Siete años después de la tragedia, un crimen que Ucrania, tanto en tiempos de Poroshenko como en tiempos de Zelensky, ha dejado claro que no tiene intención de investigar ni de castigar, la esperanza de cambio desaparece poco a poco entre las familias de las víctimas y aquellos que las han defendido, ya sea desde el activismo como desde la información. Es el caso Yuri Tkatchev, redactor-jefe de Timer, un medio local de Odessa que ha tratado de seguir el caso y denunciar la actuación de las autoridades desde el principio. En este tiempo, Tkatchev ha sido acusado de los pecados habituales que se adjudican a la oposición -entendida en el sentido amplio, es decir, a cualquier sector crítico- y el medio ha visto cómo el SBU se hacía con sus redes sociales para publicar, durante semanas, propaganda nacionalista ucraniana.
Medios como Timer han dado a esa parte de la sociedad que sigue defendiendo a las víctimas, fundamentalmente en Odessa, la poca información que podía darse sobre el caso 2 de mayo -que juzgaba a víctimas, no a agresores- y sobre los actos de conmemoración de la tragedia. Sin embargo, con el paso del tiempo, incluso quienes han estado ahí desde el principio van perdiendo la esperanza ante la certeza de que hay todo un sector de población que sigue justificando el crimen y lo seguirá haciendo en el futuro. Asesinadas primero e insultadas después, no hay justicia para las víctimas y tampoco arrepentimiento de los agresores y de quienes les justificaron.
El año pasado, en su discurso del 2 de mayo, Zelensky pedía diálogo y concordia entre agredidos y agresores. Un diálogo imposible entre quienes no solo no reconocen el crimen, sino que se sienten orgullosos de sus actos.
Original: Yuri Tkatchev
Al final, lo peor del 2 de mayo ni siquiera es la tragedia en sí. Incluso buena gente hace a veces cosas terribles. Hay circunstancias en que eso ocurre. Pasa. El efecto de la masa. Las cosas estallan. Primero se hace algo y luego se piensa. Se hacen cosas sin pensar en las consecuencias.
No se trata de una forma de excusar esos actos, pero todo ello se traslada tanto al lenguaje del Código Penal como al de la moralidad humana común.
En el Código Penal, el arrepentimiento es considerado un factor atenuante. No exime de culpa (no es un “como se ha arrepentido, no le castigaremos”), pero la mitiga.
En este caso, no hay nada que se asemeje siquiera un poco al arrepentimiento. Solo hay obstinadas afirmaciones de lo correcto de los actos propios. “Lo hicimos todo bien, las cosas resultaron salir así. En lo principal, estábamos en lo correcto”. Esa es la peor parte.
En lugar de arrepentimiento, se inventan las más alocadas explicaciones para justificar el asesinato sin sentido y con total crueldad de 42 personas. Y las varias docenas más a las que apalearon, acosaron y abiertamente intentaron rematar.
Eso da miedo.
En otras palabras, el fin justifica los medios. Pero eso ya lo hemos oído antes.
Es precisamente por eso por lo que no puede haber diálogo. No porque lo hicieran. Es porque siguen pensando que hicieron lo correcto. No se trata siquiera a una reacción al “ni olvido ni perdón” (no niego lo segundo, por cierto, pero estoy hablando de otra cosa). Es sentido común. Estas personas simplemente son peligrosas para ellos mismos y para otros, como psicópatas capaces de los actos más violentos y que jamás sienten remordimientos. Y si han justificado esto, justificarán cualquier cosa.
No sales a pasear por el parque con la noche con alguien que sabes que es un maniaco. Por la misma razón, cuando decido si relacionarme con alguien, intento saber cuál es su postura sobre el 2 de mayo. No es más que un banal intento de autopreservación.
