Dos días antes de la retirada del último soldado israelí de la región sur en el año 2000, más de 100 prisioneros fueron liberados del recinto después que ciudadanos irrumpieran en la instalación.
La prisión construida tras la invasión en 1982 constituyó un centro de tortura del ente de Tel Aviv y por una década quedó incomunicada hasta 1994 cuando las autoridades del régimen autorizaron la entrada de la Cruz Roja.
Cerca de cinco mil detenidos, entre ellos alrededor de 500 mujeres sufrieron durante años del actuar genocida y terrorista de los oficiales israelíes.
Marcas de botas en el pecho y el cuello, el olor de las heces en las celdas hacinadas y los látigos eléctricos azotando los cuerpos desnudos constituyeron algunas de las técnicas empleadas por los uniformados de la prisión.
Testigos refieren que además de las condiciones desagradables en los calabozos y el abuso físico y psicológico, los presos se vieron privados de alimentos.
Los agentes israelíes deslizaban las bandejas debajo de la puerta de la celda, lo que contaminaba la comida con insectos, roedores y otra suciedad.
Las ruinas de la cárcel atestiguan historias de sufrimiento y a la vez de resistencia de hombres y mujeres desde los 12 hasta los 77 años de edad.
Una columna de hierro representa la Plaza de la Tortura, los detenidos eran colgados sin ropa, a veces cabeza arriba o viceversa y en forma de crucifijo. Durante el cumplimiento de la sanción les arrojaban agua caliente y los electrocutaban hasta morir.
El 25 de mayo del 2000, los prisioneros sacaron las manos por las puertas de las celdas pequeñas cuando los lugareños comenzaron a entrar al recinto, todo había terminado, los combatientes de la resistencia libanesa expulsaron al enemigo y liberaron el sur de la nación.
Años más tarde, durante la guerra de 2006 varias incursiones sionistas bombardearon el centro de detención para eliminar las huellas de sus crímenes; sin embargo, las cicatrices en el cuerpo de cada prisionero libanés son suficientes para mostrar el verdadero significado de la ocupación israelí.
Y cuando el pueblo palestino consiga, al fin, su liberación habrá que hacer un museo del holocausto palestino, para que quede la memoria de los crímenes genocidas de los sionistas para que no se repitan nunca más