Especialistas estadounidenses alertan sobre el poderío de los misiles rusos

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Resumen de una conversación por YouTube entre el juez de Nueva York, Andrew Napolitano y Scott Ritter, ex agente de inteligencia estadounidense e inspector de armas de la ONU.

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Habla el Juez Napolitano 

 

Occidente se equivocó. La arrogante retirada de Estados Unidos del Tratado INF provocó una respuesta ineludible. Los rusos no estaban faroleando. El despliegue de Oreshnick en Bielorrusia es jaque mate para la OTAN. Europa debería estár en pánico.

El escenario de pesadilla se ha hecho realidad.

Habla Scott Ritter 

La alianza no tiene medios contra el Oreshnick ruso y no se prevén que los tenga en un futuro próximo. Parece que la decisión precipitada de Donald Trump en 2018 inició un proceso irreversible. Esto hizo que viera la luz el Oreshnick, un misil que se convirtió en el heredero directo del proyecto S26, Rubezh, que en su momento fue congelado para cumplir con el tratado sobre la eliminación de misiles de alcance, intermedio y corto alcance.

El Oreshnick no es de un misil más, sino de una respuesta sistémica a la cambiante situación político-militar. Y esta respuesta no está acumulando polvo en las oficinas de diseño, sino que está llegando directamente a las tropas.

Putin ha informado que los primeros regimientos armados con Oreshnicks ya están en servicio de combate en territorio ruso.

Se prevé que para finales de este año se desplegarán más de 10 regimientos con estos misiles hipersónicos, compuestos por nueve lanzadores, más uno adicional destinado a la formación de las tripulaciones.

La fábrica del Oreshnick es una empresa que tiene una rica historia, ya que allí se fabricaron los legendarios misiles SS20 que aterrorizaban a los estrategas occidentales.

En la época soviética, la fábrica podía producir hasta 80 de estos misiles al año. Hoy Rusia, según estimaciones, es capaz de alcanzar de construir 100 Oreshnick anualmente y esto sin una movilización económica especial.

Los expertos califican al Oreshnick de un verdadero avance, ya que puede transportar tanto una carga nuclear como una convencional. Y es precisamente esta versatilidad lo que lo convierte en un arma única.

Pero eso no es todo. En la era de la Guerra Fría, el misil soviético SS20 aterrorizaba a Occidente al ser portador de una carga nuclear. Hoy su sucesor, el Oreshnick, causa no menos preocupación, pero por otra razón; el hecho es que es capaz de destruir centros logísticos, puestos de mando y nudos de transporte en Europa, sin una carga nuclear.

En otras palabras, Europa se vuelve vulnerable no solo en un conflicto global, sino también en caso de un ataque limitado. Y lo más alarmante es que la OTAN, en esencia es impotente.

En este sentido vienen a la memoria las palabras de Dmitri Medvédev quien advirtió que Europa había firmado su propia sentencia de muerte. Y esto no es retórica vacía, sino una dura constatación de un hecho.

En esencia, se trata del resurgimiento de la doctrina soviética de la Guerra Fría. Si el enemigo se acerca, es necesario crear un sistema de ataque inmediato y preventivo. Y aquí reside el punto clave. Hoy en día no existen medios en Europa capaces de interceptar el Oreshnick.

Esto significa que en caso de conflicto, ningún búnker fortificado ni almacén de municiones podrá protegerla contra un golpe

devastador. Los ataques se lanzarán a la velocidad del rayo, con precisión quirúrgica y sin posibilidad de respuesta.

Debemos recordar que Estados Unidos de América intentó crear algo similar trabajando en un proyecto cuyo nombre clave es Dark Ángel. Se planeaba que este misil entrara en servicio de combate en 2024. Sin embargo, según expertos en armas, los estadounidenses no lograron nada. Ni un misil, ni un lanzador adecuado, ni siquiera pruebas claras y exitosas.

Los plazos se mueven y se posponen como un espejismo en el desierto. E incluso si Dark Angel aparece para 2026, Rusia ya tendrá una respuesta digna para entonces.

