La unidad de la clase obrera. Una concepción oportunista de la lucha por el partido único del proletariado; Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1975

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«Es un hecho evidente que la desunión de la clase obrera española fue una de las causas fundamentales de la pérdida de nuestra guerra nacional revolucionaria contra el fascismo. Su unidad para un hecho concreto –el aplastamiento inicial de la sublevación fascista–, fue el factor decisivo de la victoria del 19 de julio de 1936, pero aquella unidad no estaba cimentada sólidamente, sino que se basaba tan sólo en el impulso de las masas que se lanzaron al asalto de los reductos facciosos sublevados.

La clase obrera española, desde su despertar, estuvo influenciada por ideas no proletarias. Tanto la socialdemocracia como el anarquismo, fueron las ideas predominantes entre el proletariado a través de su historia. Esas ideas de derecha y de «izquierda» le han inducido siempre a sufrir duros fracasos. El nacimiento del Partido Comunista arrancó de manos de las corrientes no proletarias a ciertos sectores conscientes de la clase obrera, mas no consiguió tener una gran influencia en las organizaciones de masas proletarias –sindicales–, ni siquiera durante la guerra. Este hecho fue una de las causas fundamentales de que no se pudiera alcanzar la unidad de la clase obrera, ni siquiera ante la amenaza fascista y de subyugación nacional.

Pero si bien hubo causas objetivas que explican esta debilidad del Partido Comunista de España (PCE), el hecho de que a pesar de la indudable influencia que tenía como tal entre las masas trabajadoras no se hubiera ganado la dirección de un movimiento sindical importante, se debe también a que no supo poner en primer lugar de su política de masas la necesidad de levantar su propia línea sindical revolucionaria. Su política de unidad y de Frente Unido de la clase obrera se limitaba y subordinaba a las alianzas, acuerdos y treguas por arriba, con los líderes socialdemócratas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Los dirigentes del Partido no supieron ver que para forjar una sólida unidad de clase, es imprescindible levantar potentes correas de transmisión entre el Partido Comunista y las masas, para lo cual hubiera sido preciso desplegar un amplio trabajo de masas por abajo, tendente a desplazar la influencia de los líderes y la línea socialdemócrata de la base sindical organizada en la UGT.

En aquella coyuntura era preciso para el Partido Comunista a la vez que enarbolar la bandera de la unidad con el partido socialdemócrata y con las organizaciones de masas bajo su influencia, desplegar una lucha sin concesiones contra la socialdemocracia como ideología y como política de conciliación de clases. Era preciso llevar una labor de esclarecimiento entre la base de masas de la socialdemocracia, de cara a desplazar su influencia y su dirección sobre las organizaciones sindicales.

Lenin dice:

«Sólo el Partido político de la clase obrera, es decir, el Partido Comunista está en condiciones de agrupar, educar y organizar a la vanguardia del proletariado y de todas las masas trabajadoras, el único capaz de contrarrestar las inevitables vacilaciones pequeño-burguesas de estas masas, las inevitables tradiciones y caídas en la estrechez de miras gremial o en los prejuicios sindicales entre el proletariado, y dirigir todo el conjunto de las actividades del proletariado, esto es, dirigir políticamente y a través de él a todas las masas trabajadoras. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Proyecto inicial de la resolución del Xº Congreso del P.C. de Rusia, sobre la desunión sindicalista y anarquista de nuestro Partido, 1921)

Sin embargo, ya en 1935, en la Internacional Comunista, se advirtió sobre las peligrosas tendencias que se manifestaban a rebajar el papel del Partido Comunista en las filas del frente único del proletariado y a reconciliarse con la ideología socialdemócrata [1]. Esta tendencia derechista –en la cual fue a caer el Partido en España en una u otra medida– olvidaba que la política de frente único del proletariado es un método para traer a los obreros bajo influencias no proletarias –en aquel momento la socialdemocracia principalmente– a la política comunista, haciéndoles ver la falsedad de la política reformista. La política de Frente Unido no podía ser nunca una forma de reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas.

La consigna del Partido Único del Proletariado lanzada por el Partido Comunista era una consigna justa, que correspondía a la apremiante necesidad de unir al proletariado y de dotarlo con una dirección política única, que le permitiera cumplir con su papel de clase revolucionaria de vanguardia, asumir la dirección de todo el pueblo para ganar la guerra y continuar la revolución. Pero una cosa era establecer el frente único de los partidos comunistas y socialdemócratas, para lo cual bastaba llegar a un acuerdo sobre la línea a seguir en la lucha contra el fascismo, y otra cosa muy distinta era la unidad política de ambos en un sólo Partido.

