El primer ministro canadiense Justin Trudeau, que aparece en la imagen de portada, ha anunciado la creación de campos de internamiento para apestados por el coronavirus: “Si los resultados de sus pruebas son positivos, se les exigirá que se pongan en cuarentena inmediatamente en instalaciones gubernamentales designadas. Esto no es opcional”.
Por más que las declaraciones oficiales se llenen de eufemismos, la cosa está clara: es una detención en toda regla de alguien que no ha cometido ningún delito o, en otras palabras, es la equiparación de un “contagiado” con un criminal.
Trudeau está instaurando esta política para los que entran y salen del país en avión. Según el decreto, los ciudadanos deben someterse a pruebas antes y después de salir del país en avión. Si quieren volver después de dar positivo, deben ir a las instalaciones del gobierno para guardar una cuarentena.
Una diputada canadiense, Michelle Rempel, ha expresado el absurdo de la política de internamiento: “Los liberales han instituido un requisito de cuarentena en los hoteles federales para quienes entren en Canadá. Hemos oído decir que se tarda horas en reservar estos hoteles, que no se respetan las restricciones dietéticas y que no siempre hay comida y agua disponibles. Esto se suma al hecho de que este programa continúa tras las denuncias de agresiones sexuales. Es alucinante”.
El “hotel” no es gratuito. Los canadienses apestados deberán pagar su propio alojamiento los días designados.
Como es normal, las redes sociales se han llenado de mensajes llenos de ira. Una persona se puso en contacto con el Centro de Justicia para alojarse en un hotel cercano al aeropuerto de Toronto. Proporcionó al Centro de Justicia fotos de su habitación sucia e insalubre, incluyendo botellas de licor vacías, pelos en el asiento del inodoro, pelos en la colcha y una máquina de café sucia y sin limpiar. Tuvo que coger la comida del vestíbulo; no había entrega sin contacto en su habitación. En dos ocasiones, el desayuno consistía en un sandwich semicongelado incomible y sin utensilios para comer.
La pandemia está siendo la más formidable ola de represión política jamás conocida. Canadá no es el único caso. Desde el inicio de la pandemia venimos poniendo ejemplos parecidos en otros lugares, como Suiza, Alemania o Nueva Zelanda. Las libertades y derechos fundamentales han desaparecido.
El gobierno británico prepara una ley contra las manifestaciones y para ampliar los poderes represivos de la policía y el gobierno que, afortunadamente, ha desatado lo contrario de lo que se proponía: una movilización sin precedentes.