Cuando la sucesión constante de acontecimientos supera cualquier previsión, y en el campo del imperialismo se generaliza la acción de los diversos actores que nadan en la misma charca con propósitos muy similares, la mayor responsabilidad de las organizaciones comunistas es intervenir con decisión para lograr convertirse en actores trascendentales en el devenir histórico; en sujetos políticos con voz propia y con capacidad para interpretar y transformar la realidad, contra las imposiciones mediáticas y el discurso hegemónico.
Asumir esta tarea que ha de estar siempre en desarrollo, que no puede cesar nunca porque no existen fórmulas que sirvan para todo en cualquier momento, exige un uso riguroso de las herramientas científicas del materialismo histórico y dialéctico, para identificar correctamente todos los factores que convierten en crucial el tiempo histórico actual.
Una labor que ha permitido situar en el vértice de todos los acontecimientos trascendentales que se dan a los más diversos niveles, la crisis general del capitalismo como el elemento determinante de todos ellos. Una crisis de carácter estructural que condicionada en lo fundamental por la caída tendencial de la tasa de ganancia, solo podrá ser superada mediante el avance a una sociedad socialista.
En este análisis, que solo es cuestionable desde la derrota de quienes aceptan la barbarie como algo inevitable, está marcada la responsabilidad que se asume al enfrentar un sistema decadente que, en el propósito último de sobreponerse a la crisis y tratar de perpetuar su dominación, solo puede ofrecer más explotación y violencia.
UNA LUCHA ANTIIMPERIALISTA POR EL SOCIALISMO.
Esa es la referencia inequívoca en torno a la que fundamentar toda la intervención social y política del campo revolucionario, del conjunto de las organizaciones del movimiento obrero y popular que actúen en coherencia con la defensa de sus intereses de clase.
El objetivo por el que trabajar, mediante un complejo proceso de acumulación de fuerzas, es cristalizar este propósito en factor de dinamización de la lucha de clases, en combustible para el motor de la Historia, a través de su conversión en fuerza material transformadora asumida como propia por las grandes masas trabajadoras.
No hay más opción, no existen terceras vías capaces de defender los intereses de las amplias mayorías explotadas y oprimidas. En el capitalismo, por sus propias leyes de desarrollo, es inevitable que, al mismo tiempo que se concentra la riqueza, se despoje de lo más elemental y necesario a la mayor parte de la Humanidad1.
El posicionamiento concreto frente a estas evidencias indiscutibles, que golpean el día a día del pueblo trabajador, marca el referente clasista y revolucionario de cada organización. Valorar sobre los hechos y no sobre palabras cargadas de significantes vacíos, no solo es el criterio último de la verdad, sino el método que permite posicionar correctamente a cada cual en el lado de la barricada que le corresponde.
LA SOCIALDEMOCRACIA ES PARTE FUNDAMENTAL DEL IMPERIALISMO.
En cualquiera de sus versiones cumple la función de agente de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Su renuncia a la toma del poder por la clase obrera y a la transformación revolucionaria de la sociedad, no es solo una renuncia ideológica, sino que conlleva su participación activa en todas las políticas antiobreras.
Su compromiso con las políticas imperialistas y neocoloniales, participando de la tajada criminal de sus políticas, sumado a la gestión de las privatizaciones y progresiva liquidación de los sistemas públicos en los que anda comprometida desde hace décadas, ahora alcanzan su cénit con la aceptación del genocidio palestino y su participación activa en todos los planes belicistas de la OTAN.
Con su apoyo a la economía de guerra, junto al resto de facciones del capital, se sitúa con mayor claridad y objetividad, como enemiga de las masas trabajadoras y los pueblos.
Una categorización que, necesariamente, hay que extender a todas las opciones políticas que directa o indirectamente sostienen esas políticas y a los gobiernos que las desarrollan, pues por amplia que sea la capacidad de asumir contradicciones por parte de muchas de ellas, finalmente los hechos son los que definen con quien se está2 en esta contradicción insuperable entre los intereses del imperialismo y los de la clase trabajadora internacional y los pueblos que luchan por su soberanía.
ES PRECISO MARCAR REFERENCIAS PARA ORGANIZAR LA RESPUESTA
Partiendo del acumulado de experiencias que forman todo nuestro acervo y cultura militante, es imprescindible interpretar las necesidades actuales de la lucha de clases para dar la respuesta adecuada en cada momento.
En ese sentido, tras décadas de retrocesos del campo obrero y popular en la dialéctica de confrontación con la burguesía y su estado, es imprescindible asumir la tarea de levantar las referencias organizativas que, desde la claridad política e ideológica, orienten todas las luchas que es preciso desarrollar para derrotar la dictadura del capital.
FRENTE A LA DECONSTRUCCIÓN INDIVIDUALIZANTE, UNIDAD Y CONCIENCIA DE CLASE (DIGNIDAD OBRERA).
Con la prioridad absoluta de la lucha obrera y sindical, es necesario reiniciar un proceso que rompa con las dinámicas de dividir las luchas en un constante proceso deconstructivo y erosivo de la conciencia de la clase obrera, que la divide y debilita como sujeto revolucionario.
En ese sentido, el compromiso con el fortalecimiento del Comité Estatal de la FSM y los sindicatos que forman parte de él, es imprescindible para marcar la referencia desde la que levantar el proyecto sindical de clase, alternativo al sindicalismo institucional. Un proyecto en el que puedan mirarse los sectores más avanzados de la clase obrera para progresivamente avanzar en la construcción de una Confederación Sindical de clase unitaria de ámbito estatal, capaz de enfrentar la creciente desvalorización de la fuerza de trabajo y la pérdida de derechos de la clase obrera.
Igualmente, la unidad de todas las luchas antiimperialistas es una urgencia que, por razones obvias, no permite más dilaciones. Las segmentación de las diferentes luchas en propósitos aislados unos de otros, en el que la solidaridad internacionalista orientada a un único pueblo (véase Sahara, Palestina, Cuba…) camina de espaldas a lucha contra la OTAN y la bases, o viceversa, no solo impide levantar el necesario frente antiimperialista que unifique en un propósito común todas las estructuras que existen, sino que lo incapacita para vincularlo a la lucha contra los recortes impuestos por la economía de guerra y convertirlo en un factor efectivo de movilización de masas.
Si la guerra imperialista es global y no conoce fronteras, la resistencia tampoco puede dividirse.
Lo avanzado desde la CECOB en este sentido, a través del desarrollo de la Campaña “Que no nos arrastren a la guerra”, es un precedente importante en el sentido de unir en un propósito común, pero con un desarrollo descentralizado, a diferentes estructuras unitarias de base. Darle continuidad a esta experiencia, sumando nuevos actores que rompan con el aislamiento de su propio “mundo”, es una labor por la que vale la pena comprometerse y dedicar todas las capacidades que disponemos
Son solo dos ejemplos –fundamentales sin duda-, pero suficientes para marcar la referencia sobre la que entendemos que es necesario trabajar para levantar la necesaria y urgente contraofensiva obrera y popular que ponga fin a la dominación burguesa y a su barbarie.
PORQUE YA ESTAMOS EN LA BARBARIE, LUCHEMOS POR EL SOCIALISMO.
GANAR LA PAZ PARA DERROTAR LA GUERRA
NI GUERRA ENTRE PUEBLOS, NI PAZ ENTRE CLASES
CONTRA EL GENOCIDIO DEL PUEBLO PALESTINO