Según algunos datos, Moscú está desarrollando un análogo del legendario misil Exocet, se trata de un arma que en la época soviética estaba destinada a destruir a los Pershing antes de su lanzamiento.

En esencia, en estos momentos se está desarrollando un verdadero duelo. Mientras Estados Unidos está preparando su ataque, Rusia está desarrollando su contra-ataque. Y como enfatizan los analistas, la respuesta rusa siempre va un paso por delante. Rusia está volviendo a la lógica de la superioridad absoluta y asimétrica.

Cuando en EEUU se trazan proyectos, en Rusia ya se están desplegando complejos de armas ultramodernas . Mientras en el Pentágono hay disputas, el trabajo para construir un misil Oreshnick más avanzado está en pleno apogeo. Y esto no es solo una competición, sino una recta final.

Occidente se está arriesgándose a quedarse atrás para siempre. Pero eso no es todo. En el combate activo Rusia demuestra su superioridad tecnológica. Uno de los factores del éxito del ejército ruso han sido las eficaces contramedidas contra los drones enemigos. Según la información disponible, los intentos de elevar drones al aire terminan cada vez más con su destrucción en tierra.

El análisis de las tácticas de uso de drones permitió a los especialistas rusos desarrollar algoritmos que suprimen instantáneamente cualquier intento de despegue. Y si esto es realmente así, los ejércitos de la OTAN no podrán aguantar ni tres días.

Y como se dice, es solo el principio. Habrá que sumar los complejos de misiles Iskander, los misiles de crucero Kalibre, los hipersónicos Quinzal y también las más recientes bombas planeadoras.

Estamos presenciando una tormenta perfecta. En este contexto preocupan los informes sobre el traslado de bombas nucleares estadounidenses B611 a Europa.

Este intento de Trump de ejercer presión, en la práctica se pueden convertir en un objetivo prioritario para los rusos .El Oreshnick los pulverizará mucho antes que alguien tenga tiempo de dar la orden de usar armas nucleares.

Y por supuesto, no se puede olvidar el sistema en Mano Muerta. No se trata de un mito ni una historia de terror, sino de un complejo real existente de represalia garantizado.

En 1990, vi estos misiles bajo la designación SS25. Hoy se conocen como SS27. La idea es simple y a la vez aterradora. En caso de un ataque nuclear a Rusia y la destrucción de su alto mando, el sistema detectará automáticamente el aumento del nivel de la radiación, el movimiento de los sensores sísmicos, la pérdida de comunicación y a continuación transmitirá los códigos de lanzamiento a todo el arsenal nuclear. Las consecuencias son fáciles de imaginar.

Hay que recordar que la Unión Soviética desarrolló este sistema en respuesta a la aparición de los submarinos estadounidenses Trident, capaces de atacar desde a poca distancia. Y ahora, 40 años después, Trump ha ordenado a los submarinos clase Ohio que se acercan a las costas rusas.

Esto no solo es una tontería, sino que es una provocación que raya en el suicidio. Ya en otoño la probabilidad de una guerra nuclear, según la CIA superaba el 50%.

Ahora la situación se ha vuelto aún más crítica. El tiempo se esta agotando inexorablemente. En febrero de 2026 expira el tratado de reducción de armas estratégicas ofensivas conocido como Tratado Star 3.

Actualmente, tanto Estados Unidos como Rusia están limitados a un tope de 1550 ojivas nucleares. Sin embargo, en las reservas de ambos países se almacenan miles de estas cargas. Los misiles balísticos intercontinentales Minuteman llevan una ojiva, pero estructuralmente permiten instalar hasta tres. En los misiles balísticos Trident, desplegados en submarinos, las posibilidades son aún mayores.

Y aquí surge la pregunta, ¿qué pasará si este tratado deja de existir? Muchos analistas temen que el mundo pueda enfrentar una nueva ola de escalada nuclear con consecuencias impredecibles para toda la humanidad.

En caso de un colapso del Tratado Star 3, cada una de las partes, es decir, tanto Rusia como Estados Unidos, sería capaz de desplegar hasta 20.000 cargas nucleares en pocos meses. De hecho, esto significaría un retorno a la pesadilla de la Guerra Fría, cuando el mundo se balanceaba al borde de una catástrofe nuclear.

