Hoxha contra el Che Guevara: refutando el izquierdismo armado.

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«Ustedes conocen mejor que nosotros estas teorías, el peligro que representan y los perjuicios que ocasionan. Che Guevara, por ejemplo, fue asesinado. Esto naturalmente puede ocurrir, porque un revolucionario puede ser asesinado. Pero Che Guevara fue víctima de sus propios puntos de vista no marxista-leninistas [1].

¿Quién era Che Guevara? Cuando hablamos de Guevara, pensamos también, en algún otro que se hace pasar por marxista y, en mi opinión, comparado con éste, Guevara era hombre sobrio de palabras. Era un rebelde, un revolucionario pero no un marxista-leninista como se pretende presentarlo. Puede ser que me equivoque, como latinoamericanos ustedes conocen mejor a Che Guevara, pero estimo que si fue un combatiente de izquierda. Su izquierdismo es un izquierdismo burgués y pequeño burgués, entrelazado con algunas ideas progresistas pero al mismo tiempo también anarquistas, lo que a fin de cuentas conduce al aventurerismo.

Los puntos de vista de Che Guevara y de algún otro que se hace pasar por marxista y «padre» de estas ideas, jamás han tenido ni tienen nada que ver con el marxismo-leninismo [2]. Asimismo Guevara ha tenido, por así decirlo, algunos «éclaircies» en la adopción de algunos principios del marxismo-leninismo, pero que aún no habían llegado a ser su concepción filosófica del mundo [3], de modo que le impulsaran a realizar actos verdaderamente revolucionarios.

No podemos decir que Che Guevara y sus compañeros fuesen cobardes. ¡No, en absoluto! Por el contrario eran valerosos. También hay burgueses valientes. Pero héroes, revolucionarios proletarios, hombres valientes verdaderamente grandes son únicamente los que se guían por los principios filosóficos marxista-leninistas y se ponen en cuerpo y alma al servicio del proletariado mundial y de la liberación de los pueblos del yugo imperialista, feudal, etc.

Hemos defendido la revolución cubana porque estaba dirigida contra el imperialismo estadounidense. Como marxista-leninistas, detengámonos un momento para analizar esta, revolución y las ideas que la inspiraron. La revolución cubana no se inició sobre la base del marxismo-leninismo ni se desarrolló según las leyes de la revolución proletaria [4], por las cuales se rige un partido marxista-leninista [5]. Tampoco después de la liberación del país, Fidel Castro se encauzó por el camino marxista-leninista, sino que por el contrario, continuó inspirándose en las ideas liberales. Es un hecho, y nadie puede negarlo, que los integrantes de esta revolución empuñaron las armas y ganaron las montañas, pero también es un hecho incontestable que no lucharon como marxista-leninistas. Eran combatientes libertadores que se levantaron en lucha contra la camarilla de Batista y la vencieron, precisamente porque ésta constituía un eslabón débil del capitalismo. Batista era un dócil lacayo del imperialismo que oprimía al pueblo cubano, y éste se levantó en lucha contra esta camarilla y contra el imperialismo yanqui y los derrotó.

En nuestra opinión, la teoría de que la revolución la hacen unos cuantos «héroes», representa un peligro para el marxismo-leninismo [6], particularmente para los países de Latinoamérica. En su continente del Sur existen grandes tradiciones revolucionarias, pero, como acabamos de señalar, también hay otras que son revolucionarias en apariencia, pero que en realidad no siguen la verdadera línea de la revolución. ¡Cualquier putsch que se perpetra allí es considerado como una revolución! Pero jamás un putsch puede ser una revolución, porque el lugar de la camarilla derrocada pasa a ocuparlo otra, es decir que todo sigue igual que antes. A los núcleos de las corrientes antimarxistas que existen aún en el seno de los viejos partidos, partidos que se han puesto al servicio de la contrarrevolución, se ha sumado en la actualidad otra corriente a la que calificamos de aventurerismo de izquierda.

Esta corriente, así como el otro engendro de la burguesía, el revisionismo moderno, representan grandes peligros para los pueblos, por tanto también para los países de Latinoamérica. El revisionismo moderno, cuidadosamente enmascarado, es un gran peligro para los pueblos y los revolucionarios. Según los países lleva diferentes máscaras. También el castrismo en Latinoamérica, disfrazado con el marxismo-leninismo, conduce a la gente, incluso a revolucionarios, al aventurerismo de izquierda [7]. En apariencia, esta corriente está en contradicción con el revisionismo moderno. Los ideológicamente inmaduros lo creen así, pero la verdad es otra. Lejos de estar en oposición con los revisionistas modernos, los castristas se han puesto enteramente a su servicio. El camino de cada uno de ellos converge en un mismo punto.

La cuestión es que, donde los revisionistas soviéticos no logran impedir que las masas de la clase obrera y del pueblo hagan la revolución, precisamente allí entra en acción esa corriente y mediante un putsch destruye lo que los revisionistas no pudieron destruir por medio de la evolución. Los revisionistas soviéticos y todas las camarillas traidoras que encabezan los partidos revisionistas, preconizan la evolución, la coexistencia y todas esas teorías antimarxistas que conocemos. El aventurerismo de izquierda, por la fraseología que utiliza parece más revolucionario, porque ¡predica la lucha armada! Pero, ¿qué es lo que entiende por lucha armada? Naturalmente los putschs. El marxismo-leninismo nos enseña que sólo dando pasos mesurados y seguros, y únicamente apoyándose con firmeza en los principios de la teoría marxista-leninista y haciendo que las masas adquieran conciencia, es posible conquistar éxitos en la preparación y el desencadenamiento de la insurrección armada, y no caer jamás en el aventurerismo.

Los autores de la teoría de que el «motor pequeño» pone en movimiento el «motor grande», pretenden hacer creer que están por la lucha armada, pero en realidad están en contra de ella y trabajan para desacreditarla. El ejemplo de Che Guevara y su trágico fin, la difusión y aplicación de esta teoría por otros que se dicen marxistas, pero que están en contra de las luchas de gran envergadura, masivas y populares, son hechos públicamente conocidos que refutan sus prédicas. ¡Guardémonos del pueblo porque puede traicionarnos, delatamos a la policía; formemos guerrillas «salvajes» y aisladas que –supuestamente– sean desconocidas por el enemigo y éste no desate el terror contra el pueblo! Estas y muchas otras teorías disolventes, que ustedes conocen bien, son difundidas por ellos. Atacar al enemigo con estas guerrillas «salvajes», combatirlo con ellas, etc., sin que el partido marxista-leninista asuma la dirección de esta lucha ¿puede haber aquí algo de marxismo-leninismo? Por el contrario. Estas teorías antimarxistas y antileninistas sólo pueden ocasionar fracasos al marxismo-leninismo y a la revolución, tal como fracasó en Bolivia la empresa de Che Guevara [8].

Esa corriente está desacredita las tesis sobre la insurrección armada. ¡Qué graves perjuicios ocasiona a la revolución! Con la muerte de Che Guevara las masas sencillas infectadas de las influencias que ejercen sobre ellas las concepciones anarquistas pensarán que ¡ya no hay quien las dirija para liberarse! O bien puede surgir un nuevo grupo de personas como el de Che Guevara y echarse a las montañas «para hacer la revolución». Es posible que las masas que esperan mucho de ellas, ansiosas de luchar contra la burguesía, se dejen engañar y les sigan. Y entonces ¿qué ocurriría? Ocurriría lo que para nosotros es evidente. Dado que estas personas no constituyen, la vanguardia de la clase obrera ni se guían por los luminosos principios del marxismo-leninismo, se encontrarán con la incomprensión de las amplias masas y tarde o temprano fracasarán, pero junto con ello se desacreditará ante las masas la verdadera lucha, la lucha armada, porque estas la mirarán con desconfianza. Debemos preparar a las masas política, e ideológicamente y convencerlas por medio de su experiencia práctica. Por todas estas razones afirmamos que la teoría frenante y reaccionaria que se propaga por Latinoamérica sobre la revolución es un engendro del revisionismo moderno y debe ser desenmascarada por los marxista-leninistas.

Hay dirigentes en algún Estado de Latinoamérica que subrepticiamente dicen alguna palabra «en contra» de la Unión Soviética, pero nosotros no podemos considerar que se oponen a ella. Se trata, por un lado, de presiones y chantajes para obtener algún beneficio y, por otro, de métodos para engañar a los ingenuos. Si los pregoneros de estas teorías no prestasen servicios a los soviéticos en sus planes de expansión imperialista-revisionista, les suspenderían todas las ayudas. Nosotros conocemos de sobra a los soviéticos, y si no han hecho esto, es precisamente porque esa gente les sirve, y les sirve bien. Por esta razón los revisionistas soviéticos continúan concediéndoles ayudas y sustentándoles.

