Sin duda, la pandemia es una excusa perfecta para que el imperialismo pueda excusar su inviabilidad, su caducidad, su incapacidad para que el ser humano pueda desarrollarse y pueda subsistir.
Ahora todos los gestores del capital, que es como agrada llamarse a los políticos que colocan los monopolios en los gobiernos de los Estados y en las estructuras imperialistas supranacionales, que es verdaderamente desde donde los monopolios ejercen su dictadura a nivel planetario, señalan a la pandemia de la COVID-19 como la responsable de todos los males que azotan al mundo imperialista.
Sin embargo, mucho antes de que se conociera la COVID-19 el pasado año 2020, la inviabilidad y la caducidad del imperialismo ya era más que palpable. De hecho el capitalismo, en el último siglo, lleva sobre sus espaldas dos guerras mundiales, multitud de guerras de rapiña, una crisis económica desaforada, donde los ciclos de crisis no sólo son más persistentes en el tiempo sino también mucho más frecuentes.
Antes de la COVID-19:
- Según la ONU, 821,6 millones de seres humanos carecían de alimentos suficientes para comer en 2018, frente a los 811 millones del año 2017.
- Una de cada 9 personas en el mundo pasaba hambre en grado extremo.
- En 2018 el número de personas con inseguridad alimentaria moderada o grave ascendía a 2.000 millones de seres humanos, o lo que es lo mismo, un 26,4% del mundo se hallaba en dicha situación.
- Según UNICEF en 2018, cada día morían 1.000 niños por no tener acceso al agua potable; y la falta de saneamiento afectaba a 1.500 millones de personas de los que 620 millones son niños.
Este es el orden imperialista pre-COVID, donde en los 19 primeros años de este siglo XXI las guerras libradas por la potencia más asesina de la historia, los EEUU, para combatir el “terrorismo”, se han extendido a más de 80 países y han ocasionado 800.000 muertos directamente involucrados y han causado el desplazamiento de unos 21 millones de personas como consecuencia de la violencia desatada, siendo el coste económico de esas matanzas 6,4 billones de dólares, según los datos del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Brown (EEUU). Según los datos de la OMS de noviembre de 2019, el costo anual global para proporcionar los servicios básicos de saneamiento a todo el mundo asciende a 19.500 millones de euros.
Esa es la naturaleza del capitalismo, dinero para guerras, para someter por la violencia a los pueblos y saquearlos hasta la extenuación a la par que se les niega a miles de millones de seres humanos saneamiento, comida o techo. Es decir, en 19 años de guerras los imperialistas se han gastado lo equivalente para que el 100% de la población del planeta tuviera cubierto los servicios básicos de saneamiento durante 328 años.
Estos trazos demuestran lo que el imperialismo era antes de la COVID-19, un mundo invertido y loco donde para que una minoría explotadora sea dueña del mundo una mayoría debe sufrir vicisitudes y tener una vida de sufrimiento incompatible con la dignidad humana.
La COVID-19 lo que ha hecho es agudizar esta barbarie, que ya era insostenible en 2019. De tal modo que si en 2018 morían 1.000 niños al día por falta de agua y de saneamiento hoy mueren 4 veces más, 4.000 niños al día según UNICEF y la OMS.
En términos propiamente económicos, la inviabilidad del capitalismo se constata observando la evolución de las variables económicas. Por un lado tenemos que la tasa de ganancia promedio de los países centrales y su tendencia, en caída persistente, de tal modo que ha pasado de un 35% en 1885 a una tasa por debajo del 10% en la actualidad.
La conclusión es clara, a mayor tasa de explotación – cuanto más desequilibrada está la composición orgánica del capital en favor del capital constante y menor cuantía invierte en capital variable – menor es la tasa de ganancia del capitalista. Este hecho, que la historia afianza, no es otra cosa que la Ley de la tendencia decreciente de la tasa de Ganancia (capítulo II, Libro III del Capital) que nos recuerda la vigencia y la exactitud de la obra de Marx, del marxismo.
