En los últimos meses la oligarquía atlantista parece haber decidido dejar caer su careta y hacernos ver a todos la arquitectura política de Europa. La jugada comienza con las elecciones de Estados Unidos irrumpiendo como nunca en el escenario mediático europeo, como algo que debía preocuparnos a todos los europeos aún más que cualquier proceso electoral en la propia Europa. De pronto era evidente que había más en juego ‘sobre nosotros’ en unas elecciones en las que no estamos convocados, pero a nadie pareció extrañarle. Fue la antesala de un guion donde el nuevo y extravagante gobierno estadounidense marca la pauta mediática a las sociedades europeas a la vista de todos, mientras la comisión europea, elegida por nadie, dicta las directrices a todos los gobiernos de Europa en aparente ‘respuesta’ a la administración de Trump. La política de los estados nación ha quedado totalmente relegada a segundo plano de un plumazo.
Pero es que junto con la fachada de los gobiernos nacionales ha caído también la de la propia Unión Europea. Todo ha quedado al descubierto, la dictadura de la oligarquía atlantista que lleva operando en occidente largas décadas, pero todo el mundo parece haber preferido quedarse mirando al presidente Trump y sus fantochadas.
Que los bloques están en guerra geopolítica, comercial y militar a causa de la crisis de acumulación, nadie lo pone en duda; con la salvedad de que la Unión Europea no es un bloque autónomo de Estados Unidos. La alta clase media europea, y aún más la oligarquía financiera europea, tienen sus intereses de la mano de las bolsas estadounidenses, de las inversiones estadounidenses, y del conglomerado político-militar imperialista yanki que hasta ahora venía encabezado por la OTAN.
Ahora bien, más allá de esa guerra de bloques en superficie, debemos tener claro que tanto el rearme de los estados europeos como la negociación arancelaria sólo pueden enmarcarse en la verdad objetiva de que estas altas clases propietarias están desarrollando una guerra de clase contra las clases trabajadoras occidentales. La pérdida de influencia imperial pretenden ir amortiguándola redoblando la explotación extensiva del trabajo interno, por decirlo rápidamente. Una guerra de arriba abajo, donde las clases trabajadoras ven como sus niveles salariales son saqueados mediante endeudamiento, recortes e inflación, y donde cada vez más pueblos trabajadores occidentales se ven lanzados a la carnicería de la guerra interimperialista de occidente con las potencias emergentes.
En en este contexto cuando la Comisión planifica el rearme de los estados con su plan rearm europe, en respuesta a la orden del gobierno estadounidense de aumento del presupuesto militar. El aumento del presupuesto militar de los estados que se vende como necesario para aumentar la ‘autonomía’ frente a USA y como capacidad disuasoria ante la Federación de Rusia, es en realidad una respuesta a los dictados del gobierno estadounidense, y va justamente en la dirección contraria a la paz estable entre Europa occidental y la federación de Rusia. Este renovado militarismo de los estados persigue asegurar una línea estratégica de inversiones en la industria militar a la oligarquía atlantista, mediante el saqueo a las clases trabajadoras con recortes y endeudamiento público para desviar fondos salariales a las ganancias del complejo militar industrial. Además, permitirá profundizar en la reforma autoritaria del sistema político occidental, y debe tenerse muy presente la posibilidad objetiva de que las poblaciones civiles acaben siendo lanzadas a la carnicería imperialista para aprovechar la ventaja del rearme en la pugna económica global. No es una medida disuasoria frente a nadie, es una medida de guerra social contra el proletariado y justamente aumenta las posibilidades de entrar en guerra.
En Europa, ante la ausencia estruendosa de organizaciones revolucionarias de clase, el diálogo político sigue el cauce marcado por las familias políticas representadas por el pensamiento burgués. Así, ahora que ya no es necesario ‘defender a la OTAN’ porque la propia jefatura yanki la pone en entredicho, los conservadores europeos la defienden más que nunca ante un loco que ha asaltado la casa blanca y pone en peligro la pax romana atlantista. Mientras tanto, la socialdemocracia reformista de toda índole ha decidido hacer leña del árbol caído y aparecer, tras décadas de silencio y con el oportunismo que les caracteriza, como los referentes contra la OTAN. Pretenden hacernos creer que es posible el mundo de los negocios y de la clase media nacional, con salarios elevados, etc. sin el componente negativo de la bota militar y el rearme. Cosa que ellos mismos no creen, lo que quieren es seguir haciendo negocios y manteniendo sus sociedades opulentas bajo el patrocinio imperialista de la bota militar yanki, sin mancharse las manos. Esto está probado por varias décadas de silencio y aceptación de la OTAN y de la estructura de poder atlantista, aderezadas eso sí de inútil indignación moralista ante las atrocidades yankis y sionistas.
Esta especie de socialdemocracia utópica de última hora no debería de despistar a nadie. En cuanto sea necesario, aprobarán los presupuestos de guerra como lo han hecho siempre. Su antimilitarismo y su antifascismo van de la mano de su consustancial oportunismo y son, de esta manera, siempre algo pasajero.
La situación es grave y es necesario tener claro que los comunistas tenemos importantes tareas que cumplir en este escenario de desprotección total de las amplias masas trabajadoras. Nuestra tarea debe ser transformar la ofensiva contra la clase trabajadora europea en rearme ideológico y construcción partidaria de masas que permita al proletariado actuar como agente político en occidente lo antes posible. Para ello debemos jugar con ambición y contar con unas líneas programáticas mínimas con respecto al militarismo imperialista: oposición frontal al aumento del presupuesto militar y a la OTAN, oposición frontal a toda guerra imperialista, oposición frontal a la Unión Europea del atlantismo y sus estructuras antidemocráticas de poder, oposición frontal al oportunismo socialdemócrata y sus cantos de sirena.
Junto con esto, existen hoy dos planteamientos de la izquierda tradicional que deben ser confrontados; uno quiere ligarnos al proyecto imperialista de las potencias emergentes, el cuál sería ‘más deseable’ que el atlantista. El otro, abrazado ahora por la izquierda oportunista, pretende vendernos que las clases trabajadoras nos jugamos mucho con la unificación de una oligarquía europea sin influencia yanki.
Ante quienes plantean la necesidad de elegir bando, debemos defender claramente la necesidad de una política internacional independiente de la influencia ideológica de cualquier bloque geopolítico. No podemos caer en la trampa de posicionarnos en la guerra entre oligarquías. No es tarea de los comunistas elegir bando en la guerra entre bloques, sino constituirse en bando de clase revolucionario frente a todos ellos y unir al proletariado internacional como un solo puño revolucionario contra sus explotadores y contra quienes nos consideran carne de cañón en sus juegos de guerra.
Y con respecto al proyecto de Europa que hoy está a debate, y a quienes consideran que la clase trabajadora se juega mucho con la ‘autonomía estratégica’ de la oligarquía europea, les respondemos que al proletariado no le interesa la autonomía estratégica ni la viabilidad imperial de ningún bloque geopolítico gobernado por oligarquías financieras, el único interés objetivo del proletariado es la revolución socialista y la toma del poder como clase, la construcción del socialismo y la edificación de las condiciones internacionales de la paz real y duradera. Europa debe ser un campo de batalla de clases, donde cuanto antes tengamos la opción de devolver los golpes que recibimos de nuestros enemigos.