Es tarea de todos los marxista-leninistas denunciar esta corriente antimarxista, cuyos pregoneros se autodenominan marxista-leninistas y utilizan los términos marxistas únicamente como una máscara, sin la cual estarían perdidos. Debemos arrancarles esa máscara y esto lo lograremos únicamente mediante una lucha organizada y por la vía marxista-leninista, como hacen ustedes, camaradas del Ecuador, y otros camaradas». (Enver Hoxha; El puño de los comunistas marxista-leninistas debe también golpear enérgicamente el aventurerismo de izquierda, como engendro del revisionismo moderno, 1968)

[1] Como Enver Hoxha comenta, el «Che» Guevara «fue víctima de sus propios puntos de vista» sobre de qué manera proceder para hacer la revolución. Lenin, explica así las condiciones objetivas –que no dependen de la voluntad de las personas– y subjetivas –las que si dependen de la voluntad de las personas– que se tienen que dar para que una situación revolucionaria desemboque en una revolución:

«A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que «los de abajo no quieran», sino que hace falta, además, que «los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos «de arriba», a una acción histórica independiente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)

Lenin añadiría:

«Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. Esta situación se dio en 1905 en Rusia y en todas las épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió en la década del 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-1861 y en 1879-1880 en Rusia, a pesar de lo cual no hubo revolución en esos casos. ¿Por qué? Porque no toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba enumerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper –o quebrantar– el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, «caerá» si no se le «hace caer». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1915)

Esto es algo, a lo que se han apegado todos los marxista-leninistas a la hora de aplicar la lucha de clases que es el motor de la historia, eso incluye, que dentro de esta lucha de clases se dé por supuesto la toma de poder, que es el derrocamiento de una clase por otra en el Estado:

«¿Cuál debería ser la relación entre el factor subjetivo y el factor objetivo en la lucha de clases? El partido debe seguir una política revolucionaria en una lucha de clases construida sobre la base de su profundo conocimiento y aplicación de las leyes y las condiciones objetivas de esta lucha, debemos educar a las masas en una elevada conciencia socialista debemos preparar y organizar la lucha de clases en el nivel más alto posible, debemos librar la lucha con métodos revolucionarios, siempre junto con las masas, y mediante la autoridad de nuestro liderazgo aplicar sobre la base de las leyes y las condiciones objetivas. Cualquier soporte y acto no conforme con las leyes y condiciones objetivas derivarán inevitablemente, en actos de terrorismo o aventurerismo, en confusión o miedo, hay que tener siempre presente que la pérdida del rumbo en la lucha, la pasividad, o peor aún, la capitulación frente a la presión de los enemigos o las dificultades impuestas por las condiciones naturales de ese momento y sus directos obstáculos, son golpes mortales a la revolución, porque la derrota en la lucha de clases y la revolución, hacen posible que las fuerzas reaccionarias imperialistas, y el revisionismo ganen esta lucha a muerte. Para evitar este aciago desenlace en la política de la lucha de clase, el liderazgo que abandera a ésta se debe elevar sobre la base científica de las leyes y las condiciones objetivas, deberá plantear la visión revolucionaria de futuro ante sus militantes con gran determinación y coraje, sabiendo maniobrar con la habilidad y la madurez del proletariado, manteniendo siempre la iniciativa en la lucha, esto es lo único que puede conducir a la victoria sobre los enemigos de clase y viejos reaccionarios de todo pelaje. La lucha de clases es una lucha a vida o muerte entre el socialismo y el capitalismo, y, como tal, se libra de manera objetiva y con fiereza durante todo el período de transición al comunismo». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria del Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 1977)

Pero en cambio, Guevara rompe con esta concepción marxista-leninista, y a la hora de crear su teoría del «foco» defiende que el foco guerrillero asilado, creado por un puñado de guerrilleros aventureros puede crear una «chispa que incendie el prado», y produzca por tanto una reacción general de toda la población trabajadora, o sea puede estimular las condiciones objetivas pese a que estas no dependen de las voluntad de los propios guerrilleros:

«No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas». (Ernesto «Che» Guevara; La guerra de guerrillas, 1960)

Los resultados de intentar crear estos focos que permitieran revertir la situación, se pueden ver en las aventuras de Guevara en el Congo y en Bolivia, y se puede comprobar en sus propios escritos, a modo ejemplos, las consecuencias de lanzarse a la lucha armada sin sopesar las condiciones, error que se repite en la experiencia de muchas guerrillas guevaristas. Hay que decir que esta visión subjetivista y voluntarista se refleja en todo el pensamiento de Guevara, y no solo dentro del ámbito militar.

[2] Aquí Enver Hoxha se queja de las opiniones que tanto Fidel Castro como el «Che» Guevara han difundido sobre la revolución:

«De lo que sabemos, leyendo las «teorías» de Castro y otros como él sobre el partido, la lucha armada, el rol del campesinado y la confianza que debe tener en él, vemos que todas estas «teorías» no son para nada marxistas. Leyendo el cuaderno de Guevara el cual ha sido publicado en Cuba nosotros nos alzamos la cuestión: ¿qué clase de marxista puede vivir como un salvaje en la sierra y organizar el trabajo en secreto de las masas, en las cuales él no confía? (…) «¿Por qué necesitamos el partido?», «Lo primero de todo es que tengamos un ejército», dice Fidel Castro. El lenguaje usado en algunos de los discursos de él muestra que nunca ha sido un marxista. ¿Pero cómo se va a mantener el ejército del pueblo sin el liderazgo del partido? Hubo un ejército en Albania en tiempos del ex-Rey Zog, pero este era débil y reaccionario, mientras nuestro ejército de hoy es fuerte y un ejército del pueblo precisamente porque es guiado por un partido marxista-leninista. En pocas palabras, es por esto que los conceptos de Castro sobre el rol del ejército no son marxistas». (Enver Hoxha; Para alcanzarse los objetivos se necesitan acciones revolucionarias y no discusiones estériles; Entrevista con el Secretario General del Partido Comunista del Perú, Saturnino Paredes Macedo, (Extractos), 12 de julio 1969)

[3] Véase de nuevo la introducción a este documento.

Pero para añadir esta vez documentación. La figura de Ernesto «Che» Guevara, tiene puntos muy interesantes como puede ser la defensa a ultranza de la centralización y la industria pesada, también la crítica que realiza a las reformas económicas de la Unión Soviética o Yugoslavia son de gran valor, pero en ambos casos, y relacionándolo con la lucha antirevisionista: incluso cuando traza críticas que dan en el blanco, lejos de llegar a conclusiones lógicas y obvias, sigue siendo condescendiente con la naturaleza capitalista de tales regímenes. Lo que como expresa Enver Hoxha, da la sensación de haber adoptado ciertas poses marxista-leninistas sin sintetizarlas, veamos un ejemplo:

«Contra lo que pudiera pensarse a primera vista, en un país que es declaradamente comunista, aunque manteniendo ciertas características especiales de independencia nacional, Yugoslavia no ha colectivizado su tierra sino en un quince por ciento. (…) Todas las colectividades de Yugoslavia, ya sean campesinas u obreras industriales, se guían por el principio de lo que ellos llaman la autogestión. Dentro de un plan general, bien definido en cuanto a sus alcances, pero no en cuanto a su desarrollo particular, las empresas luchan entre ellas dentro del mercado nacional como una entidad privada capitalista. Se podría decir a grandes rasgos, caricaturizando bastante, que la característica de la sociedad yugoslava es la de un capitalismo empresarial con una distribución socialista de las ganancias, es decir, tomando cada empresa, no como un grupo de obreros sino como una unidad, esta empresa funcionaría aproximadamente dentro de un sistema capitalista, obedeciendo las leyes de la oferta y la demanda y entablando una lucha violenta por los precios y la calidad con sus similares; realizando lo que en economía se llama la libre concurrencia. Pero no debemos nunca perder de vista que las ganancias totales de esa empresa se van a distribuir, no en la forma desproporcionada de una empresa capitalista, sino entre los obreros y empleados del núcleo industrial. (…) Mayor libertad existe en las artes, donde al lado de magníficas realizaciones realistas, en pinturas por ejemplo, hemos visto salas enteras de representantes de las últimas escuelas del arte moderno sobre las que no expreso opinión alguna porque, simplemente, no las entiendo; el mensaje que presumiblemente tienen no está al alcance de mi percepción. (…) Un comunismo que se aleja de la ortodoxia expresada en los libros comunes, para adquirir una serie de características propias; peligroso, porque la competencia entre empresas dedicadas a la producción de los mismos artículos, introduciría factores de desvirtuación de lo que presumiblemente sea el espíritu socialista». (Ernesto «Che» Guevara; Yugoslavia, un pueblo que lucha por sus ideales, 26 de noviembre de 1959)

Aquí pese a la descripción clara de la naturaleza de la economía yugoslava, como puede ser el hecho de que existe la abierta propiedad en el campo, tras más de 15 años de pseudorevolución –y por tanto no existe la construcción del socialismo, pues el socialismo se construye en campo y ciudad–, no concluye pese a ello que es una economía capitalista. Tampoco pese a descubrir él mismo la esencia capitalista de la autogestión económica titoista, no concluye como reflexión final que se trataba de una economía capitalista. Tampoco el hecho de que Yugoslavia fuera vanguardia de los países revisionistas-capitalistas en inclusión de las artes modernas burguesas le dice nada especial. Se debe añadir además, que en este documento oculta o evade un hecho incontestable: que la economía yugoslava era una economía semicolonial dependiente que estaba trabada por grandes deudas con países y organismos occidentales, camino que Cuba imitaría y ampliaría enormemente a partir de los 80 con la entrada de capital extranjero.