Como puede comprobarse, a la par que se desarrolla la robotización, a la automatización de los procesos productivos, el capitalismo avanza hacia su muerte a pasos agigantados, saltan sus costuras, se torna anacrónico y es devorado por sus propias contradicciones.
A finales de 2017 IBERDROLA, basándose en un informe de McKinsey Global, cuantificaba en 800 millones los trabajadores que perderían sus trabajos en pro de los robots de manera progresiva hasta 2030.
La riqueza en el capitalismo la genera el trabajo humano y no los instrumentos de trabajo. Sin embargo, los capitalistas – obligados por el devenir de la historia y, sobre todo, por su esencia que es la competencia entre los propios monopolios al objeto de apropiarse de la plusvalía que se apropian las capas bajas y medias de la burguesía – se ven obligados a apostar por la robotización pues, de lo contrario, se estarían oponiendo a su esencia y al desarrollo de la historia y, además, no conseguirían una transferencia de plusvalía de las capas bajas y medias de la burguesía hacia los monopolios. Este desarrollo de la historia no es más que el desarrollo de la lucha de clases y, ésta viene determinada por el desarrollo de las fuerzas de producción y las contradicciones que se agudizan entre el desarrollo de éstas y las relaciones de producción.
La robotización, la automatización de la producción, no solo acrecienta la caducidad del imperialismo sino que liquida las capas más bajas de la burguesía, permaneciendo únicamente los monopolios. La pequeña y la mediana burguesía se arruina y la proletarización crece, ampliándose la desigualdad y la miseria. Este hecho es reconocido desde las propias filas del imperialismo, como constata Daron Acemoglu, profesor de economía del Massachusetts Institute of Technology, y otros muchos economistas no sospechosos de defender a los monopolios que apuestan por poner freno a la automatización para acabar con la creciente desigualdad advirtiendo que el crecimiento de la automatización ha provocado la desaparición de buenos trabajos y el descenso de los salarios de los trabajadores con menor formación; conscientes que el desarrollo de la automatización sentencia plenamente al imperialismo.
El desarrollo de la automatización de la producción también conlleva el desarrollo de la precarización de los procesos de servicios mediante lo que se denomina la uberización del trabajo que lo que persigue es liquidar las relaciones laborales y transmutarlas en relaciones mercantiles donde los monopolios, empleando las plataformas digitales, asignarán trabajos a esos trabajadores – ya falsos autónomos – imponiendo el trabajo al destajo y reduciendo los costes laborales, los cuales le serán traspasados al falso autónomo produciéndose una nueva transferencia de riqueza de la clase obrera hacia los monopolios. La sobreexplotación de la clase obrera, donde los derechos laborales pasarán al museo de la historia, será tan bestial que los propios imperialistas evalúan la creación de lo que se denomina Ingreso Mínimo Vital, que en el fondo certifica que la clase obrera de manera generalizada no podrá vivir ni tan siquiera trabajando, algo que ya ocurre. Al igual que con la robotización, su desarrollo está planificado por los imperialistas mucho antes de que la COVID-19 existiera, como lo atestiguan estudios del FMI de 2010 y 2017 o la declaración del G20 a finales de 2018 en Buenos Aires donde se apuesta por la uberización y por la liquidación de los derechos laborales.
