Mawadda Iskandar, periodista siria.— Tras 13 años de guerra contra Siria para derrocar al gobierno, el país se encuentra atrapado entre las fauces de unas tenazas, una metáfora adecuada para el futuro incierto y precario que se cierne sobre él. Ahora que la llamada “oposición” armada ha declarado que controla Damasco tras un bombardeo relámpago sobre varias ciudades importantes y el presidente Bashar al-Assad ha huido, la trayectoria del país pende de un hilo.
Hoy en día, surgen grandes interrogantes sobre el futuro de la gobernanza y las alianzas, y sus respuestas jugarán un papel fundamental en la conformación del destino de Asia occidental.
Reavivando el fuego
Durante el discurso del 26 de noviembre en el que anunció el alto el fuego con el Líbano, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó una dura advertencia a Assad por: “jugar con fuego” y afirmó que “Israel está cambiando la faz de Oriente Medio”.
Esta declaración parece haber desencadenado un ataque bien coordinado de las facciones armadas apoyadas por la OTAN contra el gobierno sirio. El líder de la ofensiva fue Hayat Tahrir al-Sham (HTS), dirigido por Ahmad al-Sharaa, también conocido como Abu Mohammad al-Julani, un ex agente de Al-Qaeda y fundador de su rama siria y precursor de HTS, el Frente Nusra.
La ofensiva comenzó en Alepo, la segunda ciudad más grande y columna vertebral económica de Siria, y se extendió rápidamente por las provincias, incluido el resto de Idlib, Hama, Daraa, Suwayda, Homs y, finalmente, Damasco. Al cabo de 12 días, la capital había caído y a Assad y a su familia se les concedió asilo en Moscú.
Trece años después de los levantamientos iniciales, Siria se ha hundido en un abismo aún más oscuro, y sus ciudadanos temen lo que les espera. El ascenso de facciones armadas, respaldadas por el patrocinio turco y con connotaciones extremistas camufladas en retórica religiosa, hace sonar la alarma ante la posibilidad de que se produzca un caos sectario.
A pesar de los intentos de Julani de tranquilizar a la comunidad internacional –afirmando que la era de las “decapitaciones” ha terminado– los sirios, especialmente las minorías, siguen cautelosos, tras haber sido testigos de devastadoras luchas internas entre facciones similares en el pasado.
¿Por qué el gobierno colapsó tan rápidamente?
Décadas de corrupción y represión bajo la familia Assad erosionaron la confianza pública y dejaron frágiles las instituciones del Estado. La familia Assad, que gobierna desde 1971, fue un ejemplo de gobiernos árabes que no lograron satisfacer las aspiraciones de su pueblo, gobernaron con la lógica de la represión y protegieron el sistema de corrupción.
A pesar de haber sobrevivido a conflictos anteriores con la ayuda de sus aliados, el gobierno sirio no logró implementar reformas significativas que pudieran reconstruir sus bases.
El indulto concedido al gobierno de Assad tras la derrota del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) resultó infructuoso. El gobierno no logró hacer una transición hacia una auténtica reforma ni fomentar una transferencia pacífica del poder, lo que lo dejó vulnerable a nuevos disturbios.
La ofensiva se produjo en un momento de mayor inestabilidad regional. Años de sanciones, la agresión israelí y l interferencia occidental habían debilitado las defensas de Siria. Incluso los aliados de Assad expresaron su conmoción por el rápido colapso del ejército sirio, a pesar de tener proporcionado información de inteligencia. El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, señaló:
«Nos sorprendió la debilidad del ejército sirio y la velocidad de los acontecimientos sobre el terreno, y Assad expresó su sorpresa por el débil desempeño de su ejército durante su última reunión con el asesor del Líder de la Revolución, Sr. Ali Larijani».
Las facciones armadas ejecutaron una guerra relámpago meticulosamente planificada, empleando armamento pesado –algunos supuestamente proporcionados por Ucrania– y aprovechando tácticas militares occidentales avanzadas. Sumado a una arremetida mediática que minó la moral, las defensas de Siria se desmoronaron en rápida sucesión.
Los principales aliados sirios, entre ellos Irán y Hezbolá, estaban preocupados por otros conflictos, como el apoyo a Gaza y la lucha contra la agresión israelí en el Líbano. Rusia, enredada en su guerra en Ucrania, retiró activos navales clave de la ciudad portuaria siria de Tartus y se abstuvo de enviar refuerzos significativos.
Los intereses geopolíticos de Turquía, en particular los relacionados con la autonomía kurda y la carga de refugiados, incentivaron su apoyo al derrocamiento del gobierno de Asad. Mientras tanto, los estados del Golfo Pérsico, que antes se mostraban reconciliados con Damasco, parecieron cambiar de postura y se están sumando a esfuerzos más amplios por rediseñar el mapa regional.
¿Qué nos espera?
Mientras las facciones armadas consolidan el control sobre Damasco, el primer ministro interino sirio, Mohammed al-Jalali, ha hecho un llamamiento a la unidad y ha instado a preservar las instituciones estatales. Sin embargo, la capital sigue sumida en el caos.
Los informes sobre saqueos, represalias sectarias y migraciones forzadas han intensificado los temores de una inestabilidad prolongada. La embajada iraní y las viviendas vinculadas a los partidarios del gobierno han sido blanco de ataques, lo que ha avivado aún más las tensiones sectarias. Todo el personal iraní ya ha desalojado el santuario de Sayyida Zainab, en las afueras de la ciudad, y hasta ahora el lugar no ha sufrido daños.
Persisten las dudas sobre la gobernanza: ¿adoptará el nuevo liderazgo un marco secular o sucumbirá a ideologías extremistas? En Doha se celebró una importante reunión diplomática en la que participaron Turquía, Irán, Rusia, Arabia Saudita y Qatar para analizar el futuro del país.
Las declaraciones del proceso de Astaná y de los ministros de Asuntos Exteriores árabes subrayaron la necesidad de una transición política basada en la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad . Las filtraciones y rumores sugieren que la salida de Assad puede haber sido parte de un intercambio entre Estados Unidos y Rusia vinculado a Ucrania, aunque estas afirmaciones siguen sin verificarse ni justificarse.
La caída de Siria debilitará significativamente al Eje de la Resistencia, cortando las líneas de suministro vitales para Hezbollah y socavando la coordinación regional. La decisión de Israel de ocupar el Monte Hermónen y establecer una nueva “zona de amortiguación” añade otra capa de complejidad. La “nueva Siria” se enfrenta a una elección crítica: resistir las invasiones extranjeras o correr el riesgo de fragmentarse.
El futuro de Siria depende de su capacidad para reconstruirse como un Estado unificado y soberano. Para el Eje de la Resistencia, una Siria estable es indispensable. Sin embargo, Estados Unidos e Israel prefieren una Siria fragmentada y debilitada para frustrar la oposición regional a sus ambiciones. Las respuestas a estas preguntas críticas dependerán en última instancia del pueblo sirio.
Sólo ellos pueden determinar el destino de su patria, una nación celebrada durante mucho tiempo como cuna de la civilización, que ahora enfrenta un amanecer incierto.