Veamos otra crítica de carácter económico a Yugoslavia, en este caso sobre el uso de la ley del valor en una sociedad en teoría socialista, y como a pesar de ello sigue sin concluir que ese régimen allí existente era un régimen capitalista-revisionista:

«En Yugoslavia funciona la ley del valor, y cada día funciona más. Y, por ejemplo, aquella cosa tan interesante, yo no sé si ustedes siguen bien la política internacional, pero aquella cosa tan interesante que el compañero Jruschov [Nikita Jruschov era por entonces primer ministro de la Unión Soviética. Nota de la Cátedra Che Guevara] había dicho en Yugoslavia, que incluso mandó gente a estudiar y qué se yo. Pues eso que él vio en Yugoslavia y que le pareció tan interesante, en Estados Unidos está mucho más desarrollado porque es capitalista. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Hay una serie de problemas de esos que son sumamente interesantes y que hay que estudiarlos a fondo y leer muchas cosas para ir dándose cuenta de los problemas. (…) ¿Aberraciones que se producen en qué? Bueno, ustedes van a ver. En Yugoslavia hay la ley del valor; en Yugoslavia se cierran fábricas por incosteables; en Yugoslavia hay delegados de Suiza y Holanda que buscan mano de obra ociosa y se la llevan a su país a trabajar en qué condiciones, en las condiciones de un país imperialista con la mano de obra extranjera, donde hay toda una serie de reglamentos y regulaciones para que sea la última cosa. Ahí van esos compañeros yugoslavos a trabajar como agricultores o como obreros a esos países donde escasea la mano de obra y expuestos por supuesto a quedar en cualquier momento en la calle. Prácticamente son, en ese sentido, portorriqueños en Estados Unidos. Ahora, eso sucede en Yugoslavia. En Polonia, se va por el camino yugoslavo, claro, se retira toda una serie de colectivización, se vuelve a la propiedad privada de la tierra, se establecen toda una serie de sistemas cambiarios especiales, se tiene contacto con los Estados Unidos. En Checoslovaquia y en Alemania ya se empieza a estudiar también el sistema yugoslavo para aplicarlo. Entonces tenemos que ya hay una serie de países que están todos cambiando de rumbo, ¿frente a qué? Frente a una realidad que no se puede desconocer, y es que, a pesar de que no se diga, el bloque occidental de países europeos está avanzando a ritmos superiores al bloque de la democracia popular. ¿Por qué? Ahí, en vez de ir al fondo de ese por qué, que hubiera de resolver el problema, se ha dado una respuesta superficial y entonces se trata el mercado, reforzar el mercado, empezar la ley del valor, reforzar el estímulo material. Todo el mundo, todo lo que sea estímulo material, todos los directores ganan cada vez más. Hay que ver el último proyecto de la RDA [República Democrática Alemana, la ex Alemania del Este. Nota de la Cátedra Che Guevara], la importancia que tiene la gestión del director, es decir, en la retribución la gestión del director. Todo eso está sucediendo por fallas de principios que no son suficientemente analizadas». (Ernesto «Che» Guevara; Apuntes críticos a la economía política: Polémicas en un viaje a Moscú, Fragmento de la reunión bimestral en el Ministerio de Industrias, 5 de diciembre de 1964)

¿Por qué no llega a calificar el sistema de Yugoslavia de capitalista-revisionista? cuando la realidad de la que fue testigo nos indica que no es que Yugoslavia fuera en retroceso hacia el capitalismo, sino que este camino nunca lo había abandonado, pues la Yugoslavia de Tito nunca dejó de ser un sistema económico capitalista. Es decir, el «Che» acierta al criticar al país que encabezaba desde 1948 el modelo clásico de régimen nacionalista-burgués pseudosocialista, un estilo de régimen político y de reformas económicas que seguirían después de 1953 la Unión Soviética, Checoslovaquia, Polonia, etc., fijándose precisamente en la Yugoslavia de Tito. ¿Cómo es posible que no hiciera tal observación para concluir y denunciar lo obvio sin rodeos? ¿Si Guevara era realmente un defensor de Stalin y un marxista-leninista ejemplar, por qué no se fijo en la lucha del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética y la Kominform contra el revisionismo yugoslavo? ¿Cómo pudo ignorar una polémica que de nuevo se pondría sobre la mesa en la época jruschovista con la ola de reconciliaciones del revisionismo rumano, chino, coreano, etc. con la Yugoslavia de Tito? ¿No sentía contradicción siendo «stalinista» visitando los países con dirigencias plagadas de viejos titoistas y abiertamente «antistalinistas», a los que además les proporcionaría cobertura?

En otros puntos como en el tema de la cultura, Guevara repite las tesis de los revisionistas yugoslavos, soviéticos, chinos, e incluso la que años después repetirían los eurocomunistas –sobre todo franceses–, es decir, que el realismo socialista es limitado, y que por ello no puede ser establecido como punto de partida para la línea del partido comunista y el Estado socialista:

«Pero, ¿por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? No se puede oponer al realismo socialista «la libertad», porque ésta no existe todavía, no existirá hasta el completo desarrollo de la sociedad nueva; pero no se pretenda condenar a todas la formas de arte posteriores a la primer mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza, pues se caería en un error proudhoniano de retorno al pasado, poniéndole camisa de fuerza a la expresión artística del hombre que nace y se construye hoy». (Ernesto «Che» Guevara; El socialismo y el hombre nuevo, 1965)

Hay que añadir además, el contexto en que se hacían estas afirmaciones: época en que los diferentes partidos comunistas del mundo rechazaban el realismo socialista por «la libertad en las artes». El realismo socialista es el marxismo-leninismo en la cultura, dicho con otras palabras, el realismo socialista es el resumen de la expresión cultural de lo más progresista del ser humano hasta nuestros días, tomando de la historia del arte lo más progresista de cada tiempo bajo la lente marxista. Cuando Guevara declara que el realismo socialista es una «forma congelada», no entiende, que como el marxismo-leninismo, el realismo socialista, se nutre de los avances en las sociedades humanas, ergo nunca se estanca:

«Nosotros los bolcheviques, no rechazamos la herencia cultural. Al contrario, asimilamos, con espíritu crítico, la herencia cultural de todos los pueblos y de todas las épocas, para tomar de ella todo cuanto puede inspirar a los trabajadores de la sociedad soviética grande acciones en los terrenos del trabajo, de la ciencia y la cultura». (Andréi Zhdánov; Sobre la literatura, la música y la filosofía, 1950)

Es obvio que un Estado socialista no debería prohibir por decreto tendencias artístico-literarias, como es igual de obvio también, que la línea del partido y el Estado, no pueden ser más que monolíticos, y en esa línea la «única receta válida» es el realismo socialista, que será la que se promoverá entonces para el discurrir cultural de la población. El realismo socialista más allá de la forma que adopte nunca puede dejar de luchar contra las tendencias antiproletarias viejas o nuevas, pues el realismo socialista debe servir como método de persuasión para crear una nueva cultura en el periodo de lucha de clases desde la sociedad socialista a la comunista, es una lucha ideológica reflejada en el arte:

«El realismo socialista. Esto quiere decir, en primer término, conocer la vida a fin de poder representarla verídicamente en las obras de arte; representarla no de manera escolástica, muerta, no simplemente cómo realidad objetiva sino representar la realidad en su desarrollo revolucionario. Y también, la verdad y el carácter histórico concreto de la representación artística deben aunarse a la tarea de transformación ideológica y de educación de los trabajadores en el espíritu del socialismo. Nuestra literatura soviética no teme, ser acusada de tendenciosa. Sí; la literatura soviética es tendenciosa, porque no hay ni puede haber, en época de lucha de clases, literatura que no sea literatura de clase, que no sea tendenciosa, que sea apolítica». (Andréi Zhdánov; Sobre la literatura, la música y la filosofía, 1950)

Todo esto que acabamos de expresar: 1) la evolución del realismo socialista acorde a la síntesis progresista y dialéctica que alberga; 2) su desarrollo sin que eso signifique permisividad con las tendencias burguesas modernas; 3) la línea del partido y el Estado en la evaluación de la literatura y el arte de acuerdo con la visión científica del mundo, para dotar a la población de la sociedad socialista una cultura libre de reminiscencias burguesas, etc., se resumen en esta cita:

«Nuestra crítica, así como nuestra literatura y arte deben guiarse siempre por los principios del método del realismo socialista, que son el fruto de la experiencia mundial del arte revolucionario del proletariado, han sido elaborados por la estética marxista-leninista y confirmados por la práctica literaria y artística de nuestro país. Estos principios son inconmovibles y la fidelidad a ellos es indispensable, porque de lo contrario corremos el peligro de ser presa de las influencias extrañas y de alejarnos de las tradiciones revolucionarias. La innovación no implica la violación de los principios, sino por el contrario su justa aplicación». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)

Vale expresar que el pensamiento de Guevara es de un fuerte voluntarismo-practicismo que lo aparta sensiblemente del materialismo, algo que resulta evidente tanto en los desarrollos del foquismo: en donde no solo se relega a la clase obrera como clase social más avanzada y factor determinante en la construcción del socialismo, sino que como decimos, renuncia al estudio del momento histórico para supuestamente construir ese momento histórico a través de la voluntad de la «vanguardia foquista», pero también se ve tal voluntarismo-practicismo en su planteamientos económicos en general en donde se aprecia que lo fundamental, a pesar de su correcta posición en favor de la preponderancia de la industria pesada, que se basa en la voluntad, la conciencia, es decir, subordina la transformación de la estructura económico-política a la transformación prima de la superestructura, y no al contrario. Para entender sus concepciones no marxistas fuera de su teoría del «foco», veamos sus desviaciones en la economía, os presentamos una crítica que Rafael Martínez le dedicó, obra que recomendamos con insistencia para entender el pensamiento económico de Guevara:

«Los errores de Guevara en la economía política se pueden clasificar en dos grupos: el idealismo y el mecanicismo. Los errores idealistas fueron cometidos por Guevara al evaluar el papel de la conciencia en la economía política. Cuando nos referimos al mecanicismo en el pensamiento económico de Guevara implicamos principalmente a su incapacidad para comprender la evolución dialéctica de las categorías económicas que intervienen en las relaciones monetario-mercantiles durante la época de transición. (…) El idealismo está presente en toda la obra de Guevara durante toda su vida hasta su último trabajo publicado: «El hombre y el socialismo en Cuba» de 1965. Guevara conduce a proclamar la conciencia y la educación como principales en relación con el estudio de las relaciones de producción en la economía de transición, incluyendo la construcción del comunismo. Impresionado por las primeras obras filosóficas del joven Karl Marx, Guevara afirma: «La palabra conciencia es subrayada por considerarla básica en el planteamiento del problema; Marx pensaba en la liberación del hombre y veía al comunismo como la solución de las contradicciones que produjeron su enajenación, pero como un acto consciente. Vale decir, que no puede verse el comunismo meramente como el resultado de contradicciones de clase en una sociedad de alto desarrollo, que fueran a resolverse en una etapa de transición para alcanzar la cumbre; el hombre es el actos consciente de la historia. Sin esta conciencia, que engloba la de su ser social, no puede haber comunismo». (Ernesto «Che» Guevara; La planificación socialista, su significado, 1964) El papel de la conciencia y la educación se hace hincapié de forma ubicua por Guevara en sus obras económicas como el factor principal en la transición hacia formas superiores de organización económica. En el sistema de Guevara la economía política de Guevara deja de ser una disciplina independiente, el carácter objetivo de las leyes económicas de la sociedad de transición es secundario a la formación cultural del hombre nuevo. Las leyes económicas del socialismo, como las del capitalismo, existen y evolucionan con el desarrollo de las fuerzas productivas y las condiciones históricas, a veces incluso de forma independiente del nivel de conciencia de las masas. De hecho, en ciertas situaciones históricas, las masas en su conjunto siguen sin ser conscientes de la esencia económica de ambas, de la revolución y contrarrevolución. El papel de la conciencia y la educación, sin duda, juegan un papel fundamental en la construcción de la nueva sociedad. Sin embargo, la economía política sigue siendo una disciplina independiente y el estudio de las leyes objetivas que la rigen a ella sigue siendo un esfuerzo titánico. Sólo el análisis científico y la síntesis de las relaciones de producción pueden hacer posible el desarrollo económico sostenido necesario para la construcción de las sociedades socialistas y comunistas. En oposición al capitalismo, en el curso de la transición al socialismo, se dan las condiciones objetivas y subjetivas para que las masas participen conscientemente en la construcción y el análisis científico y la síntesis de la construcción socialista. Está claro que la participación más consciente y activa de la clase obrera en la construcción socialista, más sólidos son los fundamentos de la formación socialista. Es claro también, que cuanto más consciente es la clase obrera acerca de la esencia de la transformación económica, más robusto es el desarrollo económico y la menos influyentes son las fuerzas de la contrarrevolución». (Rafael Martínez; Che Guevara y la economía política del socialismo, 2005)

Más:

«El desarrollo económico en el socialismo y el desarrollo de la conciencia y la cultura socialista son dos fenómenos que van de la mano. Generalización sobre la base de la historia de la Unión Soviética que indica que la conciencia y la cultura socialista requieren una base material, sin la cual no se puede promover el desarrollo económico y el desarrollo de la conciencia. Sin embargo, de acuerdo a Guevara la conciencia y la educación socialista se supone que son los principales motores del desarrollo económico en el socialismo: «Las esperanzas en nuestro sistema van apuntadas hacia el futuro, hacia un desarrollo más acelerado de la conciencia y, a través de la conciencia, de las fuerzas productivas». (Ernesto «Che» Guevara; La planificación socialista, su significado, 1964) En el sistema de Guevara, el desarrollo económico socialista no es realmente el motor de la conciencia, sino a la inversa, la conciencia es la fuente de desarrollo económico socialista. El idealismo del «Che» Guevara se vuelve voluntarista. En este sentido, el idealismo del «Che» se puede comparar con los punto de vista idealistas de Mao Zedong en economía política, a pesar de que Guevara muestra una postura mucho más progresista con respecto a las relaciones monetario-mercantiles que el último». (Rafael Martínez; Che Guevara y la economía política del socialismo, 2005)

[4] En cuanto a esto que esgrime Enver Hoxha de que los guerrilleros del Movimiento 26 de julio, donde se encontraban Fidel Castro y el «Che» Guevara, no lucharon «sobre la base del marxista-leninismo», se podría citar como primera prueba para demostrar esta afirmación de la inexistencia de un partido que comandase a la guerrilla. No obstante, nos interesa analizar varios factores. Si observamos detenidamente la propia teoría del «foco», que además coinciden con los de la «guerra popular prolongada maoísta».

Primer factor; veremos que el «Che» Guevara ignora totalmente el papel de la clase obrera. En su trabajo donde explica su teoría, dice lo siguiente:


«Si en un momento dado, en la guerra de guerrillas, se llega al acoso de las ciudades, a penetrar de tal manera el campo circundante, que puedan establecerse, en condiciones de cierta seguridad, será necesario darles a éstas una educación especial o, mejor dicho, una organización especial». (Ernesto «Che» Guevara; La guerra de guerrillas, 1960)

¡Lean eso, si las guerrillas campesinas llegasen a la ciudad, podría ser, que el movimiento revolucionario de los obreros fuera activo allí en las ciudades!:

«Su integración numérica no debe pasar de cuatro o cinco hombres. Es importante la limitación del número, porque la guerrilla suburbana debe ser considerada como situada en terrenos excepcionalmente desfavorables, donde la vigilancia del enemigo será mucho mayor y las posibilidades de represalias aumentan enormemente así como las de una delación. (…) Nunca se realizarán hechos armados sino por sorpresa sobre uno o dos miembros de la tropa enemiga o su servicio de confidentes, centralizando la acción en el sabotaje ordenado». (Ernesto «Che» Guevara; La guerra de guerrillas, 1960)

Con razón los marxista-leninistas albaneses criticaban tanto las teorías sobre el levantamiento armado de guevaristas como de maoístas, anarquistas, y otras corrientes, ya que en ocasiones estas teorías y conceptos sobre la lucha armada iban interconectados entre estas corrientes, o una desviación de una corriente era la opuesta de la otra corriente:

«El partido y el camarada Enver Hoxha han puesto particular atención a la más alta forma de violencia revolucionaria; el levantamiento armado, que ocupa un fenómeno importante en nuestro tiempo. No fue por casualidad que el VIIIº Congreso del PTA de 1981 enfatizó en la actitud extremadamente que los marxista-leninistas deben tomar hacia ella. Ellos nunca deben jugar al levantamiento armado, sino que deben partir del hecho que tal levantamiento armado solo debe ser puesto en el primer orden del día cuando las condiciones estén completamente maduras. El tratamiento marxista-leninista de este problema ayuda a combatir ambas actitudes tanto las nihilistas, como las que están basadas en un aventurismo pequeño burgués. Solo al tratarse bajo esa luz podemos darnos cuenta de los daños que han causado los puntos de vista maoísta sobre el «cerco desde campo a la ciudad» y el concepto de levantamiento armado como un proceso sin fin y sin perspectivas o las teorías pseudomarxistas que niegan el rol decisivo de las masas populares en la lucha y el liderazgo del partido marxista-leninista. Las tesis de nuestro partido, que consideran la estrecha vinculación de la lucha entre la ciudad y el campo bajo el liderazgo de la clase obrera y su partido revolucionario como la base del levantamiento armado refuta la teoría revisionista china que considera el campo como la única base para el levantamiento armado, mientras deja de lado la ciudad a la cual considera como el bastión de la reacción burguesa». (Stefanaq Pollo; La defensa y desarrollo de la teoría marxista-leninista de la revolución por el Partido del Trabajo de Albania, 1983)

Segundo factor; como vemos, se reedita el concepto del revisionismo chino de que siempre la toma de poder será a partir no de una insurrección armada que tome contacto con la ciudad como con el campo, sino de una guerra de guerrillas campesina que se mantendrá en una posición inicial defensiva, mientras que las masas, e inclusive los pocos elementos de la guerrilla de la ciudad, son auxiliares del campo y sólo pueden actuar bajo ciertos límites: es el viejo concepto maoísta de que el campo cerca a las ciudades. Iósif Stalin, ya refutó el mito de la superioridad de esta teoría revisionista china, que algunos denominarían después «guerra popular prolongada», y que algunos pseudomarxistas calificarían incluso de aporte al marxismo-leninismo en cuanto a estrategia militar. Veamos paso a paso la crítica de Stalin a tal concepto:

1) Señalando la diferencia primero entre una guerra de guerrillas –también llamada guerra partisana–, y una lucha armada en todo su sentido, que incluyera guerra de guerrillas de campesinos en el campo, montaña o monte y levantamientos de obreros, es decir en ciudad y campo a la vez. Y la consiguiente limitación de la primera a marcos más estrechos:

«Stalin: Con respecto a la lucha armada, debe decirse que los chinos no hablan de la lucha armada. Ellos hablan de la revolución armada. Ellos la ven como una guerra partisana con regiones liberadas y con un ejército de liberación. Esto significa que es necesario hablar de una revolución armada y de una guerra partisana, más no de una lucha armada. La expresión «lucha armada» fue mencionada primeramente en el diario Kominform. La lucha armada significa más que una guerra partisana, significa la combinación de guerra partisana del campesinado con las sublevaciones y huelgas generales de los obreros. En su escala, la guerra partisana es más estrecha que una lucha armada». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de Febrero de 1951)

2) Señalando, las desventajas e inconsistencia de una guerra de guerrillas sino es asistida por un Estado vecino amigo:

«Stalin: ¿Qué es una región partisana liberada? Es enteramente una isla en el Estado. No existen bases en ésta región. Puede ser rodeada, bloqueada. No tiene bases sobre las cuales apoyarse. (…) Cada comunista en un país donde los campesinos constituyen entre un 80 a un 90% de la población; está obligado a aplicar este método [la guerra de guerrillas – Anotación de Bitácora (M-L)] en su arsenal en sus luchas. Esto es indiscutible pero también a partir de esta experiencia de los camaradas chinos, se deduce que las guerrillas partisana de las regiones liberadas presentan grandes desventajas. Estas desventajas son que las regiones partidistas son islas que siempre están expuestas a un bloqueo. Es posible romper este anillo victoriosamente solamente creando una base estable, ligada y apoyada a Estados amigos vecinos; cambiado este Estado en la propia base estable. Los chinos tomaron este paso sensible de asentarse en Manchuria. Si no hubiesen hecho esto no sé como habrían terminado las cosas. En la guerra partisana, uno no tiene la fortaleza suficiente para alcanzar la victoria. La guerra partisana conlleva a una victoria sin fallos solamente si se basa en lazos con estado vecinos amigable. Es altamente característico que hasta que los camaradas chinos alcanzaron Manchuria, no deseaban atacar, temiendo que fueran cercados; fue sólo hasta después de esta situación que comenzaron a planificar su avance y comenzaron a obtener victorias en contra de las tropas de Chiang Kai-shek. Necesitamos considerar estas desventajas de las guerras partisanas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de Febrero de 1951)

