Sobreexplotación laboral

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F.J.Ferrer.— Según los datos publicados por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, el estado español se encuentra entre un grupo de países donde se producen “más frecuentemente” casos de explotación laboral grave. Esta explotación laboral grave o severa, como dice esta organización, está generalizada en la UE en sectores como el agrícola, de la construcción, hotelero y servicios de catering y de trabajo doméstico, fundamentalmente. Siendo en España, además de los ya comentados, el sector forestal, la pesca y actividades de servicios alimentarios.

Datos aportados por el Ministerio del Interior1, señalan que en el año 2020, 548 personas, de diversas nacionalidades, fueron rescatadas de situaciones de explotación laboral grave.

Se filtran noticias de casos verdaderamente estremecedores: trabajadores que, tras sufrir un grave accidente laboral, son abandonados a su suerte en las puertas de las urgencias hospitalarias; trabajadores/as agrícolas que perciben dos o tres euros -quizás, menos- a la hora en jornadas extenuantes; trabajadores y trabajadoras, esencialmente migrantes, viviendo hacinados en pequeños habitáculos, en chabolas por ellos mismos construidas, sin luz, agua o sistemas de saneamiento, sin las más mínimas condiciones de salubridad, sin estar dados de alta en la Seguridad Social… El listado de estos desmanes cometidos por la patronal es tan largo y sombrío, que nos ocuparía un considerable espacio.

Ahora bien, ¿a qué es debido este auge en la sobreexplotación o, como lo denominan los medios burgueses, explotación grave o severa, de colectivos de trabajadores y trabajadoras?

En el sistema de producción capitalista, todo es mercancía. Todo, absolutamente todo, es susceptible de ser vendido y comprado. En este contexto y abreviando sobremanera, podemos decir que el salario es el precio que el patrono paga por la venta, por parte del trabajador o trabajadora, de su fuerza de trabajo. Y este salario es considerado equivalente a lo que el trabajador o trabajadora necesitan para poder vivir y seguir trabajando. Naturalmente, esto es solo cierto a medias, ya que en la mayoría de las ocasiones, este salario sólo cubre -si las cubre- necesidades muy básicas: alimentación, pero deficiente; vivienda, casi en precario, vestimenta y poco más. Y decimos en la mayoría de los casos, porque hay situaciones en las que los salarios ni siquiera cubren estas necesidades básicas, donde el proletariado percibe por la venta de su fuerza de trabajo menos que lo que necesita para mantenerse vivo.

Que suba o baje el importe de este salario va a depender de diversos factores: la demanda y oferta de “fuerza de trabajo”, situación de crisis del sistema, etc. Pero también -y en gran medida-, va a depender de la situación de correlación de fuerzas en la lucha de clases entre patrono y obreros y obreras.

Es en un escenario de lucha de clases como el actual, donde la burguesía se encuentra a la ofensiva y la clase obrera está en franca derrota momentánea, donde se dan estás formas aberrantes de sobreexplotación. Ya hemos dicho que para el patrono capitalista todo es mercancía, y precisamente la mercancía llamada “fuerza de trabajo”, que solo la puede producir el obrero u obrera, es la que ese patrono capitalista está dispuesto a pagar lo menos posible, incluso a no pagarla en absoluto, con el fin de obtener más beneficio o, simplemente, mantenerse él vivo aún a costa del sufrimiento y la vida de otros seres humanos.

Por tanto, es vital para la clase obrera cambiar de signo la correlación de fuerzas en la lucha de clases, y para ello debe de organizarse, aunar fuerzas en una sola dirección: la destrucción del sistema de producción capitalista y la toma del poder por parte de la clase obrera. Y para esto, los y las comunistas, debemos ocupar nuestros puestos en la lucha y cumplir con nuestro deber revolucionario.

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1 http://www.interior.gob.es/documents/10180/12745481/Balance+estad%C3%ADstico+trata+y+explotaci%C3%B3n+seres+humanos+2016-2020.pdf/f3978fa6-25c1-4051-af66-e0bdcf5eb7e9

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