La empresa nacional Antonov es una de las cartas empresariales de Ucrania, utilizada para saquear el legado de los demonizados tiempos soviéticos. Así ocurre principalmente con la aeronave más grande del mundo, en And-225 Mriya, creado como parte del programa espacial soviético para transportar y hacer despegar el transbordador espacial Buran.
Ahora el mundo lo trata como exclusivamente ucraniano, aunque el diseño y la construcción son el resultado del trabajo de empresas de toda la antigua Unión Soviética, incluyendo fábricas en Ulianovsk, Moscú, Voronezh, Gorky y Tashkent.
La última campaña de propaganda en la que ha participado el Mriya se produjo en abril, cuando transportó mascarillas, gafas de protección y batas procedentes de China. El presidente Volodymyr Zelensky recibió personalmente el cargamento humanitario y posó con el gigante de fondo cuando prometía que las mascarillas se entregarían gratuitamente en todas las regiones del país. Pero, como suele ocurrir en Ucrania, esa “victoria” rápidamente se convirtió en otra “traición”. Porque, en realidad, la “ayuda humanitaria” china era un cargamento comprado por unos grandes almacenes que, con éxito, vendieron el material en sus tiendas.
Esta historia hizo recuperar por un momento la situación de la empresa estatal Antonov, aunque las autoridades ucranianas solo la recuerdan por motivos de propaganda. El presidente Zelensky expresó su deseo de construir otro modelo de este avión y también planteó la necesidad de crear una aerolínea estatal a base de Antonov para competir con Ukrainian International Airlines en la lucha contra el oligarca caído en desgracia Kolomoisky. Al mismo tiempo, el presidente volvió a apelar al brillante futuro de la industria de aviación ucraniana, que está a punto de florecer milagrosamente entre la lluvia de dinero público e inversiones de inversores extranjeros.
En realidad, todos estos comentarios fueron una pura proyección que ofendió incluso a los periodistas, ya acostumbrados a la hipocresía patriótica, pero conscientes de la deplorable situación en la que se encuentra Antonov. El director de la empresa, Alexander Donets, admitió que la construcción de un segundo Mriya es poco práctica y nada realista. Por supuesto, Ucrania no puede ni siquiera soñar con sus propios proyectos espaciales a ese nivel y Antonov experimenta problemas con la construcción de los más corrientes aviones de pasajeros y de carga. Esa ha sido la consecuencia de la ruptura de un prometedor contrato con Azerbaiyán hace unos años, que se debió a la falta de piezas procedentes de Rusia.
“Euromaidan y la consecuente terminación de la cooperación industrial con las empresas rusas ha impedido la operatividad completa de la planta de Kiev. Antonov, el antiguo gigante de la industria aérea, pasa por tiempos difíciles. La ruptura de Ucrania con Rusia en 2014 tras Maidan, que derrocó al presidente pro-Kremlin Victor Yanukovich, forzó a la compañía a abandonar una serie de proyectos conjuntos, incluyendo tres nuevos aviones de transporte militar, un avión de pasajeros local y otros. Nuestro corresponsal visitó las instalaciones centrales de la empresa en Kiev hace casi cinco años y comprobó que las líneas de producción estaban prácticamente paralizadas y la dirección buscaba en vano nuevos socios en Occidente”, escribió con franqueza Christian Science Monitor.
De hecho, en diciembre de 2013, Kiev y Moscú acordaron reanudar la producción conjunta de, An-124 Ruslan para construir ochenta aeronaves por un valor total de 13.000 millones de dólares. Sin embargo, las nuevas autoridades ucranianas inmediatamente paralizaron la producción y los contratos económicos con la Federación Rusa, lo que privó a Antonov de perspectivas de futuro.
La empresa produjo su último An-158 hace cinco años y la producción en serie se ha paralizado completamente. No hay dinero para su renovación. Según se estimó en 2017, requiere 770 millones de dólares, que el Estado ucraniano no ha podido encontrar. Por no mencionar el hecho de que los especialistas cualificados se han marchado a otros países y que el desarrollo tecnológico está en gran parte anticuado. Sin embargo, Antonov intenta ahora vender todo ese desarrollo tecnológico de los diseños de las aeronaves, que se remontan a los tiempos soviéticos. La empresa estatal intentó negociar con Arabia Saudí para construir una fábrica para la producción de aviones An-132D en su territorio. Sin embargo, el año pasado, los saudíes finalmente perdieron interés por el proyecto.
Al mismo tiempo se produjo también un flirteo con Pekín. En 2016, el canal de televisión chino CCTV informó que Antonov iba a vender a China la documentación técnica y los derechos de Mriya, todo ello supuestamente con la posibilidad de seguir desarrollando en An-225 en China. Sin embargo, Ucrania impidió estos acuerdos, posiblemente debido a los intereses de Estados Unidos, que activamente trata de impedir que China se haga también con el control de la empresa de Zaporozhie Motor Sich, que produce motores para aeronaves.
En este contexto, Ucrania solicitó ayuda directa a Washington, aunque claramente pareció solo un gesto de desesperación. “Recientemente hemos presentado propuestas para Antonov a Boeing. La compañía americana podría estar interesada, aunque no sea en la producción en general, al menos en la participación parcial, ya sea en Estados Unidos, o en invertir en nuestra industria. Creo que el futuro de Antonov depende fuertemente de la cooperación con Estados Unidos y específicamente con Boeing”, afirmó el 13 de mayo Volodymyr Yelchenko, embajador de Ucrania en Estados Unidos. La ironía es que la empresa americana no está interesada en esa cooperación, especialmente en nombre de salvar a la empresa ucraniana. En realidad, está bastante satisfecha con la eliminación de un competidor en potencia en el mercado aeroespacial.
La crisis del coronavirus puede resultar ser otro golpe para Antonov. A causa de la reducción del tráfico aéreo global ha descendido la demanda de nuevas aeronaves. Hace diez años, visité la fábrica de Kiev durante la visita del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Nicolás Madur. Encantado con los aviones, Chávez se paseó bajo el gran esqueleto del Ruslan y entonces dijo a los reporteros: “Ucrania tiene que aprender a caminar sobre sus pies. Los tiene”, en referencia a los extraordinarios aviones que el país había recibido del pasado soviético. Pero la política independiente tenía sus propios intereses y las cosas no salieron bien. Así que la famosa empresa ucraniana espera algo parecido a lo ocurrido en los noventa, cuando los ingenieros tuvieron que construir las famosas carretillas Kravchunka con el aluminio de los aviones. Pero incluso eso puede no salvar a la empresa de la futura liquidación.