Pero si, como hemos visto, la consigna de llegar a la unidad de acción entre ambos partidos se realizó con un enfoque derechista, en la aplicación de la consigna del Partido Único del Proletariado se pretendió también llegar, ante todo, a la unidad «por arriba», se pretendió ganar para esta consigna a los líderes socialdemócratas, con lo cual no sólo nada se logró, sino que se cayó en una posición oportunista, muestra de la cual es el Informe presentado por Dolores Ibárruri al segundo Pleno de guerra del C.C. del Partido. En dicho Informe se decía textualmente:

«Este Partido Único podrá así continuar la tradición del Partido Socialista Obrero Español, la corriente revolucionaria del anarquismo y la tradición del Partido Comunista, forjado en la teoría y la práctica del marxismo». (Dolores Ibárruri; Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España, celebrado en Valencia, del 18 al 20 de junio de 1937)

Ahora bien, la tradición del P.S.O.E. era la tradición de la colaboración con la burguesía, con la dictadura de Primo de Rivera incluso. Era una tradición de reformismo antimarxista, representada por buena parte de sus 1íderes, entre los cuales se encontraban politiqueros reaccionarios como Indalecio Prieto, Besteiro y otros. No era sobre la base de continuar la tradición del P.S.O.E., sino de combatirla ideológicamente y depurar las filas de ese partido, como se podría llegar al Partido Único del Proletariado. Lo mismo cabría decir, en esencia, de la «corriente revolucionaria anarquista».

Tal concepción del Partido Único del Proletariado conducía, como mínimo, a la creación de un partido pequeño-burgués, falto de la más mínima coherencia ideológica y política.

Olvidaban los que concebían así al Partido Único del Proletariado que un auténtico partido proletario tiene que estar basado, incuestionablemente, en la ideología científica del marxismo-leninismo, en su estudio, asimi1ación y aplicación a la realidad concreta, y no en unos simples principios políticos: en la lucha contra las corrientes ideológicas no proletarias –la socialdemocracia, particularmente en aquel entonces– y no en su aceptación.

La unidad de los partidos obreros no fue planteada ni concebida por el Partido Comunista sobre la base de los principios marxista-leninistas, sino de forma superficial, oportunista, y, por lo tanto, no sólo no se a1canzó, sino que de haberse alcanzado el resultado hubiera sido el mismo, pues un partido concebido así, sin basarse en unos principios revolucionarios científicos –el marxismo-leninismo–, nunca puede ser el verdadero partido pro1etario, vanguardia y dirigente de la clase obrera.

Al aplicar la consigna de luchar por el Partido Único del proletariado, los dirigentes del Partido no supieron valorar el hecho determinante del cual había que partir, de que las diferencias entre comunistas y socialdemócratas eran diferencias profundas, de principio: eran diferencias sobre el carácter y los objetivos de la revolución, eran diferencias sobre los principios de organización leninistas [2]. Por tanto, y aunque había una actitud positiva de algunos dirigentes socialistas de izquierda –que recogieron el sentimiento unitario de su base– dando pasos hacia posiciones unitarias, debido a que en el conjunto del P.S.O.E. predominaban los líderes pequeñoburgueses e incluso politicastros corrompidos, era un grave error pretender la unión de los dos partidos sin haber antes librado una lucha de principios a fondo, y a través de ella, haber esclarecido a las masas y depurado el propio P.S.O.E. Tratar de llegar a la unidad orgánica con los líderes socialdemócratas, representaba desarmar al Partido, ponerlo a merced de todo tipo de oportunistas y reformistas.

En todo el periodo de la guerra en el que se luchó por la consigna del Partido Único del Proletariado no hubo una verdadera lucha de principios, ni una sola crítica ideológica abierta a los líderes socialdemócratas [3]. Ello, en vez de servir a la causa por la que se luchaba, sólo sirvió para desarmar al Partido ideológicamente, para que en el propio Partido Comunista germinara la mala hierba del derechismo y el oportunismo, como efectivamente vemos que ha ocurrido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); La guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo, 1975)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[1] El PCE (m-l) se refiere a la siguiente resolución:

«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro de del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas. La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)

En otra ocasión, el propio Dimitrov clamaba contra las distorsiones de la línea del frente popular:

«Sería ingenuo pensar que la realización de la unidad de acción del proletariado se puede conseguir tratando de ganar a los líderes reaccionarios por el camino de la persuasión, las exhortaciones o los exorcismos. La unidad del proletariado internacional no se puede lograr sin una lucha tenaz de todos sus partidarios contra los enemigos declarados o encubiertos de dicha unidad. A veces se escuchan en las filas de los socialdemócratas voces según las cuales los comunistas, con su crítica abierta y franca respecto de la conducta de los dirigentes de la II Internacional y de la Internacional de Ámsterdam, dificultan la creación de un frente único. ¿Pero acaso puede lograr la creación de un frente único si no se critica de la manera más decidida a quienes no escatiman sus esfuerzos por obstaculizarlo? ¿Qué clase de dirigentes del movimiento obrero seríamos, si no dijésemos abiertamente toda la verdad sobre una cuestión tan importante para toda la clase obrera? Quién pasa por alto u oculta los actos nocivos de los dirigentes reaccionarios en las filas del movimiento obrero, no ayudan a la causa de la unidad de la clase obrera. Quién renuncia –so pretexto de que ello redundaría en favor del frente único proletario– a la lucha contra sus enemigos y a la crítica contra el reformismo que subordina el movimiento obrero a los intereses de la burguesía, presta un mal servicio a la clase obrera. El VIIº Congreso de la Komintern de 1935 proclama la política único del proletariado y del frente popular, en su resolución del 20 de agosto señala especialmente:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)

No es un buen luchador por la unidad de la clase obrera y por el frente popular contra el fascismo quién no sigue esta directiva del VIIº Congreso de la Komintern. Se equivoca profundamente quien piensa que la lucha por el frente popular nos exime de la obligación de llevar a cabo una lucha por una base de principios y por los intereses esenciales del movimiento obrero, contra las teorías y conceptos hostiles a la clase obrera. Esta lucha no perjudicaría a la causa del frente popular; al contrario, solo podría favorecerla. Algo más. Esta lucha es la premisa necesaria para un despliegue y fortalecimiento reales del frente popular contra el fascismo y la guerra. (…) Al aplicar la política del frente popular contra el fascismo y la guerra, al desplegar acciones conjuntas con los demás partidos y organizaciones de los trabajadores contra el enemigo común, al luchar por sus intereses vitales y por sus derechos democráticos, por la paz y la libertad, los comunistas no pierden de vista la necesidad histórica del derrocamiento del capitalismo ya anacrónico, y de la edificación del socialismo, que lleva aparejada la liberación de la clase obrera y de toda la humanidad. Coordinar de manera justa la política del frente popular con la propaganda del marxismo, con la observación del nivel teórico de los cuadros del movimiento obrero, con la asimilación de la gran doctrina de Marx-Engels-Lenin, como una guía para la acción: eso es lo que tenemos que aprender y enseñar diariamente a nuestros cuadros y a las masas». (Georgi Dimitrov; La unidad del proletariado internacional, imperativo supremo del momento actual, 1 de mayo de 1937)

[2] En el VIIº Congreso de la Internacional Comunista ya había advertido la necesidad de pedir un mínimo de exigencias ideológicas para asegurar el carácter marxista-leninista del partido cuando los comunistas se fusionasen o absorbiesen a otros grupos:

«Pero, si para establecer el frente único de los partidos comunista y partidos socialdemócratas basta con llegar a un acuerdo sobre la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y contra la guerra, la creación de la unidad política sólo es posible sobre la base de una serie de condiciones concretas que tienen un carácter de principio. Esta unificación sólo será posible: Primero, a condición de independizarse completamente de la burguesía y romper completamente el bloque de la socialdemocracia con la burguesía; Segundo, a condición de que se realice previamente la unidad de acción; Tercero, a condición de que se reconozca la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y de la instauración de la dictadura del proletariado en forma de soviets; Cuarto, a condición de que se renuncie a apoyar a la propia burguesía en una guerra imperialista; Quinto, a condición de que se erija el partido sobre la base de centralismo democrático, que asegura la unidad de voluntad y de acción y que ha sido constatado ya por la experiencia de los bolcheviques rusos. Tenemos que aclarar a los obreros socialdemócratas, con paciencia y camaradería, por qué la unidad política de la clase obrera es irrealizable sin estas condiciones. Con ellos debemos enjuiciar el sentido y la importancia de estas condiciones. (…) ¿Por qué es necesario reconocer el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado bajo la forma del poder soviético? Porque la experiencia del triunfo de la gran revolución socialista de octubre de 1917, de una parte, y de otra, las amargas enseñanzas de Alemania, Austria y España, durante todo el período de posguerra, han corroborado una vez más que el triunfo del proletariado sólo es posible mediante el derrocamiento revolucionario de la burguesía, y que la burguesía, antes de permitir que el proletariado instaure el socialismo por la vía pacífica, ahogará el movimiento obrero en un mar de sangre. La experiencia de la revolución de octubre de 1917 ha demostrado, con toda evidencia, que el contenido básico de la revolución proletaria es el problema de la dictadura del proletariado, cuya misión es aplastar la resistencia de los explotadores derribados, armar a la revolución para la lucha contra el imperialismo y llevar a la revolución hasta el triunfo completo del socialismo. Para llevar a cabo la dictadura del proletariado, como dictadura de la aplastante mayoría sobre una minoría insignificante, sobre los explotadores –y únicamente así puede ser llevada a cabo– son necesarios los soviets que abarquen a todas las capas de la clase obrera, a las masas principales del campesinado y demás trabajadores, ya que sin despertarlos e incorporarlos a estos al frente de la lucha revolucionaria, será imposible afianzar el triunfo del proletariado». (Georgi Dimitrov, La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

