¿Por qué los trabajadores debemos construir un partido político revolucionario?

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Los trabajadores sin su propio partido político obrero son como viajeros perdidos y sin mapa. Actualmente los obreros en Colombia, hombres y mujeres productores de la riqueza social del país, no cuentan con un partido político que represente auténticamente sus intereses como clase social. Han pasado más de 40 años desde la última vez en que la clase obrera colombiana contó con su propia organización de partido (el Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista), época en la cual el movimiento obrero podía “pisar con paso lento pero firme” el camino señalado por la ciencia de la revolución en el campo de la lucha de clases.

Ahora bien, aunque sea nostálgico el recuerdo, es importante aprender de la experiencia, de los aciertos y desaciertos vividos por las generaciones que nos antecedieron en la lucha por tener su auténtica organización de partido, pues hoy día más que antes se recobra la absoluta necesidad de tener un organismo dirigente que no solo dé claridad científica a los trabajadores sobre su misión histórica, sino, que los organice en todos los niveles y los enrute en la lucha para, primero, acabar con la raíz de todos los males: la explotación asalariada; y, segundo, construir un nuevo Estado de obreros y campesinos.

Así las cosas, ¿cuál es el partido político que deberíamos tener los trabajadores? Sería una pregunta cómoda si dicho partido existiera, por lo cual sería más acertado respondernos, ¿por qué los trabajadores debemos construir un partido político revolucionario?

Responder este cuestionamiento nos lleva a plantearnos dos cosas; la primera, la relacionada a la situación general de la clase social a la que pertenecemos los casi 23 millones y medio de trabajadores en Colombia. Hasta fines del 2019 el pueblo colombiano venía haciéndole un pulso a la voracidad que el actual régimen le imprimía a la pretensión de imponer reformas de todo tipo para acrecentar las ganancias de los explotadores y para resolver temporalmente la crisis económica de los mismos. Situación que fue facilitada y aprovechada gracias al fenómeno de la pandemia, que permitió que los ricos pudieran, a sus anchas, reducir los lánguidos salarios, aumentar el ritmo y la jornada de trabajo, despedir sin indemnización, evadir cargas prestacionales y también golpear a las organizaciones sindicales. La suma de todas estas circunstancias se traduce en la más cruda condición de desempleo, hambre, pobreza, desespero, enfermedad y muerte que vivimos los millones de proletarios aquí y en otros países.

Asimismo, también es claro que la actual situación también nos permitió a la clase trabajadora identificar quiénes son y no nuestros aliados. Por ejemplo, el Estado burgués pudo quitarse enteramente el velo con el que intentaba mostrar su “neutralidad” y ocultar la podredumbre con la que gobiernan los explotadores, pues en el 2020 y lo que va del actual, garantizaron a la fuerza la materialización de los deseos que los ricos, a través del Consejo Gremial Nacional y su Agenda Empresarial 2018-2022, depositaron en el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno de Duque; también quedó más develado el papel servil con la clase explotadora de los jefes de las centrales sindicales y de los partidos reformistas, partícipes del mismo Estado de los ricos, quienes, haciendo solo alegatos, debates y denuncias, promueven la confianza ciega e ilusa en que a través del mismo Estado burgués se pueden hacer reformas que hagan más “liviana” la explotación y la opresión del pueblo. Mismos personajes que, adheridos a uno u otro partido político, han conseguido nada a favor de nuestra clase, aunque sí lograr convencer a varios obreros honestos y luchadores por favores prestados individualmente o a sus organizaciones para encaminarlos al juego de la democracia burguesa y la politiquería. Y no es de menos descartar a otros del mismo bando, los que se autoproclaman representantes obreros, quienes, enquistados en la dirección del movimiento sindical, en las viejas centrales sindicales, figuran como buenos agentes o funcionarios de los dueños del capital dentro del movimiento obrero.

A pesar de todo, la lucha de clases no para, continuará su rumbo hasta que se resuelva la contradicción social y económica entre ambas clases, bien sea a favor de los trabajadores con la construcción del socialismo y el comunismo o la destrucción del hombre y la naturaleza si la burguesía mundial es la favorecida. No obstante, sin partido político proletario que eduque, organice y dirija la lucha, los cambios a nuestro favor como clase en Colombia serán más lentos y dolorosos. Así, la sola situación actual de los trabajadores, hombres y mujeres, ya es premisa suficiente para concluir la necesidad de construir un partido obrero que sea independiente de las clases dominantes, del Estado burgués y sus partidos políticos como también de los falsos dirigentes obreros. No solo independiente, sino también revolucionario, que acabe con la explotación asalariada y la división social en clases, que busque la transformación completa de la sociedad, que conquiste para el pueblo la economía socialista basada en la cooperación entre obreros productores para que satisfaga las necesidades inmediatas del pueblo, así como una cultura científica que resuelva los problemas de la educación y el conocimiento a favor de la mayoría. Ello solo es posible si los obreros más conscientes y comprometidos construimos o aportamos a la construcción, a la luz del marxismo revolucionario, del principal dispositivo organizado con el que puede contar la clase obrera: el partido comunista auténticamente proletario, independiente y revolucionario

Lo segundo que nos debemos plantear es la necesidad de dar un carácter proletario a la dirección, al estilo y al trabajo al interior de las organizaciones obreras y campesinas. Pues en la dirección del movimiento proletario, aun predomina la política burguesa basada en la conciliación y concertación entre clases sociales antagónicas, política que ha doblegado la posición proletaria revolucionaria entre el movimiento sindical, el movimiento campesino, el estudiantil, el feminista y otras expresiones del movimiento obrero en general. Política burguesa que se ha encargado de viciar a las organizaciones y sus dirigentes en las ideas y métodos ajenos al proletariado, reduciendo, incluso, las luchas del pueblo a meras reclamaciones económicas, quitando de los propósitos la misión de resolver los problemas desde su causa. Tal es el caso de las organizaciones sindicales, muchas de ellas reducidas a una mínima expresión y condenadas solo a la querella jurídica y no a la huelga y al paro. Sin embargo, los obreros no tenemos nada que perder, en cambio, organizándonos políticamente construyendo el partido proletario mucho que ganar.

¿Cómo construimos, en la práctica, el partido que necesitamos los trabajadores? Ante todo, el partido proletario que necesitamos agrupará a los obreros dirigentes y activistas más comprometidos, abnegados y dispuestos a servir al pueblo. Pero la voluntad no es condición suficiente para organizarnos, necesitamos de la claridad y convicción científica que solo puede aportar la ciencia proletaria, en constante desarrollo, el Marxismo–Leninismo–Maoísmo. Y educarnos en ella se logra a través de su estudio y del análisis de la experiencia, eso sí, organizando los Círculos de Estudio y Trabajo Revolucionario, agrupaciones de entre tres o cinco obreros que deben empalmar la teoría aprendida con la práctica del trabajo como activistas o dirigentes. Círculos de formación que deben dar paso a la organización de las células obreras y campesinas, la parte más pequeña y constitutiva del tejido y organismo vivo del partido que construiremos poco a poco los obreros revolucionarios en Colombia.

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