Alastair Crooke.— Kiev está perdiendo su apuesta desesperada de mostrarle al mundo que su guerra con Rusia no es una causa perdida. El equipo de Zelenski ha estado bajo intensa presión occidental para lanzar su tan cuestionable contraofensiva sobre Jerson. En julio pasado, Richard Moore, el jefe del MI6, en una conferencia en el Aspen Security Forum, estaba prediciendo que las fuerzas rusas se “estaban quedando sin ánimos” y que el atascado avance ruso le dio a las fuerzas ucranianas la “oportunidad de contraatacar con las crecientes cantidades de buen armamento que han recibido”.
Hubo una clara indicación de la inteligencia británica de que se esperaba algún contraataque de Zelenski.
Bueno… eso fue en julio. Y hace pocos días, la contraofensiva de Jerson finalmente fue lanzada en medio de la propaganda de la anglomedia antes de la operación. Los reportes y las fotos corroboradoras sugieren, sin embargo, que no solo la ofensiva comenzó como un espantoso fracaso, con los ucranianos desplazados de los pocos pueblos que inicialmente controlaron en un empujón táctico, sino que, de manera significativa, las fuerzas ucranianas sufrieron pérdidas severas. Más de 1 mil 700 hombres eliminados en su primer enfrentamiento.
Qué rápido cambian los contextos en estos tiempos tumultuosos: los rusos nunca estuvieron estancados; a Moscú le conviene andar a “paso lento” en su operación militar en Ucrania. La dilatación del cronograma militar simplemente le ofrece a Moscú mayores oportunidades de que la presión energética se haga sentir en Europa. De progreso gradual, la guerra de artillería clásica también limita las bajas rusas, al tiempo que inflige mayores pérdidas a su enemigo.
Ese es el contexto resumido. El contexto más amplio revela el sismo debajo de los pies de Zelenski: la opinión pública europea ha comenzado la avalancha de críticas sobre las sanciones europeas contra Rusia, y en medio de un creciente cansancio de la guerra a medida que avanza hacia delante la lenta y calibrada aplanadora de la artillería rusa. Zelenski está en riesgo de ver su apoyo occidental amainarse o desaparecer.
De manera notable, Ucrania no ha sido capaz de consolidar posiciones asediadas, o contraatacar, y luego mantener el territorio re-conquistado. Por lo tanto, hemos visto el creciente cuestionamiento sobre la contribución financiero de la Unión Europea (UE) a Ucrania, al tiempo que su sociedad enfrenta una austeridad llevada por la inflación, junto con menor envío de sistemas de armas de la UE. Incluso los estadounidenses están disminuyendo el envío de armas, puesto que sus propios inventarios (explícitamente insuficientes) se hunden en crisis.
Los europeos están en una crisis encarada con gran facturas de uso energético; con pequeños y medianos negocios yendo a bancarrota, se están volviendo contra sus gobernantes. Esta es la razón por la que Occidente cree importante mostrarle al electorado al menos algún resultado tangible y duradero de su guerra en Ucrania, aun cuando esa “victoria” fuera más apariencia y relaciones públicas que sustancia. La contraofensiva de Jerson se suponía que era “ideal”, pero no va a funcionar. Y las consecuencias se multiplicarán a lo largo del cuerpo social estadounidense y europeo.
La ansiedad en Occidente toca capas más profundas. No solo está enraizado en Ucrania. La estructura global está cambiando. El comercio como lo conocemos -un sistema que depende de un mundo interconectado y de largas y complicadas líneas de suministro- ya no existe, y no va a volver por lo pronto.
Además, la disrupción de esas complejas líneas de suministro, supuestamente “expresas”, a través de las sanciones contra Rusia es la razón de por qué inflación galopante tampoco será dominada por lo pronto. Las complejas cadenas de suministro solo funcionan en tiempos de paz, pero no cuando el mundo está en guerra, sea esta una guerra caliente o una económica.
Pero más significativo es la “mega imagen” que está preocupando a Occidente, pues la interconectividad de antes ahora está fracturándose palpablemente en esferas comerciales separadas, que simplemente garantizaban la baja inflación occidental (bienes baratos y manufacturados de China y energía barata rusa). Y, supeditado a la baja inflación, circuló la pieza complementaria de una era de década de bajas tasas de intereses. Todo esto conformó la real “sustancia” del éxito económico global de Occidente, y también definió su vulnerabilidad: cargas bien pesadas de deuda.
Occidente se volvió muy rico “imprimiendo” dinero para comprar muchos más bienes de consumo de los que el valor de la producción realizaba justificaba. Pero esa habilidad de “imprimir” surgió de circunstancias únicas de baja inflación, que a su vez fue facilitada por las exportaciones baratas procedentes de Rusia y China.
Desde luego, Occidente crucialmente no quiere que termine el paradigma de la baja inflación, pero en esta era conflictiva donde las materias primas, las fábricas y las flotas de embarcaciones están dominadas por estados (Rusia y China) que están en conflicto con Occidente, el mundo de la baja inflación ha llegado a su fin.
En el paradigma actual –el “fiasco” de la contraofensiva de Jerson– los gobernantes occidentales estarán, al menos, forzados a probar la viabilidad de continuar con su marco político, mientras se dan cuenta de la realidad, ya que el suministro de energía limita inexorablemente el alcance de estas políticas de “salvar a Ucrania” (sin provocar una revuelta popular en casa).
Esta “realidad” en pleno desarrollo, por supuesto, de manera similar limita, por extensión, el objetivo geoestratégico occidental derivado asociado a Ucrania, que es la salvación del “orden de las normas liberales” (tan central para Occidente); un orden que ya está amenazado por el cambio estructural geoestratégico.
Lo que es paradójico a este asunto son las noticias de que Zelenski fue advertido por su Jefe de Estado Mayor, Zaluzni, y el Alto Comando, de que atacar a los rusos en la región de Jerson podría llevar a las fuerzas ucranianas a una trampa. En otras palabras, un cebo. Le advirtieron sobre la ofensiva de Jerson (en un firme territorio de estepas con pocas trincheras fortificadas y poca protección forestal), ya que probablemente provocaría importantes pérdidas de efectivos, así como la desmoralización de las tropas. En cambio, le propusieron una ofensiva centrada en Izium en el óblast de Jarkov.
Pero fueron anulados. Zelenski, para ser justos, tiene un dilema: los británicos y los estadounidenses están presionando firmemente por la operación de Jerson, han estado hablando de eso por meses, y son ellos los que “pagan”. Sin embargo, será irónico si éste resulta ser el error de juicio de Occidente que tire la primera rosca de su proyecto ucraniano.
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Publicado originalmente en inglés en Al Mayadeen in English el 4 de septiembre de 2022, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.