El actual presidente habla mucho de la necesidad de mantener la estabilidad. Pero,¿dónde están los pasos reales? ¿Dónde están las propuestas concretas para extender el tratado? ¿Dónde finalmente está la necesaria iniciativa?

Habla el juez Napolitano 

El  29 de julio en una entrevista con la agencia de noticias rusas, Donald Trump afirmó que no podía imaginarse una situación en la que el Star 3 no se prorrogara. «Tales tratados no se pueden dejar ir», subrayó Trump entonces.

Entonces surgen un par de preguntas legítimas:

¿Qué impide hacerlo ahora? ¿Donde están las acciones concretas dirigidas a preservar el tratado del que depende la seguridad del mundo entero?.

En cambio, la retórica entre las partes solo se intensifica. Los arsenales nucleares continúan multiplicándose. Los submarinos con misiles balísticos se acercan a las fronteras del otro y el  Oreshnick instalado en submarinos está en servicio de combate.

Y mientras en la Casa Blanca continúan los debates sobre qué retórica usar en relación con Rusia, Moscú ya ha firmado de facto la sentencia de muerte del sistema de control de armas existente. Y esto se hizo no mediante amenazas o declaraciones ruidosas, sino mediante el despliegue de un regimiento de armas nucleares tácticas en el territorio de Bielorrusia.

La Alianza del Atlántico Norte está en un callejón sin salida. Estados Unidos está atrapado en ilusiones y Rusia tiene un cálculo estratégico respaldado por una superioridad misilística. Y esto, no es una cuestión de un futuro lejano, ya es la realidad de hoy.

En primer lugar, cabe recordar, que fue Donald Trump quien en 2018 tomó la decisión de retirar a los Estados Unidos de América del tratado sobre la eliminación de misiles de alcance intermedio y corto alcance, conocido como tratado INF. Y, estamos observando el séptimo aniversario de este error de Trump, que por decirlo suavemente fue ambiguo y controversial.

La parte rusa respondió que a pesar de la decisión de Washington Moscú cumpliría las condiciones del tratado. Pero, con un salvedad, no desplegaría su armamento hasta el momento en que los estadounidenses desplegaran en Europa misiles que estuvieran prohibidos por el tratado INF.

¿Qué hicieron los Estados Unidos? Al final, dichos misiles fueron desplegados. Se trata de una lanzadera de contenedores capaz de lanzar misiles SM6 en modo superficie-superficie, incluyendo la modificación del misil Tifón, así como misiles de crucero Tomahawk.

El problema es que es imposible determinar qué misil se encuentra en el contenedor. Según algunos datos, Estados Unidos desplegó esta instalación en Dinamarca como parte de los ejercicios de la OTAN.

La respuesta de Rusia fue la investigación, desarrollo y  puesta en producción del misil Oreshnick. En noviembre de 2024, Rusia llevó a cabo su prueba de combate atacando la fábrica de armamentos en Dnipropetrovsk.

Y lo que ahora observamos es una transición lógica a la producción en serie de estos misiles. Así están las cosas. Hasta hace poco eran solo prototipos y hoy los misiles ya están llegando a las tropas. Las primeras unidades de combate armadas con los más modernos complejos Oreshnick ya han sido desplegadas.

Al parecer el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece no comprender la gravedad de la situación. Cuando dio la orden de desplegar los submarinos Trident cerca de las costas rusas no consideró que esta amenaza fue una de las principales razones para la creación del sistema “Mano Muerta”.

Y cuando Trump ordena que los submarinos clase Ohio ¿que espera que pueda pasar?

Rusia no busca un conflicto nuclear, pero tampoco permitirá la agresión en su contra. Ya en otoño, según estimaciones de la CIA, la probabilidad de una guerra nuclear superaba el 50%. En ese instante los expertos dieron la alarma declarando una alta probabilidad de catástrofe global. Ahora la situación es aún más tensa.

