Garzón y «la agenda verde alimenticia»: carne y productos frescos para quien pueda pagarlos, y biotecnología para el resto

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Diego Herchhoren.— En julio de 2021, la Fundación Rockefeller publicó un documento, editado en especial para altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos, para lograr una profunda transformación de la agricultura mundial y la producción de alimentos.

 

El documento, de 38 páginas, es toda una declaración de intenciones: la única alternativa que tiene el planeta es aceptar y promover el uso de alimentos transgénicos y biotecnología. Titulado “El verdadero costo de los alimentos: medir lo que importa para transformar el sistema alimentario de Estados Unidos”, transformación que parte de dos «crisis» que resaltan sus autores: el COVID-19 y la «crisis climática»; es decir, ambos factores son una oportunidad para apuntalar un sistema que según ellos mismos presenta síntomas de agotamiento.

El informe es el resultado de una colaboración entre la Fundación Rockefeller, varios académicos de universidades líderes, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la Fundación True Price. Liderando el análisis estuvieron miembros de “True Price”, una empresa holandesa que se describe a sí misma como una
«empresa social con la misión de realizar productos sostenibles, que sean asequibles para todos, al permitir que los consumidores vean y paguen voluntariamente el precio real de los productos que compran”.

True Price es además una de las fundaciones vinculadas al «banco ético» Triodos Bank, que se hizo muy famoso entre el progresismo español como una aparente alternativa financiera «sostenible».

Al frente del equipo de True Price está Michel Scholte y Adrian de Groot Ruiz, ex ejecutivos del Foro Económico Mundial, o Herman Mulder, ex Director General de ABN AMRO, uno de los bancos de inversión líder en el agronegocio.

El mensaje que se pretende transmitir desde estos foros es que la actual producción de alimentos tiene la culpa de la degeneración y el empobrecimiento, y que se necesitan urgentemente cambios radicales y costosos. Estas afirmaciones se hacen mediante recursos lingüísticos deliberadamente vagos y engañosos. Y es que dichas publicaciones rápidamente tienen réplicas en todo el mundo.

Por ejemplo, uno de los componentes más dañinos de la agricultura española ha sido la introducción masiva de maiz transgénico, así como el uso indiscriminado de pesticidas. Sin embargo, desde el Ministerio de Consumo en manos de Alberto Garzón (Partido Comunista) siempre se va a omitir cualquier mención en ese aspecto.

De hecho, en España se sigue hablando por parte de estos organismos de consumo de la necesaria calidad de los alimentos, pero a día de hoy no existe -ni se la espera- ninguna garantía de acceso a la tan reclamada «alimentación saludable».

Como era de esperar, el informe Rockefeller no menciona la agroecología u otros métodos regenerativos de agricultura natural que buscan aprovechar, mantener y mejorar los procesos biológicos y ecológicos en la producción agrícola.

Obviamente a nadie le puede interesar el consumo de alimentos de mala calidad, pero el discurso de la agenda verde alimentaria entraña riesgos y un destino mucho más oscuro. El objetivo final de los mentores ideológicos de estas transformaciones que el gobierno español pretende aplicar a pies juntillas no es la sostenibilidad o la conservación: es la financiarización de la naturaleza, es decir, convertir la naturaleza en una mercancía que pueda usarse para mantener en auge la actual estructura económica, bajo el pretexto de proteger el medio ambiente y prevenir su mayor degradación.

España es un país en que la producción local y/o artesana de alimentos está gravemente restringida mediante toda clase de reglamentos de diferente nivel, que tienen como objetivo limitar la participación en esa producción. Actividades tradicionales hasta pocas décadas como la venta de huevos de corral, la carne de matanza, la fabricación y venta al por menor de quesos o miel están duramente castigadas, y la venta directa en mercadillos de verduras de huerta es un rara avis.

En el libro de Bill Gates de 2021 Cómo evitar un desastre climático, se aboga por el reemplazo de la carne de res por carne de laboratorio, que está en vías de ser legalizada en España. En una entrevista reciente con una publicación tecnológica del MIT, dijo que los comportamientos de las personas deberían cambiar para que aprendan a consumir carne de laboratorio, y si eso no funciona, se deben implementar «las regulaciones apropiadas». A buen entendedor, pocas palabras bastan.

La polémica generada por el Ministro Garzón en su ya famosa entrevista en The Guardian, es obvio que la derecha la ha querido descontextualizar con un mero interés electoralista, pero el problema es que ese debate que lentamente se va introduciendo, a lo que apunta no es a proteger nuestra salud alimentaria, sino a mantener engrasada la maquinaria financiera que pretende convertir los alimentos en «activos».

Un dato: un reciente informe del Barclays Bank augura que los alimentos de laboratorio moverán 127.000 millones de euros en la próxima década. Esto explica mejor la obsesión de Garzón por la carne. Lo siguiente es descubrir para quien trabaja.

Fuente: MIT Technology Review

Fuente: mpr21.info
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