posible” el compromiso de Estados Unidos con los países del Golfo Pérsico.

No importa el sufrimiento que generen los presentes y próximos conflictos, cuántos muertos  haya que lamentar, ni el hambre que generen los venideros desplazamientos y éxodos, la reacción inmediata del Presidente estadounidense tras la firma del contrato multimillonario fue la del hombre de negocios no la del estadista. Dijo que había sido un “día tremendo”: “Tremendas inversiones en Estados Unidos. Cientos de miles de millones de dólares en inversiones dentro de Estados Unidos y trabajos, trabajos, trabajos”.

Una vez más lo que importó fue Norteamérica y el discurso electorero a miles de kilómetros de Washington lo demostró. Sin embargo, no habló de sangre que será mucho más segura que los presuntos empleos en la otra parte del Atlántico, como lo demuestran las actuales guerras que destruyen esa y otras regiones del mundo.

Un mes después el Departamento de Estado anunció la aprobación de la venta a Taiwán de armas por un valor total de 1400 millones de dólares, lo que provocó la protesta inmediata de China, y en noviembre -en medio de las tensiones con Pyongyang- Trump reveló durante su visita a ese país que Corea del Sur comprará armas estadounidenses por un valor de “miles de millones de dólares”.

Estadísticas disponibles y cálculos del International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres, señalan que las guerras causaron en 2013 cerca de 113.000 muertos en todo el planeta, 180 000 un años después y 167 mil en 2015.

Del 2016 el dato al alcance lo aportó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien afirmó que al menos 8.000 niños murieron o resultaron heridos ese año en situaciones de conflicto en el mundo. Acotó además su preocupación por el aumento del reclutamiento de niños soldado, el aumento de los ataques contra escuelas y hospitales y los casos de violencia sexual contra menores.

Según estimado de organismos internacionales, en Siria en cinco años de guerra habían muerto entre 320.000 y 470.000 personas y 1,5 millones han resultado heridas, el 50% de las infraestructuras del país han sido destruidas y al menos cinco millones se han visto obligados a huir de esa nación mientras que entre seis y ocho millones de ciudadanos han abandonado sus hogares y se han desplazado a otras zonas.

Datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), señalan que a partir de la Declaración de los Derechos Humanos aprobada en 1948, los conflictos mundiales han causado cerca de 52 millones de personas refugiadas, un dato que supera el registrado en la II Guerra Mundial.

Son apenas algunos de los insultantes récords de estos tiempos. En pleno siglo XXI a los magnates de la guerra lo único que les sigue importando es su negocio.

Los 49 conflictos armados a nivel global y el hegemonismo estadounidense marcan el ritmo del macabro negocio del armamento.

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