Hace un año, el 9 y 10 de septiembre de 2020, el pueblo se levantó contra la brutalidad policial, contra la dictadura de la mafia uribista, se afectaron 72 CAI’s y fueron heridos más de 100 policías. El detonante de la furia popular, que ya venía creciendo contra el régimen criminal en cabeza del títere Duque, fue el accionar brutal de la Policía Nacional, que fiel a su carácter criminal contra el pueblo, asesinó a Javier Ordóñez el día 8 de septiembre, un ciudadano desarmado, estudiante de derecho de 42 años y padre de dos hijos, que fue reducido en el piso de una calle de la capital colombiana del barrio Villa Luz. A Javier le descargaron varios impactos eléctricos con la pistola Taser, lo esposaron, lo asfixiaron, lo metieron al CAI y lo molieron a patadas. El pecho le sangraba. Un amigo que grabó la agresión de los dos cerdos policiales contra Javier, también fue esposado, golpeado y detenido en el CAI, donde vio como golpeaban a su amigo mientras les suplicaba a los policías que soltaran a Javier, que detuvieran la brutal agresión, que lo iban a matar. Un amigo de ambos llegó al lugar y al preguntar por ellos, los policías les respondieron que no estaban allí; sin embargo, el que grabó todo, empezó a gritar y cuando fue escuchado por el que estaba afuera, ingresó a la fuerza al CAI y se dio cuenta de lo sucedido. Al verse descubiertos, los policías llevaron a Javier y a sus amigos a un hospital donde lastimosamente llegó muerto: la Policía Nacional asesinó a Javier Ordóñez.
El video de la brutal agresión, antesala del asesinato de Javier, se viralizó en redes sociales y generó en las masas gran indignación. Rápidamente se convocaron manifestaciones para el 9 de septiembre frente a los CAI’s de distintas partes de Bogotá principalmente, pero también de otras partes del país, por medio de improvisadas imágenes o «flyers» que circularon masivamente por redes sociales y de mensajería. El pueblo estaba a la ofensiva. 72 CAI’s o centros de tortura y violación, fueron el blanco de pintas, piedras, palos, molotovs entre el 9 y 10 de septiembre de 2020. Muchos de los agentes de la cobarde Policía Nacional, acostumbrados a actuar en gavilla y de forma desproporcionada contra el pueblo, ese día corrieron despavoridos ante la superioridad de las masas que alcanzaron a herir a casi 100 policías.
La respuesta criminal del régimen de la mafia en cabeza del Estado de los ricos no se hizo esperar: uniformados o de civil, los policías salieron a las calles de la capital a disparar sus armas de fuego contra los manifestantes y transeúntes que pasaban por los sitios de concentración, jóvenes obreros en su gran mayoría, que cayeron víctimas del terrorismo de Estado, víctimas de las balas estatales que tenía que cobrarse a las malas, a sangre y fuego, la valentía de un pueblo que en dos días hizo estallar el odio de clase que había acumulado por décadas. En esas dos noches de terror estatal, se vivió una masacre que dejó como saldo 13 personas asesinadas a manos de la Policía Nacional que se sumaron al asesinato de Javier Ordóñez. Los asesinos de este último son los patrulleros Juan Camilo Lloreda y Harby Damián Rodríguez, destituidos e inhabilitados por 20 años por la Procuraduría General de la Nación. Lloreda aceptó los cargos y después de realizar un preacuerdo con la Fiscalía, fue condenado a 20 años de cárcel por homicidio. El proceso contra Rodríguez sigue adelante. En los demás asesinatos cometidos esas noches y de quien dio la orden, reina la impunidad, pero no el olvido y mucho menos el perdón.
Esta luctuosa pero combativa fecha, sirve de abono para que crezca la semilla de la revolución en Colombia. Es así como a los pocos meses, la tendencia al ascenso de la lucha directa de las masas, continuó, desembocando en el heróico Paro Nacional del 28 de Abril de este año, el cual tuvo como detonante la reforma tributaria que el régimen de la mafia aprobó ya en el establo parlamentario. Por miles el pueblo salió a las calles y rápidamente la lucha pasó de ser contra la reforma tributaria a ser contra decenas de justas reivindicaciones y contra el Terrorismo de Estado que volvió a arreciar sobre la humanidad de los luchadores, principalmente jóvenes, que en las calles se enfrentaron cuerpo a cuerpo a las fuerzas criminales que defienden al régimen y al Estado criminal de los ricos.
La conmemoración de estas importantes fechas en que se recuerda no solo la lucha combativa del pueblo contra las fuerzas represivas del Estado, sino el carácter profundamente terrorista del Estado de los ricos, debe servir además, para dilucidar los dos caminos ante los que se encuentra el movimiento de masas en Colombia.
