Los críticos dicen que el silencio de la comunidad internacional ante los crímenes de guerra saudíes demuestra que la credibilidad de la ONU no solo se pierde, sino que se vende.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció el pasado lunes que había decidido sacar a la coalición agresora a Yemen, liderada por Arabia Saudí, de una “lista negra” en la que fue incluida en 2017 por matar y herir a niños con sus operaciones militares. El movimiento, según afirma el organismo, responde a un descenso del número de menores muertos y heridos en los ataques saudíes a Yemen.
Yemen ha condenado la medida de la ONU calificándola de “crimen indeleble” y señala que esta decisión muestra el profundo caos del organismo.
Esa decisión, del mismo modo, ha provocado muchas críticas entre los organismos pro derechos humanos. La ONG Human Rights Watch (HRW) calificó el anuncio de “un nuevo nivel de vergüenza”, mientras la red Watchlist on Children and Armed Conflict (Lista de observación sobre niños y conflictos armados) dijo que el secretario general de la ONU, António Guterres, había dejado a los niños yemeníes “vulnerables a nuevos ataques”.
De hecho, los niños son las principales víctimas de la guerra brutal lanzada por el régimen de Riad y sus aliados contra el país más pobre del mundo árabe desde 2015. Según un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), cada día, ocho niños mueren o resultan heridos en Yemen a causa de los ataques saudíes.
La campaña de agresión saudí contra Yemen, en general, ha provocado la muerte de más de 100 000 personas y la destrucción de una gran parte de las infraestructuras de este país. Las Naciones Unidas, no obstante, han optado por un silencio cómplice.