Al inicio de los años 1900, la producción en serie ya estaba instaurada en el espacio urbano, sobre todo en Lima. El arrabal de Rimac, se había vuelto un espacio clave para la gran producción de tejidos desde el siglo anterior.
Los dueños de las fábricas habían empezado la contratación de personal y para ello recurrieron a la población que habitaba el área en el que estaban sus propiedades. El histórico barrio de Malambo se convirtió en el principal foco de atención por parte de la burguesía recién llegada, ya que las empresas El Inca y El Progreso se hallaban en las cercanías de dicho barrio. Esto conllevó a que su población fuera la primera en ser elegida para trabajar en las instalaciones de ambas compañías. De esta manera, la población mestiza, andina y afroperuana del Malambo de la primera década el siglo XX se convirtió en la primera representante de la clase obrera de esa zona.
El movimiento obrero de Rimac tenía algunos antecedentes. Hubo una huelga en la Fábrica de Tejidos de Vitarte y de tipógrafos en 1896, por mejoras salariales. En 1904, los trabajadores del puerto del Callao se declararon en huelga por el mismo motivo y, por la jornada laboral de ocho horas. Al año siguiente, la Federación de Obreros Panaderos Estrella del Perú organizó la primera celebración del Día del Trabajador (1º de mayo de 1905). En 1906, los obreros de la fábrica textil de Vitarte fueron nuevamente a la huelga, esta vez apoyados por la Federación de Obreros Panaderos, aunque no fue hasta 1911 cuando los trabajadores actuaron como una clase obrera organizada y llevaron a cabo el primer paro general, convocado por los obreros de Lima, en solidaridad con los obreros textiles de Vitarte, reprimidos sin misericordia por la tropa.
Rimac, al concentrar varias de las más importantes fábricas del país, no podía quedar al margen de este despertar ideológico y combativo de la clase obrera, más aún cuando la lucha ya no solo involucraba al textil, sino a todos los trabajadores de la industria en general. Entre 1912 y 1914 tuvieron lugar numerosas huelgas, siempre reivindicando mejoras salariales y la jornada de ocho horas. El movimiento de Rimac se extendió a todo el país: hubo huelgas entre los obreros del petróleo, los metalúrgicos, tipógrafos, panaderos, jornaleros de las haciendas…
Ante esa oleada huelguística, el gobierno declaró el estado de sitio y los huelguistas fueron duramente reprimidos.
La Fábrica de Tejidos El Inca, ubicada en Malambo, fue una de las más importantes para los obreros que buscaban organizarse, pues aquí venían trabajadores de distintas fábricas a coordinar diversas acciones huelguistas con los trabajadores malambinos. Por tal motivo, fue esta parte de Lima el lugar escogido en diciembre del 1918 para retomar la lucha por las 8 horas, esta vez con carácter nacional. Se formó el Comité Vitarte-Inca con sus respectivas comisiones para todas las organizaciones obreras que se sumaran a la jornada, la cual tuvo como preludio una huelga textil iniciada por la fábrica El Inca en ese mismo mes de diciembre.
Esta huelga pudo ser mantenida hasta el mes siguiente y para el 12 de enero de 1919 ya era un paro nacional que involucró a distintos sectores de la industria nacional (entre los cuales podemos mencionar a los comités de lucha de las fábricas textiles de La Victoria, La Unión, San Jacinto o los obreros panaderos encargados de las ollas comunes para la población en pie de lucha, por citar algunos ejemplos). Tras semanas de manifestaciones y concentraciones obreras, resistiendo la represión de las fuerzas del orden. Finalmente fue decretada la jornada de las 8 horas de trabajo para todos los obreros.