En un inicio, antes del inicio de la guerra, José Díaz recordó que cualquier unión entre socialistas y comunistas debía tener esto como guía:

«El partido único que nosotros queremos y que la revolución necesita exige una claridad completa en cuanto a los principios que han de informarle y una unidad absoluta de ideas respecto a los problemas fundamentales de programa y de táctica. Estos problemas fundamentales son los que se condensan en los cinco puntos de la unificación destacados por nuestro gran Dimitrov en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 y que son conocidos de todos». (José Díaz; Nuestro camino; Artículos publicados en «Mundo Obrero» en los días 6 y siguientes de junio, 1936)

Pero el PCE durante la guerra civil tuvo diversas intentonas de unificarse con el PSOE, pero se olvidó de los cinco puntos de Dimitrov como demuestran en varios de los artículos oficiales. Hay diversos artículos del PCE sobre el tema como el de Nuestra Bandera: «El Partido Único puede y debe crearse», Nº 2, 1937, o el artículo de Pedro Checa: «Hacia un partido único del proletariado» de 1938.

En ninguno de ellos hubo una exigencia ideológica para conformar dicha fusión entre socialistas y comunistas. A diferencia de lo que se había logrado en Cataluña con la unificación de varios grupos socialistas y comunista, dando pie al famoso PSUC:

«Las representaciones de los partidos abajo firmantes, componentes del Comité de Enlace, han llegado a un completo acuerdo sobre los puntos en que debe basarse el partido único del proletariado de Cataluña, y que son los siguientes: Primero. El partido único del proletariado de Cataluña, resultante de la fusión de los cuatro Partidos abajo firmantes, basará su estructura sobre los principios del centralismo democrático, convirtiéndose así en un partido de una sola voluntad y una sola línea de acción. Segundo. Frente a la burguesía y sus partidos, el partido resultante de la fusión mantendrá en todo momento su independencia, en tanto que el partido de clase al servicio del proletariado y los campesinos. Tercero. Pronunciándose decididamente por la defensa de la Unión Soviética y apoyando su justa política de paz, el partido resultante de la fusión luchará contra la guerra imperialista y contra sus propugnadores dentro y fuera del propio país. Cuarto. El partido único del proletariado de Cataluña, resultante de la fusión, recogerá las ansias de emancipación nacional del pueblo catalán y se convertirá en su más fiel propulsor y organizador para llegar a la completa emancipación nacional y social de nuestro pueblo. Quinto. Para realizar todo su programa, que será elaborado y acordado por el Congreso de fusión de los cuatro partidos, el partido resultante de la fusión propugna la toma revolucionaria del poder, derribando el poder de la burguesía y estableciendo la dictadura del proletariado. Sexto. El Comité de enlace reconoce que es la Komintern la única Internacional que interpreta justamente los anhelos del proletariado mundial y guía la realización del socialismo triunfante en la sexta parte del mundo, como se ve en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas». (Partido Socialista Unificado de Cataluña; Documento fundacional del PSUC, 23 de julio de 1936)

[3] No sería justo decir que no hubo críticas ideológicas a los líderes socialdemócratas. Ya que la caída del propio Largo Caballero, líder del ala izquierda del PSOE, fue a consecuencia de las críticas del PCE a su actitud y sus acciones en el gobierno del frente popular, que no era sino la consecuencia de las vacilaciones socialdemócratas. Véase la obra de Fernando Hernández Sánchez: «El PCE en la guerra civil» de 2010.

Lo que si es cierto en cambio es lo ya comentado: que en los diversos artículos sobre la necesidad del partido único del proletariado, no hubo una crítica al socialdemocratismo como tal, solo se recalcaba la unidad de acción contra el fascismo conseguida, y se hablaba de la «imperiosa necesidad de superar la desunión del proletariado cuanto antes».

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