El pasado 26 de julio, la CUP publicó un comunicado sobre la actual situación de Nicaragua. Con él, lo único que hicieron es aumentar más la confusión ya ingente entre la gente de izquierdas. Y es que utilizaron la misma estrategia que los izquierdistas de salón: querer estar a la vez con Dios y con el Diablo.

Están con la Revolución Sandinista pero no con “el Gobierno de Ortega y Murillo en la respuesta represiva que está dando a las protestas que sacuden Nicaragua desde hace semanas. Un gobierno que lejos de escuchar las razones de fondo de muchas de las protestas de las clases populares, se enroca y reprime, en lugar de impulsar la organización y movilización popular”.

¿Protestas de las clases populares? ¿Las mismas que en 2016 volvieron a permitir que Ortega ganara las elecciones con un 72,4 por ciento de los votos y un altísimo 66% de participación? ¿Es posible que en tan poco tiempo ya estén tan descontentas como para montar semejante movida? No parece ni probable siquiera.

Obsérvese cómo, al igual que las citadas “izquierdas” y la reacción más rancia, la CUP acusa al Gobierno Sandinista de reprimir al pueblo. ¿Le atribuirá también todas las muertes? ¿Creerá que los que están asesinando de la manera más salvaje posible y destruyendo el país son revolucionarios? ¿Estos son los que la CUP cree que pueden llevar a cabo la Revolución Sandinista?

También dice la formación anticapitalista que “promover, desde el gobierno, políticas patriarcales, represivas, de regresión de derechos básicos y de destrucción medioambiental significa dejar al margen un gran grueso de las clases populares y regalarle a la derecha y los sectores más reaccionarios un nicho de crecimiento”.

En eso puede que no les falta razón, pero argumentar esto en estos momentos, para negar el apoyo al gobierno nicaragüense (cuando hasta ahora no habían dicho nada a ese respecto) resulta un tanto esquizofrénico.

La CUP no forma parte del Govern de Catalunya, pero, aunque es crítico con él, lo sostiene; el de ahora y el anterior. ¿Por qué no le deja caer? Al fin y al cabo no son más que un grupo de derechistas y burgueses pertenecientes a unos partidos que todo el mundo sabe cómo han gobernado durante muchos años, con bestial represión en muchas ocasiones contra el pueblo incluida.

¿También desde fuera de Catalunya debemos posicionarnos a favor de la República pero en contra de ellos? Aunque duela reconocerlo, a día de hoy la independencia sin esos burgueses que la CUP sostiene es imposible.

Hace unos días los compañeros y compañeras de Red Roja hicieron público un comunicadototalmente diferente al de la CUP, muy interesante, por cierto.

Refiriéndose a formaciones y personas de “izquierda” que arremetieron en su día contra gobiernos que luego fueron derrocados por el imperialismo (Libia, Siria, Ucrania…, aunque afortunadamente con el segundo no pudieron), dejando los países devastados, Red Roja dice en su comunicado: “estos claudicantes parten de granos de verdad… para acabar defendiendo la peor de las mentiras, la actitud más reaccionaria posible en el plano de la confrontación mundial en curso”. Esperemos que con la CUP esto no pase nunca.

 

A continuación adjuntamos íntegro su comunicado:

 

Comunicado sobre el conflicto político en Nicaragua

Ante los hechos que están sucediendo en Nicaragua, la CUP queremos hacer una lectura en clave continental, partiendo del contexto actual de América Latina en que son constantes el intervencionismo imperialista por parte de Estados Unidos, las amenazas de bloqueo económico y los intentos de desestabilización de aquellos estados gobernados por las izquierdas. No podemos entender lo que pasa en Nicaragua sin recordar lo ocurrido en Venezuela, Brasil, Honduras y tantos otros lugares.

Los gobiernos progresistas de América Latina se encuentran frente un reto difícil: evitar que las oligarquías recuperen el poder ayudadas por el imperialismo, para poder seguir avanzando hacia un cambio social radical e irreversible. Esta resistencia y proceso revolucionario debe hacerse de la mano de la gente y de la movilización popular, agotando los procesos de radicalidad democrática y entregando el poder a las clases populares. Nunca en uso de la represión o de la violencia contra el pueblo. Nunca utilizando las herramientas políticas contra las que, precisamente, revoluciones como la Sandinista se levantaron. Promover, desde el gobierno, políticas patriarcales, represivas, de regresión de derechos básicos y de destrucción medioambiental significa dejar al margen un gran grueso de las clases populares y regalarle a la derecha y los sectores más reaccionarios un nicho de crecimiento.

El triomf de la Revolució Sandinista va marcar un abans i un després a Amèrica Llatina i va deixar empremta també als Països Catalans, on els moviments de solidaritat van prendre volada portant molts companys i companyes a lluitar colze a colze amb les sandinistes. El triunfo de la Revolución Sandinista marcó un antes y un después en América Latina y dejó huella también en los Países Catalanes, donde los movimientos de solidaridad tomaron vuelo llevando muchos compañeros a luchar codo a codo con las sandinistas.

Por todo ello, y siempre reivindicando la Revolución Sandinista hoy más que nunca amenazada por el conflicto, no podemos apoyar el gobierno de Ortega y Murillo en la respuesta represiva que está dando a las protestas que sacuden Nicaragua desde hace semanas. Un gobierno que lejos de escuchar las razones de fondo de muchas de las protestas de las clases populares, se enroca y reprime, en lugar de impulsar la organización y movilización popular.

Tenemos muy presentes los intereses geoestratégicos que motivan la injerencia extranjera en el devenir político y democrático del pueblo de Nicaragua: durante los últimos meses hemos constatado como ciertos sectores políticos -también de nuestro país- aprovechaban la difícil situación del país para practicar un intervencionismo que , disfrazado de “voluntad democratizadora”, se guía por unos intereses económicos y políticos determinados. Estas injerencias son radicalmente contrarias a los intereses de las clases populares de Nicaragua y de la radicalidad democrática, y no podemos hacer más que denunciarlos por cualquier medio. El conflicto que se vive en Nicaragua se debe solucionar en Nicaragua, a través del diálogo y la paz.

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