A pesar de la competencia de los monopolios para arrancarse plusvalía los unos a los otros, los monopolios imponen su dictadura a nivel planetario a través de las agrupaciones supranacionales imperialistas – FMI, BM, OCDE, Club Bildelberg, etcétera. Con el desarrollo del imperialismo se tiende a la reacción política, al fascismo, desapareciendo por completo la democracia burguesa, la cual queda relegada a ser ya una pieza de museo, tal y como afirmaba Lenin, desaparece. Así tenemos como los monopolios distribuyen internacionalmente el trabajo, de tal modo que determinan en que sector de la economía se desarrolla cada región del mundo. En este sentido, hay unos países que son saqueados por los monopolios, a los que les arrebatan a sangre y fuego sus recursos naturales, hay otros países que determinan que su economía se sustente en la industria, se convierten en la industria del mundo, y otros países los monopolios considera que su economía debe sustentarse en la tercerización, así a España le ha correspondido ser el “camarero” de Europa. Los imperialistas no sólo imponen su dictado económico en el mundo, sino también dibujan el mapamundi político y niegan los derechos democráticos más elementales, incluso en términos burgueses, en el mundo, como demuestra la declaración de la Unión Europea donde se niega el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas en el marco de la UE.
Sin duda, el devenir de la historia certifica, nuevamente, la vigencia de la ciencia del marxismo-leninismo, de las tesis de Carlos Marx, que señala que “ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua”. Ello es lo que hoy pasa con el capitalismo, donde se han desarrollado al máximo todas las fuerzas productivas y han madurado dentro de la sociedad antigua, la sociedad capitalista, dándose las condiciones objetivas para su desaparición. Hoy las relaciones de producción asfixian al desarrollo de las fuerzas productivas pero, además, dentro de las fuerzas productivas no se produce un desarrollo armónico sino que se engendra una contradicción letal para el capitalismo; la técnica, la tecnología, los instrumentos de producción se desarrollan de manera elevadísima a la par que el elemento central, el ser humano, retrocede. A la par que se desarrollan los instrumentos de producción involuciona el desarrollo humano. Sin duda, las condiciones objetivas para la revolución están dadas y sólo una revolución socialista puede acompasar y armonizar el desarrollo humano con el desarrollo tecnológico. Solo el socialismo puede resolver las contradicciones irresolubles del Capitalismo que conducen a la humanidad al abismo.
Sin duda, nos encontramos en un momento histórico que se sintetiza en la consigna ¡Socialismo o barbarie! ¡Socialismo o muerte! La clase obrera es el sujeto revolucionario, es la clase social a la que le corresponde dar la salida a la encrucijada a la que nos lleva la burguesía y su caduco régimen explotador. Esa respuesta únicamente puede ser el socialismo que, como hemos visto, armonizará el desarrollo de las fuerzas productivas en su conjunto y, también concordará las relaciones de producción con las fuerzas productivas gracias a la socialización de los medios de producción. Pero la clase obrera para dar esa respuesta debe estar unida y dirigida por el Partido Comunista y, para ello, es condición necesaria e imprescindible la unidad de los comunistas. Ese es el momento histórico en el que nos encontramos y esa es la responsabilidad de los comunistas en el momento actual, nuestra unidad tanto en términos mundiales como en los ámbitos nacionales.
La clase obrera y demás clases laboriosas no tienen salida alguna si los comunistas no se la mostramos. Los comunistas somos los únicos que podemos llevar al pueblo trabajador a barrar esta nueva agresión contra nuestro pueblo. ¡Ello pasa por la unidad de los comunistas! Pues la unidad de los comunistas es precondición necesaria para la unidad del proletariado, que es el único que puede repeler las agresiones de la burguesía y dar un giro radical y revolucionario a la situación del país y del mundo, que es lo que se necesita. Sin la unidad de los comunistas sólo queda oprobio y opresión. El momento es de dar respuesta a esta disyuntiva: ¡Socialismo o barbarie! Y esa respuesta únicamente la puede dar la clase obrera unida y organizada, cosa imposible si ello, previamente, no se da entre sus elementos avanzados, entre su vanguardia, entre los comunistas.
¡Por la unidad de los comunistas!
¡Por la unidad de la clase obrera!
¡Por el socialismo!
Sevilla, a 29 de marzo de 2021
F.J. Barjas.
Secretario General del Partido Comunista Obrero Español (PCOE)