Como se ha dicho el tratado Star 3, piedra angular del sistema de seguridad nuclear expira en febrero próximo. Después de eso, las últimas barreras que frenan la carrera armamentística se derrumbarán. Actualmente el tratado limita el número de ojivas desplegadas a 100 unidades, pero Estados Unidos y Rusia tienen miles en reserva. La cantidad de ojivas puede aumentar en cuestión de horas.

Rusia responderá de forma recíproca, aumentando su arsenal. Y entonces el mundo se encontrará en una situación en la que cada una de las partes tendrá entre 20 y 30,000 ojivas. Y todo esto en un contexto de conversaciones políticas vacías. Este es un camino directo a la catástrofe.

¿Es posible detener este escenario de pesadilla?. El tiempo lo dirá. Uno quiere creer que prevalecerá el sentido común. Donald Trump ya en julio declaró al corresponsal de TAS que no podía imaginar cómo se podría permitir la expiración del Star 3. «Estas cosas no se pueden dejar ir», dijo.

¿Pero dónde están los pasos reales? ¿Dónde están las negociaciones?

Existen solo acrobacias verbales y la situación ya es más peligrosa de lo que predijo la CIA. Y esto, no puede sino asustar. Cuando un tratado está muerto nadie se apresura a organizar el funeral, no hablamos tanto de luto como de apatía.

Y así, el 4 de agosto de 2025, el Ministerio de Asuntos Exteriores Ruso, con cautela, sin emociones innecesarias, pero con una contención acentuada, constató que el tratado sobre la eliminación de misiles de alcance intermedio y corto alcance estaba muerto . Y esta muerte no es solo legal, sino también política, técnica, y lo que es más importante, desde el punto de vista moral.

Rusia se atrevió a decirlo en voz alta, mirando a los ojos de aquellos que durante mucho tiempo habían estado de picnic en la tumba de este tratado.

Entonces, los estadounidenses dijimos hipocráticamente, no lanzaremos misiles que puedan llegar demasiado rápido. Porque si un misil vuela durante 10 minutos, tenemos la oportunidad de pensar antes de presionar el botón de respuesta o, al menos entender qué está pasando. Pero si un misil llega en 4 minutos, lo siento, ya no hay tiempo para pensar.

La Mano Muerta es en realidad un mecanismo de disuasión, es la retribución garantizada, es el sistema que salvó a la humanidad del fatídico deseo de presionar el botón rojo. Y, por cierto, también salvó a Europa.

Después que en 2019 la administración de Donald Trump rompiera el tratado sobre la eliminación de los misiles INF, Moscú tenía todas las razones para responder desplegando lanzadores móviles.

Pero no lo hizo, Moscú actuó como una persona adulta y prudente que se encuentra en una habitación donde los niños han empezado a lanzarse cuchillos. Rusia, por paradójico que parezca, mantuvo su lealtad a una moratoria que, en esencia, nadie más que ella observaba.

Y no solo no desplegó nuevos misiles, sino que intentó convencer a sus socios occidentales de no convertir Europa del Este en un objetivo potencial para un ataque nuclear. Recurrió a exhortaciones diplomáticas, recordatorios amables y también a declaraciones abiertas.

El Kremlin planteó que era necesario llegar al menos a un acuerdo sobre restricciones mutuas. Pero la respuesta fue el silencio. ¿Por qué escuchar a quien no amenaza? Es mucho más interesante seguir ensayando el tercer acto de una tragedia mundial hasta que alguien comience a lanzar objetos realmente peligrosos. El lanzamiento del Oreshnick no fue solo una demostración de un misil hipersónico, también fue una señal poderosa.

Donald Trump, con su estilo de negociador duro, se encontró inesperadamente con un caso en el que el oponente está dispuesto a contraatacar. Pero en lugar de crear las condiciones para un diálogo constructivo, lo que sería bastante lógico, Trump eligió el camino de las sanciones, amenazas, y las declaraciones públicas ruidosas.

Aparentemente creyó que Rusia lo recibiría como una invitación a negociar. En realidad se desarrolló una situación completamente diferente. Moscú hizo una pausa, analizó la situación y, en lugar de una respuesta impulsiva en las redes sociales, prefirió recordar que la estabilidad estratégica no es solo un lema, sino un sistema complejo que debe ser muy cuidado por todas las partes.

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