De un lado, los reformistas, amantes de la democracia burguesa que es dictadura contra el pueblo, llaman a este último a «continuar la lucha» en las inútiles urnas en el 2022, a seguir el camino electorero por el que nunca se ha resuelto nada importante y decisivo a favor de la clase obrera, a centrar sus esperanzas bien sea en el «Pacto histórico» o en la «Coalición de la esperanza», amalgamas de diferentes vertientes politiqueras que van desde los revisionistas o falsos comunistas, pasando por los caudillos como Petro o el triste Robledo y llegando a hacer pasar como «amigos del pueblo» a personajes siniestros como Sergio Fajardo, Roy Barreras o el burgués partido Liberal.
Este peligroso camino, invita al pueblo, víctima de las balas estatales, a confiar su futuro en la desprestigiada democracia burguesa que es dictadura para el pueblo, como lo demostraron las fuerzas policiales, guardianas del orden burgués hace un año cuando dispararon contra las masas desarmadas, y como lo han hecho desde que inició el Paro Nacional Indefinido desde el pasado 28 de abril, multiplicando casi por 10 los muertos, desaparecidos y mujeres abusadas y violadas. La cloaca del Estado burgués no se puede reformar, apenas se puede demoler por medio de la violencia organizada de las masas populares. Sin embargo, la lucha por reformas es necesaria, en la medida que las conquistas sirvan para librar en mejores condiciones las luchas definitivas que las masas deben dar por destruir de raíz el asqueroso sistema capitalista, su podrido Estado burgués y su asesina dictadura burguesa que disfrazan de democracia.
De otro lado, los comunistas revolucionarios bregan a transformar la crisis social, económica y política que vive el sistema capitalista y en particular el régimen mafioso de Uribe, en crisis revolucionaria, es decir, en ponerse al frente de la rebeldía y lucha espontanea de las masas para encauzarla en el camino revolucionario, que hoy se concreta en tumbar al régimen criminal, y en difundir en las Asambleas Populares y donde sea posible hacerlo, el Programa Inmediato propuesto por la UOC (mlm) para que lo aprueben y ejecuten en la práctica las masas populares. Tumbar al régimen en las calles por medio de la lucha directa, presionado por la Huelga Política de Masas o Paro General Indefinido, sería una gran victoria para el pueblo colombiano que elevaría su moral, su combatividad y le permitiría en realidad, ¡prepararse para gobernar!
A los pocos días del asesinato de Javier Ordoñez y las trece personas a manos de la Policía Nacional, el Portal Digital Revolución Obrera publicó un Editorial con las lecciones que se aprendieron de ese grandioso movimiento, del cual les dejamos el enlace; sin embargo, queremos nombrar apenas los aprendizajes que dejaron estas dos noches de combates callejeros y de terror estatal:
- Las masas se atrevieron a lanzarse a una acción ofensiva contra las fuerzas policiales.
- Es necesario preparar las fuerzas populares para el combate construyendo y generalizando los Grupos de Choque, empezando a construir la Guardia o milicia Popular.
- La relación que debe existir entre los combates a las fuerzas represivas y la movilización general de los trabajadores y el pueblo que deben preparar y ejecutar la Huelga y el Paro para respaldar las confrontaciones entre los luchadores del pueblo y las fuerzas asesinas del Estado.
- La composición de las fuerzas militares –hijos del pueblo que actúan como verdugos del mismo- y la necesidad de descomponerlas –combatirlas sin contemplación para aniquilarlas y a su vez, atraer a la revolución a una parte de sus efectivos-.
- La importancia estratégica y táctica que tiene Bogotá y la vía de la revolución en Colombia, pues se demostró que todo lo que ocurra en Bogotá tiene incidencia en todo el país, por lo que es necesario preparar la insurrección en las principales ciudades, especialmente en la capital
¡La rebelión se justifica! Por eso llamamos al proletariado a vincularse directamente a la lucha contra el régimen de la mafia organizando y ejecutando la Huelga en sus lugares de trabajo, como parte del Paro General Indefinido. Ya los jóvenes están combatiendo en las calles a las fuerzas guardianas del orden burgués. Es hora de apoyar estas valientes y beligerantes luchas con el paro de la producción que es donde más les duele a los capitalistas: ¡en el bolsillo y sus ganancias!
Basta ya de confiar en el Estado de los explotadores y en la democracia burguesa, el pueblo debe tomar las riendas de la sociedad en sus manos, tomando como propio el Programa Inmediato para formar un gobierno de transición que tumbe el régimen de la mafia y prepare a las masas para la Revolución Socialista que destruya de raíz las relaciones capitalistas de producción basadas en la explotación del hombre por el hombre y la propiedad privada sobre los medios de producción, para pasar al Socialismo Científico, bajo el cual se instaure la Dictadura del Proletariado, sistema político-económico basado en la producción planificada de acuerdo a las necesidades de la sociedad, de las masas que todo lo producen y que tendrá la salvaguarda de subsistir gracias a la garantía que les da a los obreros tener un fusil sobre sus hombros para impedir la restauración capitalista.