3) Señalando que con la más que obvia inconexión con la ciudad de la teoría maoísta de toma de poder, Iósif Stalin recomendaba a los comunistas indios, que a diferencia de la guerra de guerrillas campesinas del revisionista Mao Zedong, desarrollaran lazos entre los campesinos y los obreros, entre la ciudad y el campo, desarrollando no una simple lucha de guerra de guerrillas en la que tomaran parte los campesinos, sino una lucha armada completa, una insurrección armada en todo su esplendor en el campo y la ciudad:

«Stalin: Ustedes tendrán tales regiones y posiblemente también tal ejército pero esto es insuficiente para obtener la victoria. Necesita combinar la guerra partidista con las acciones revolucionarias de los obreros. Sin ello, la guerra partisana por sí sola no tendrá éxito. Si los camaradas indios pueden organizar seriamente huelgas generales de los trabajadores ferroviarios, eso paralizará la vida del país y el gobierno podría probarse como una ayuda enorme para la guerra partisana. Tomen al campesino, por ejemplo; y díganle ésta es tu guerra partisana y tienes que lucharla. Entonces, el campesino preguntará: ¿por qué debe esta lucha agotadora recaer solo en mí? ¿Qué harán los obreros? Él no estará de acuerdo en que debe tomar solo todo el peso de la revolución. Él es lo suficientemente inteligente. Él está consciente y sabe que todo lo malo proviene de las ciudades, de los impuestos, etc. Él querrá un aliado en la ciudad. (…) El camino chino fue bueno para China pero no es suficiente para la India donde es necesario combinar la lucha proletaria en las ciudades con la lucha de los campesinos. (…) Mao Zedong hubiese estado feliz si los obreros ferroviarios hubiesen realizado una huelga laboral y Chiang Kai-shek hubiese sido privado de la posibilidad de recibir proyectiles pero hubo una ausencia en las relaciones con los trabajadores: fue una necesidad dolorosa más no ideal. Sería ideal si ustedes se esforzaran por lograr lo que no pudieron hacer los chinos: unir la guerra de los campesinos con la lucha de la clase obrera. Dange: Casi cambiamos la teoría de la guerra partisana en una teoría que no requiere de la participación de la clase obrera. Stalin: Si Mao Zedong se enterase de esto, los maldeciría. (Risas)». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de Febrero de 1951)


En los casos respectivos de limitación a un actividad rural a los que se refiere Stalin como Yugoslavia y China, se añadía el problema de que a causa de la ideología pequeño burguesa de los líderes de estos partidos comunistas, la línea de tales partidos obligaba a los cuadros a evitar el trabajo en las ciudades y concentrarse en los campos, por lo que cuando en estos dos casos particulares estos partidos se encontraron –en gran parte como dice Stalin por factores externos como la asistencia externa y los acontecimientos internacionales– con el poder político en sus manos, no tenían nexos con el proletariado de las ciudades, y esto se traducía en que este poder político estaba aislado del proletariado, al cual habían ignorando durante el ejercicio de la lucha armada y el proletariado no estaba templado en la ideología comunista. Este ejemplo contrastaba con la correcta línea de los comunistas en Bulgaria y Albania donde pese a que incluso en los periodos de ocupación de las ciudades por el enemigo, se tenía un vasto campo de actividad en ellas, y en el momento de su liberación contaban con un apoyo y conciencia avanzada de un proletariado curtido en la lucha y que había aprendido a corregir sus deficiencias de los cuadros del partido. Después otros casos de análoga situación a la sino-yugoslava –guerra de guerrillas con asistencia de Estados vecinos que por factores internos y externos se corona con el triunfo de los guerrilleros– como Vietnam o Camboya, la misma carencia de formación ideológica de sus líderes sobre el tema de las ciudades-campo, legó al nuevo poder de unos partidos sin contacto con el proletariado bastante evidente.


Tercer factor; es obvio, que hay una grandísima diferencia entre el concepto marxista-leninista de guerra de guerrillas y el concepto guevarista, anarquista o maoísta de guerra de guerrillas. En el concepto marxista-leninista; siempre dicha guerrilla sería ordenada por un partido, y la estrategia de la guerra de guerrillas sería una opción más de lucha en los momentos de la insurrección armada que combina acciones en el campo y la ciudad y siempre que sea posible a la ofensiva desde un inicio; en el concepto revisionista, la estrategia de la guerra de guerrillas es el único método en sí para la toma de poder, no parte de otra posibilidad en cuanto a métodos de lucha, dicha guerrilla no tiene relación apenas con la ciudad, y parte siempre de guardar una posición inicial defensiva y pasiva. Esto es otro de los hechos que demuestran que ni chinos ni cubanos se basaron en las «leyes generales de la revolución proletaria»:

«Ahora bien, la insurrección es un arte, lo mismo que la guerra o que cualquier otro arte. Está sometida a ciertas reglas que, si no se observan, dan al traste con el partido que las desdeña. Estas reglas, lógica deducción de la naturaleza de los partidos y de las circunstancias con que uno ha de tratar en cada caso, son tan claras y simples que la breve experiencia de 1848 las ha dado a conocer de sobra a los alemanes. La primera es que jamás se debe jugar a la insurrección a menos que se esté completamente preparada para afrontar las consecuencias del juego. La insurrección es una ecuación con magnitudes muy indeterminadas cuyo valor puede cambiar cada día; las fuerzas opuestas tienen todas las ventajas de organización, disciplina y autoridad habitual; si no se les puede oponer fuerzas superiores, uno será derrotado y aniquilado. La segunda es que, una vez comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la ofensiva. La defensiva es la muerte de todo alzamiento armado, que está perdido antes aún de medir las fuerzas con el enemigo. Hay que atacar por sorpresa al enemigo mientras sus fuerzas aún están dispersas y preparar nuevos éxitos, aunque pequeños, pero diarios; mantener en alto la moral que el primer éxito proporcione; atraer a los elementos vacilantes que siempre se ponen del lado que ofrece más seguridad; obligar al enemigo a retroceder antes de que pueda reunir fuerzas; en suma, hay que obrar según las palabras de Danton, el maestro más grande de la política revolucionaria que se ha conocido: de l’audace, de l’audace, encore de l’audace!». (Friedrich Engels; Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1852)

Por ende, su estrategia de movimientos estáticos –del guevarismo y del maoísmo–, previsibles y defensivos iniciales, es opuesta al concepto de insurrección del marxismo y sus estrategias para la toma de poder, puesto que da tiempo al Estado burgués a reorganizarse rápidamente y acabar con los diferentes focos de guerrillas defensivas:

«Al inicio, hay un grupo más o menos armado, más o menos homogéneo, que se dedica casi exclusivamente a esconderse en los lugares más agrestes, más intrincados, manteniéndose en escaso contacto con los campesinos. Da algún golpe afortunado, crece entonces su fama y algunos campesinos desposeídos de sus tierras o en lucha por conservarlas y jóvenes idealistas de otras clases van a engrosarla; adquiere mayor audacia para andar por lugares habitados, mayor contacto con la gente de la zona; repite algunos ataques, huyendo siempre después de darlos; de pronto sostiene un combate con alguna columna y destroza su vanguardia; sigue incorporando hombres, ha aumentado en número, pero su organización permanece exactamente igual, sólo que disminuyen las precauciones y se aventura sobre zonas más pobladas». (Ernesto «Che» Guevara; La guerra de guerrillas, 1960)

Es aceptable, como decimos, que la guerra de guerrillas forme parte de la insurrección armada en algunos momentos e incluso imprescindible:

«La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre «grandes batallas» de la guerra civil». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Guerra de guerrillas, 1906)

Pero volvemos a insistir, la guerra de guerrillas forma parte de la lucha armada generalizada, y no es el único método de lucha dentro de la insurrección, ni la guerrilla es usada defensivamente; por otro lado, como ya hemos visto, el marxismo-leninismo se diferencia del aventurismo al que se abraza el guevarismo:

«Para poder triunfar, la insurrección debe apoyarse no en una conjuración, no en un partido, sino en la clase más avanzada. Esto en primer lugar. La insurrección debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Esto en segundo lugar. La insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Esto en tercer lugar. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Marxismo e insurrección, 1917)

Sin embargo, el guevarismo, como ya vimos en una anotación anterior, cree poder romper con estas tres condiciones; y es lo que le convierte en una doctrina aventurera, putschista:

«La insurrección armada revolucionaria no tiene nada en común con los putschs militares. La primera tiene por objetivo lograr cambios políticos radicales; destruir el viejo régimen desde sus cimientos. Los segundos no conducen ni pueden conducir al derrocamiento del régimen de opresión y explotación o a la liquidación de la dominación imperialista. La insurrección armada se basa en el apoyo de las amplias masas populares, mientras que el putsch es expresión de la desconfianza en las masas, de la separación de ellas. Las tendencias putschistas en la política y en la actividad de un partido que se hace llamar partido de la clase obrera constituyen una desviación del marxismo-leninismo. De acuerdo con las condiciones concretas de un país y con la situación en general, la insurrección armada puede ser un estallido repentino o un proceso revolucionario más largo, pero no sin fin y sin perspectiva (…) Ateniéndose sin vacilar a las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre la revolución violenta como ley general, el partido revolucionario de la clase obrera es resuelto adversario del aventurerismo y jamás juega con la insurrección armada. Desarrolla sin cesar pues, en todas las condiciones y circunstancias, diversas formas de lucha y actividad revolucionarias a fin de prepararse a sí mismo y preparar a las masas para las batallas decisivas en la revolución, para poner fin a la dominación de la burguesía mediante la violencia revolucionaria. Pero, sólo cuando la situación revolucionaria está por completo madura, pone directamente la insurrección armada al orden del día y adopta todas las medidas políticas, ideológicas, organizativas y militares para llevarla a la victoria». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Los movimientos castrista-guevaristas, sin embargo, no toman en cuenta las situaciones y exigencias que hemos visto; y que Engels y Lenin calificaban de imprescindibles para «no jugar a la insurrección armada». Estos factores se tradujeron en negar la hegemonía del proletaria en la lucha armada y la toma de poder, en montar «focos» de guerrillas «sin ton ni son», sin tener en cuenta las condiciones objetivas y subjetivas existentes, en abandonar las ciudades prácticamente a su suerte para basarse solo en el campo, y en ocasiones también realizar acciones armadas puntuales con un abuso de la figura del atentado cuando veían que por todo lo anterior no avanzaban en la lucha armada; esto resultaría en el desprestigio del comunismo ante las masas, y sería la marca común tanto de guerrillas tanto guevaristas como maoístas en América y en el mundo. Por ende los pretendidos «marxista-leninistas» que hoy día reclaman que: o bien la «guerra popular prolongada» o bien el «foquismo» son la teoría estratégica-militar del proletariado, no puede más que causarnos una «jarta» de risa.

Los comunistas leninistas albaneses sabían que desligarse de la larga lista de todo este tipo de concepciones –que existían en los 40 pero bajo otros movimientos como el trotskismo o el anarquismo albanés– era un requisito indispensable para una correcta comprensión de la lucha de clases y la cuestión de la toma de poder en Albania. Y una vez conquistado el poder político, comprendieron que también era menester que cada partido marxista-leninistas aún no en el poder hiciera el mismo ejercicio en sus respectivos países, ya que ni la «guerra popular prolongada» maoísta ni el «foco» guevarista ni las ideas anarquistas, trotskistas o luxemburgistas tenían nada que ver con la teoría y práctica marxista-leninista de la lucha de clases, el uso de la violencia y la toma de poder:

«Las ideas del camarada Enver Hoxha y la experiencia del partido en el levantamiento armado, la guerra popular y la creación del ejército revolucionario tienen gran valor a día de hoy, tanto para la cuestión de la defensa de nuestra patria socialista como para los movimiento revolucionarios de liberación presentes, porque ellas se oponen, desde posiciones marxismo-leninistas a las diversas predicas y prácticas maoistas, foquistas, anarquistas, terroristas, y otras sobre la lucha armada, las cuales han causado y siguen causando colosales daños a la causa de la revolución y la liberación de los pueblos». (Simon Ballabani; Las enseñanzas del partido y del camarada Enver Hoxha sobre la liberación del país y la defensa de la patria socialista, 1983)

[5] Lejos, de existir un partido comunista en Cuba, se fusionaron distintos partidos antimarxistas para conformar un pseudopartido comunista, veamos; oficialmente se fundó el actual Partido Comunista de Cuba en 1965, y éste partido venía a ser la unión del: Movimiento 26 de julio de Fidel, del Partido Socialista Popular de Blas Roca, y el Directorio Revolucionario 13 de marzo de Faure Chomón. Cierto es que de estas tres organizaciones, al triunfo de la revolución cubana de 1959, solo se reivindicaba como «comunista» el Partido Socialista Popular, quién había desarrollado una más que discutible «lucha» contra Fulgencio Batista, a quién coyunturalmente habían apoyado o combatido, tal partido ideológicamente naufragaba entre el revisionismo browderista y el revisionismo jruschovista en auge por entonces. Posteriormente, con el partido conformado y unificado, hubo una purga contra gran parte de los viejos elementos del Partido Socialista Popular pero no significaba que el partido de la nada se convirtiera por ello en marxista-leninista, ni siquiera que se deshiciera de la influencia jruschovista que el propio Fidel Castro llevaría a sus espaldas toda su vida. Queda claro por tanto, que no pudo existir ni existe una base marxista-leninista en tal partido; que bajo tal eclecticismo no ha existido ni existe una sólida unidad ideológica en el Partido Comunista de Cuba que además ha incubado múltiples tendencias de corte reformista-socialdemócrata, trotskista, anarquista, etc., facciones que se han permitido y permiten siempre que no cuestionen a la dirección en sí, una táctica muy clásica de los revisionistas que persigue obtener el apoyo de quién sea y como sea si tales individuos sirven para el propósito indicado.

Esa vacilación y oportunismo es lo que ha posibilitado, por ejemplo: que en la actualidad haya un grupo importante de trotskistas en la dirigencia; aunque no supone una sorpresa puesto que el Partido Comunista de Cuba ha estado dando cobertura a conocidos trotskistas desde ya hace mucho tiempo: Marta Harnecker, Eduardo Galeano, Ignacio Ramonet, Santiago Alba Rico –estos dos incluso son propagandistas de la OTAN–, etc. Tan bajo han caído que se han permitido aceptar la etiqueta de «marxistas» que los revisionistas del «socialistas del siglo XXI» se autocolocan.

El caso de Cuba, fue igual que el de otros muchos países africanos, asiáticos y demás, la dirigencia que obtiene el poder recibe tarde o temprano las ayudas de la Unión Soviética revisionista, y el país que da la ayuda como el que la recibe asegura que el nuevo gobierno «va rumbo al socialismo», creando, si hace falta, un partido con nombres revolucionarios y declarando que sus líderes ahora aceptan el marxismo-leninismo, una estupidez supina ¡«como si la revolución pasara por enseñar el marxismo leninismo a sus líderes!»:

«Los hegemonistas soviéticos no escatiman los elogios más desenfrenados a los gobernantes de los nuevos Estados nacionales que de una u otra forma están atados al carro de la política de la Unión Soviética. Llegan al extremo de considerar a estos gobernantes como: «Revolucionarios destacados». (Vaprosi fillosoti; Nº.2, 1983) Que: «Se esfuerzan por asimilar la teoría del socialismo científico». (Vaprosi fillosoti; Nº.2, 1983) ¡Como si la revolución pasara por enseñar el marxismo leninismo a su líder!; y añaden que gracias a esto es que sus países: «Pueden integrarse en el sistema socialista mundial».(Vaprosi fillosoti; Nº.2, 1983) La vida se ha encargado de probar que las presiones, la corrupción, las intervenciones y otras actividades del mismo estilo, a las que recurren los socialimperialistas soviéticos tienen por objetivo realizar sus fines neocolonialistas, hegemonistas y contrarrevolucionarios, en cualquier parte y en los países de pretendida «orientación socialista». Tratan de pasar por amigos y aliados de los pueblos, pero fraguan continuos complots a espaldas suyas. Cuando estos complots de los socialimperialistas soviéticos son descubiertos y desenmascarados y no se acepta su tutela, como ha ocurrido en algunos países africanos, acusan a estos países de desviarse del camino de la «orientación socialista» y a sus dirigentes de tomar decisiones apresuradas, de carácter subjetivo. Este hecho evidencia que tanto la teoría de la «vía no capitalista de desarrollo» como la de «orientación socialista» han sido inventadas y son propagadas por los revisionistas soviéticos en función de sus fines neocolonialistas y hegemonistas». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)

El «Che» Guevara fue seguramente el principal defensor de que el líder del partido fuera Fidel Castro, quién como todos sabían y él mismo había declarado en Estados Unidos, no era comunista, recordemos que Fidel Castro, en su juventud, era enemigo ideológico de los estudiantes de izquierda, y que el propio Fidel solo se lanza en brazos del campo revisionista cuando su intento de aproximación al imperialismo estadounidense se quedo en eso. Guevara a su vez fue cabeza visible en la unificación mecánica de los partidos no comunistas en el resultante Partido Comunista de Cuba; y como reconocería, para forjar este nuevo partido se fijo en la experiencia de los manuales soviéticos revisionistas como los de Kuusinen y en la experiencia de los otros partidos comunistas ya degenerados por el revisionismo:

«Este pequeño libro está destinado a iniciar a los militantes del Partido, en el amplio y riquísimo acervo de las ideas marxistas-leninistas. La elección de los temas es simple y efectiva. Se trata de un capítulo del Manual de marxismo-leninismo de Otto V. Kuusinen y de una serie de discursos de Fidel Castro. La selección es buena porque en el capítulo del Manual de marxismo-leninismo se sintetiza la experiencia de los partidos hermanos y se da un esquema general de lo que debe ser y cómo debe actuar un partido marxista-leninista, y en la sucesión de discursos del compañero Fidel se ve desfilar la historia política de nuestros país a través de las palabras en algunos casos autobiográficos, del dirigente de la revolución». (Ernesto «Che» Guevara; El partido marxista-leninista, 1963)

[6] A Enver Hoxha no le temblaría la mano, como a muchos sentimentalistas que idolatraban a estos grupos armados, en criticar las teorías antimarxistas «izquierdistas» sobre la revolución y la toma de poder que en aquellos momentos abundaban en el mundo. De hecho, en el VIº Congreso del PTA de 1971 dedicó una buena parte a desmontar a las teorías que vanguardizaban varios movimientos pero sobre todo el guevarismo:

1) La teoría de que «la historia la hacen los héroes» –negando el papel de las masas en la revolución–:

«Mucha gente, entre la cual se cuentan revolucionarios sinceros, al haber rechazado el camino reformista de los revisionistas y haberlo criticado, han abrazado otros conceptos erróneos sobre la revolución y sus vías de desarrollo. Esto se relaciona con su posición de clase pequeño burguesa, con la ausencia de la debida formación ideológica marxista-leninista y con las influencias que ejercen sobre ellos los puntos de vista anarquistas, trotskistas y golpistas. Algunos de ellos conciben la revolución como un golpe militar, como obra de unos cuantos «héroes». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

2) Pero esta solo era una teoría que acompañaba a otras como la de que el «motor pequeño» que era el foco de la guerrilla ponía en funcionamiento el «gran motor» que era el proletariado –eludiendo las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución–:

«Sobrestiman y absolutizan el papel de la «actividad subjetiva», y piensan que la situación revolucionaria, como condición para el estallido de la revolución, puede ser creada artificialmente por las «acciones enérgicas» de un grupo de combatientes que sirve como «pequeño motor» que pone en movimiento al «gran motor» de las masas. Según ellos el potencial revolucionario de las masas en la sociedad capitalista está en todo momento a punto de estallar, basta un impulso exterior, basta que se cree un foco guerrillero para que las masas lo sigan automáticamente». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

3) De que no era necesario analizar las condiciones objetivas, que estas se podían crearlas por el foco y sus guerrilleros –ignorando un análisis científico de la situación y de las leyes mismas de la revolución–:

«La lucha armada de un grupo de revolucionarios profesionales sólo puede ejercer influencia en el ímpetu de las masas cuando se coordina con otros objetivos políticos, sociales, psicológicos que determinan el surgimiento de la situación revolucionaria y cuando se apoya en las amplias masas del pueblo y goza de su simpatía y respaldo activos. De lo contrario, como demuestra la dolorosa experiencia en algunos países de Latinoamérica, la acción de la minoría armada, por heroica y abnegada que sea, choca con la incomprensión de las masas, se aísla de ellas y sufre derrotas. Las revoluciones maduran en la situación misma, en tanto que su victoria o su derrota depende, de la situación y del papel del factor subjetivo. Este factor no puede representarlo un solo grupo, por más consciente que sea de la necesidad de la revolución. La revolución es obra de las masas. Sin su convencimiento, preparación, movilización y organización, ninguna revolución podrá triunfar. El factor subjetivo no se prepara únicamente mediante las acciones de un «foco» guerrillero, ni tampoco tan sólo con agitación y propaganda. Para ello, como nos enseña Lenin y la vida misma, es indispensable que las masas se convenzan a través de su experiencia práctica». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

4) O la teoría de que «para preparar la revolución sólo es importante el trabajo clandestino» –negando el trabajo legal en la sociedad burguesa y en las organizaciones de masas–:

«El concepto sobre el papel decisivo de la minoría armada va acompañado también de los puntos de vista de que la lucha debe desarrollarse únicamente en el campo o sólo en la ciudad, de que se debe atener únicamente a la lucha armada y a la actividad clandestina. Ha adquirido también una amplia difusión la tesis trotskista que considera la revolución como un acto repentino y la huelga general política como la única forma de llevarla a cabo. El orientarse por la lucha armada no significa en lo más mínimo renunciar a todas las demás formas de lucha, no quiere decir concentrarse en el campo y abandonar la lucha en la ciudad viceversa, tampoco significa proponerse conseguir el objetivo final –la toma del poder– abandonando la «lucha pequeña» por las reivindicaciones inmediatas, económicas, políticas y sociales de los trabajadores, no quiere decir velar sólo por la organización de las fuerzas armadas y descuidar el trabajo entre las masas y dentro de sus organizaciones, trabajar y luchar únicamente en la clandestinidad y renunciar a aprovechar las posibilidades de actividad legal y semilegal, etc. Preparar la revolución no es cuestión de un día es una labor multilateral y compleja. Para ello se ha de trabajar y luchar en todas las direcciones y con todas las formas, combinándolas correctamente y cambiándolas a tenor de los cambios de la situación, pero siempre supeditándolas al logro del objetivo final». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

[7] Muchas de las guerrillas guevaristas que se desarrollaron tras la muerte de Guevara vivían bajo unas condiciones –en su país– de abierta dictadura fascista:

«Para evitar las revoluciones, los imperialistas estadounidenses con los capitalistas nativos utilizan dos métodos principales. Uno, el de establecer regímenes militar-fascistas por medio de un pronunciamiento militar, cuando ven amenazadas de manera inminente sus posiciones. Así actuaron en Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, etc. El otro método es la organización de regímenes democrático-burgueses, con acentuadas limitaciones y una pronunciada carencia de libertades fundamentales, como en Venezuela y México, o como están haciendo actualmente en Brasil, esforzándose así por atenuar las tensiones revolucionarias y dar la impresión de que la burguesía de dichos países y, en mayor medida, la administración de los Estados Unidos y su presidente, se preocupan por los «derechos humanos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

En estas situaciones de franca existencia de dictaduras terroristas fascistas, algunos grupos creían que eso les daba legitimidad automática para cometer actos de terror pertrechados individualmente o en pequeños grupos en los que no participaban las masas. Veamos dos ejemplos de cómo Iósif Stalin criticaba estos métodos aventureros e izquierdistas de emplear la violencia:

«La política del terror individual respondía a la falsa teoría populista de los «héroes» activos y la «multitud» pasiva, que aguarda las hazañas de los «héroes». Esta falsa teoría preconizaba que sólo unos cuantos individuos destacados hacen la historia y que la masa, el pueblo, la clase, la «multitud», como la llamaban despectivamente los escritores populistas, es incapaz de realizar acciones conscientes y organizadas y no puede hacer más que seguir ciegamente a los «héroes». Por eso, los populistas renunciaron a realizar un trabajo revolucionario de masa entre los campesinos y la clase obrera, y emprendieron el camino del terror individual». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

Otro claro y ejemplificado recordatorio:

«El partido siempre está entrenado en aras de negar el terror individual. Si nuestra propia gente lucha en contra de los dueños de las tierras y éste es asesinado en una escaramuza, nosotros no consideraríamos eso como terror individual ya que las masas participaron en el hecho. Si el partido mismo organiza grupos terroristas para que éstos asesinasen al propietario de la tierra y esto se hace sin la participación de las masas, entonces nosotros siempre estaremos en contra de esto ya que no apoyamos el terror individual. Tales operaciones activas de terror individual cuando las masas están en condición pasiva, mata el espíritu de la actividad misma de las masas. Entrénese a las masas en el espíritu pacifista y aún más, las personas juzgan los asuntos de la siguiente manera: no nos podemos adentrar en esta actividad cuando son los héroes quienes trabajarán en nuestro nombre. Así, hay un héroe y por el otro lado no es la muchedumbre quien participa en la lucha. Desde el punto de vista del entrenamiento y la organización de la actividad de las masas, tal punto de vista es peligroso. En Rusia existió tal partido, el Socialista Revolucionario, que tuvo grupos especial para aterrorizar a los principales ministros. Siempre nos mantuvimos en contra de este partido. Este partido perdió todo crédito entre las masas. Nosotros estamos en contra de la teoría de un héroe y la muchedumbre». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de Febrero de 1951)

[8] Algunos ejemplos de organizaciones armadas que se inspirarían en las mismas desviaciones guevaristas de sus homólogos latinoamericanos: Brigadas Rojas italianas, el GRAPO español, la ETA vasca, la RAF alemana, etc. Estas organizaciones, como las propias organizaciones guevaristas de América, se fijarían mucho no sólo en el mito de Guevara, sino también como la propia Cuba en su día, en muchas de las revoluciones pseudosocialistas como la yugoslava, la china, la coreana, la cubana, la angoleña, la nicaragüense, la vietnamita, argelina, y copiarían sus métodos antimarxista-leninistas –nótese que en todos los casos fueron revoluciones democrático-burguesas con marcado carácter nacionalista-burgués que se intentaban teñir de socialista–.

En casi todos los casos de estas agrupaciones guevaristas o filoguevaristas no existía un partido que dirigiera a estas guerrillas, algunos decían que estaban pensando en la creación del partido comunista, o en el mejor de los casos si existían estos partidos pero no mandaban realmente a sus brazos armados, siendo estos autónomos o mandaban estos directamente al partido; pero como decíamos, lo normal en estas organizaciones era que las «guerrillas» dirigieran la política del resto de organizaciones con las que estaban conectadas, incluyendo organizaciones de masas y partidos que eran partidarios de estas organizaciones armadas o simplemente simpatizantes de ellas. Estos grupos eran muy afines a la creencia de que «la historia la hacen los héroes» y todas las desviaciones guevaristas que ya hemos presencia, y así lo expresaban en sus acciones.

Por supuesto, sobra decir, que sin un partido que dirigiera a estos aventureros y pese a toda la parafernalia lingüística para aparentar tener influencia marxista, no existía una cohesión ideológica en estos grupos; el extremo faccionalismo y las escisión era el pan de cada día, ya que ni siquiera oficialmente se seguía una línea ideológica clara ni se regían por el centralismo democrático para garantizarlo. En el caso ideológico, ETA por ejemplo si observamos su progreso ideológico desde sus inicios, tanto el nacionalismo burgués, el socialdemocratismo, el trotskismo, el maoísmo, el anarquismo y el tercermundismo han estado presentes en toda su teórica y actuar y esto lo corrobora no solo sus estrategias y tácticas, ni siquiera todas las corrientes oficiales expulsadas a lo largo de su historia que evidencian tal existencia interna, sino la deriva actual tanto de ETA como de la izquierda abertzale que en algún momento ha sido afín a ETA. En el caso de las Brigadas Rojas italianas tenemos un caso similar de extremo fraccionalismo a causa de una mezcolanza ideológica no definida, facilitando la infiltración de elementos de todo tipo tanto de antimarxistas como de directos provocadores de la burguesía. Esta debilidad en el ámbito ideológico, hacía muy fácil que los servicios secretos de los países donde operaban se infiltraran en la organización: logrando o bien vender a sus dirigentes a la policía o utilizar a los elementos más volubles para azuzar desde dentro a que se sucedieran los actos aventureros de estas bandas para bien intereses de los gobiernos de turno u otras fuerzas burguesas, recordemos que el terrorismo ha jugado una baza fundamental en los gobiernos de Italia, España, Alemania en los últimos años para desviar la atención pública, criminalizar a los verdaderos marxista-leninistas y fortalecer la unidad de las fuerzas políticas burguesas.

Tampoco hay que olvidar a las organizaciones inspiradas en el revisionismo chino como Sendero Luminoso, que crearon guerrillas y retomaron aunque a veces lo negaran, las mismas desviaciones de las guerrillas guevaristas latinoamericanas: como puede ser el poco énfasis e incluso abandono de su política en las ciudades con la excusa del número del campesinado o la extensión de métodos de terror individual sin conexión con las masas trabajadoras como secuestros, bombas en embajadas, asesinatos selectivos o coches-bomba, nada que no hicieran también otras organizaciones como las Brigadas Rojas, las RAF, los GRAPO o la ETA.

Pero en el caso de los grupos armados creado en Europa, copiaban el accionar de ciertas «guerrillas urbanas» guevaristas latinoamericanas como los Tupamaros. Como sabemos los grupos guevaristas estaban claramente caracterizados por sus tendencias a subestimar la lucha o bien en el campo o bien en la ciudad, y dotaban todo su actuar en uno y otro lado, considerando al contrario como innecesario o imposible en el que actuar. Este último pensamiento, estaba relacionado con la teoría de quedarse mejor solo en el campo o solo en la ciudad porque consideraban uno u otro medio como mejor para desarrollar sus actividades y así evitar que el «enemigo no desate el terror contra el pueblo». En general los grupos europeos como las RAF, ETA, Brigadas Rojas, viraban hacia la desviación de actuar solamente en el ámbito urbano, es decir, el de las ciudades, no prestando ninguna o casi ninguna atención al campo, sacando la vena guevarista de la unilateralismo del accionar de la guerrilla solo en un lado, pero recuperando entonces la vena anarquista de grandes atentados en las grandes ciudades y el no actuar en el campo:

«Las enseñanzas que se derivan de la experiencia de la estrecha vinculación de la lucha armada del pueblo en la ciudad y en el campo, sin menospreciar a ninguno de ellos, son de gran valor en la actualidad. Esta experiencia rechaza tanto las prédicas maoístas sobre el «cerco de la ciudad por el campo» que suponen dejar a un lado el papel de la clase obrera y las masas trabajadoras de la ciudad, como las prácticas de los diversos grupos de extrema izquierda y anarquistas que reducen la lucha armada a algunas esporádicas y menudo aventureras acciones aisladas en las ciudades». (Simon Ballabani; Las enseñanzas del partido y del camarada Enver Hoxha sobre la liberación del país y la defensa de la patria socialista, 1983)

Por todas las características que hemos venido observando en estas anotaciones, los partidos marxista-leninistas denunciaron el carácter incoherente y opuesto al marxismo-leninismo de estos grupos armados guevaristas o inspirados en el guevarismo. Las RAF eran otro ejemplo de grupo armado formada a partir del mito de Guevara, de hecho tal agrupación alemana se formó inspirada en los Tupamaros –guerrilla guevarista uruguaya–. Las RAF reunía las desviaciones básicas del guevarismo, razón por la cual era rechazada por los marxista-leninistas alemanes:

«Desde el principio, el partido –contrariamente a lo que a propósito mentirosamente ha difundido la prensa de Alemania Occidental– se ha distanciado de las RAF, por sus llamadas teorías: del uso del terrorismo expresado en intentos de asesinatos políticos sin conexión forma ajena con la lucha revolucionaria de las masas; de su blanquismo, que espera que la abolición para la humanidad de la esclavitud asalariada con la lucha de clase del proletariado es a través de la conspiración de una pequeña minoría de intelectuales; de su teoría del «impulso externo», la pequeña rueda de intelectuales revolucionarios que impulsa a la rueda grande, la clase obrera, para que funcione el engranaje; que establece que la clase obrera y los demás trabajadores, ya que son incapaces de elevarse a la lucha revolucionaria deben ser estimulados a través de acciones espectaculares; de su negación de la necesidad del partido marxista-leninista de vanguardia del proletariado y otras teorías oportunistas más. (…) El límite entre un revolucionario pequeño burgués y un contrarrevolucionario pequeño burgués obviamente se alcanza, donde sus acciones, sus ataques, su terror, se vuelve contra el pueblo. (…) La historia de las RAF es un ejemplo clásico de la desesperanza de terrorismo pequeño burgués, como su principio revolucionario acaba en acciones contrarrevolucionarias». (Ernst Aust; Educar a las masas para la revolución; Discurso del camarada Ernst Aust en la reunión del Buró Político, 5 de diciembre de 1977)

Enver Hoxha expresaría sobre el carácter de todos estos grupos:

«En los países capitalistas, además de las fuerzas revolucionarias que están dirigidas por el partido marxista-leninista, hay otras fuerzas que luchan y se enfrentan con la policía, la gendarmería, etc. Muchas acciones y enfrentamientos de estas otras fuerzas tienen un carácter terrorista, aventurero, anarquista, se presentan con toda clase de colores y etiquetas y están guiadas por diversas ideologías». (Enver Hoxha; El imperialismo y revolución, 1978)

Hay que recordar que históricamente, ha habido clases sociales que han cogido las armas contra otras clases sociales, y no significa que las que las empuñaran fueran la clase progresista de la época. Las revoluciones de la burguesía nacional en el siglo XIX y XX lo demuestran, la lucha armada no es sinónimo de que está dirigida por una clase explotada, y mucho menos por la clase obrera. Estos grupos como hemos explicado, nacían de la propia situación del sistema capitalista, sus contradicciones, de sus variantes ideológicas, del auge y caída de ciertas doctrinas burguesas y pequeño burguesas, y responden también, a una lógica de renovación del propio sistema para sostenerlo:

«Es el sistema capitalista que crea estas bandas, el que provoca la degeneración de sus miembros y les anima a operar bajo, etiquetas pseudoproletarias, pseudocomunistas y pseudorevolucionarias. Originalmente, muchos miembros de estas pandillas eran gente honesta, desempleados y sin hogar que han sufrido grandes dificultades, pero esta vida miserable y el capitalismo mismo los llevan a cometer actos de terrorismo, robo y asesinato. En algunos casos, estas pandillas son una vergüenza para el poder de la burguesía, pero sobre todo que sirven a la burguesía y es por lo que éstas aumentan continuamente y los deja libres para seguir actuando. Este es el ejército del fascismo con que el proletariado se ha enfrentado y siempre ha chocado cada vez que se levanta en la lucha revolucionaria. Estas bandas son las ayudas auxiliares del ejército, la policía y todos los órganos de coerción de la burguesía». (Enver Hoxha; Sólo bajo un genuino partido marxista-leninista se pueden conseguir los objetivos, 1979)

El marxista-leninista albanés explicaba porque estos grupos armados eran útiles para el Estado burgués, ya que bien por iniciativa de los métodos terroristas y aventureros de la ideología de los propios pseudomarxistas de estas agrupaciones, o bien por instigación de los agentes de los servicios secretos burgueses infiltrados en estas organizaciones, se buscaba que estas cometieran actos que llevaran al descrédito de las fuerzas realmente revolucionarias y comunistas que luchaban contra la burguesía. De hecho no deja de ser cierto que estos grupos por uno u otro estímulo, cometían verdaderas atrocidades terroristas contra las masas trabajadoras:

«Estas acciones a menudo son organizadas a instigación de los servicios secretos de los países capitalistas, son financiadas por ellos, y tienen por objeto, entre otras cosas, desacreditar a los partidos marxista-leninistas, atribuyéndoles tales acciones. Los elementos fascistas o los agentes secretos de la burguesía que organizan y dirigen frecuentemente estas acciones, se esfuerzan por sacar partida del descontento, la indignación y el coraje del proletariado, de los estudiantes, de la juventud etc., a fin de lanzar a los grupos y los diversos movimientos que forman estas masas a acciones que además de no tener nada en común con los movimientos revolucionarios reales, ponen en peligro los propios movimientos revolucionarios, creando la impresión de que el proletariado está en degradación, de que se ha transformado en lumpemproletariado». (Enver Hoxha; El imperialismo y revolución, 1978)

Había que resaltar entonces y hoy también, que pese al nombre que llevasen poco tenían en común con lo que decían representar:


«Todas estas corrientes y grupos se enmascaran con nombres atrayentes, como «proletarios», «comunistas», «brigadas rojas» y otros apelativos, que siembran una gran confusión. Las acciones de estos grupos no tienen nada que ver con el marxismo-leninismo, con el comunismo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Por ello se insistía en que la labor con las masas y con los miembros que han pasado por estas organizaciones era, que:

«Los partidos marxista-leninistas, dedicando la debida atención a esta cuestión, deben, de una parte, hacer que las masas se convenzan por su propia experiencia de que las acciones revolucionarias tienen un carácter totalmente diferente de los actos terroristas y anarquistas y, de otra parte, deben luchar para separar y reconducir de las filas de los grupos terroristas y anarquistas a los elementos revolucionarios que han caído en su trampa, alejarlos también de la influencia que puedan haber recibido de los fascistas y los agentes secretos de la burguesía infiltrados en dichos grupos». (Enver Hoxha; El imperialismo y revolución, 1978)

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