Con los adelantos tecnológicos actuales un éxodo tan masivo de refugiados e inmigrantes puede ser detectado ipso facto por los servicios de espionaje occidentales y la mismísima OTAN. Sin embargo, dejan llegar con cierta elegancia épica a esa riada inmensa de desesperación a las puertas de Hungría. ¿Por qué ahora?
La operación de sensibilización de los habitantes europeos comenzó con la fotografía de Aylan, el infortunado niño kurdo muerto en el mar. La imagen ha dado la vuelta al mundo y ha sido portada de todos los medios de comunicación. Hay sólidos indicios e inferencias lógicas sobre su elaboración mediática ad hoc: su posición perpendicular a las olas no es natural, el cuerpo debería estar alineado en horizontal a la costa, según los expertos en estas lides científicas. La imagen, además, ha sido recortada a propósito para enfatizar el drama, obviándose al militar que realizó la instantánea.
Sin duda que la tragedia de los refugiados y los inmigrantes es real, que su drama personal, social y político es crudo y verídico. Son las víctimas de la guerra y el hambre provocados por el neoliberalismo capitalista.
Aylan ha desatado la solidaridad del pueblo llano, mientras que EE.UU. y la Unión Europea sacan sus cuchillos bélicos contra Siria, el Estado Islámico creado por los intereses occidentales y todo lo que huela a musulmán o progresista en Oriente Medio. La crisis de los refugiados está siendo aprovechada, gracias a la ola de humanitarismo inducido y fervor solidario de las gentes trabajadoras, para retomar el conflicto con mayor fuerza y agresividad. Londres, París y Washington han intensificado sus incursiones militares en los últimos días con especial énfasis, con la opinión pública pendiente de ayudar a las personas más necesitadas.
La cara amable reside en la gente dándose al prójimo, al tiempo que las bombas caen y lloverán a raudales con virulencia acrecentada sobre las ciudades y campos de Irak, Siria y países aledaños. La victoria mediática para las elites resulta indiscutible.
Aunque las manos libres para la guerra sea un argumento de peso para entender en su justa medida la crisis actual, no es el único. Lo que diferencia la situación presente de otras es la profusa cobertura informativa que se está realizando de ella. Desde hace años llegan cadáveres o mujeres, pequeños y hombres exhaustos, inmigrantes o refugiados, a muchas playas de la Unión Europea, pasando la mayoría desapercibidos para los medios de comunicación en sus espacios de información habituales. Se trata de anodinas historias cotidianas con la que todos podemos vivir sin que estallen las alarmas morales de golpe y porrazo.
Esta vez llama poderosamente la atención que casi en directo nos ofrezcan con todo lujo de detalles una tragedia recurrente y vieja. Resulta obvio que se quería conseguir un efecto en el corazón de la gente de bien. Las respuestas condicionadas han sido inmediatas, estupendas, éticas y con arreglo a lo esperado en un plan invisible orquestado por mentes que jamás darán la cara. Será asunto de historiadores bucear en documentos secretos desclasificados… dentro de 50 años como mínimo.
Otros argumentos importantes tiene que ver con factores económicos y políticos. En la actual fase del neoliberalismo, las elites de la Unión Europea precisan con cierta urgencia atemperar las reivindicaciones populares trayendo competidores laborales y sociales a los barrios obreros. El mensaje no ofrece dudas al respecto: no os quejéis autóctonos, otros trabajadores viven peor que vosotros, por tanto refrenar vuestras ínfulas izquierdistas o radicales. Que los nacionales vean a los extranjeros como enemigos internos de clase divide a los trabajadores en facciones enfrentadas y rebaja las expectativas sociales y políticas de todos. La estrategia es añeja pero sigue dando frutos óptimos en tiempos de crisis.
Ligada a esa razón sociopolítica emerge otra de carácter empresarial. Alemania precisa mano de obra joven, barata y fácilmente explotable para muchos empleos mal o ínfimamente remunerados que no se ocupan con personal nacional de mayor cualificación técnica o profesional. Lo mismo puede suceder en menor escala en otros países europeos. Tal factor laboral no es desdeñable: conspicuos patronos germanos son favorables a ser generosos en la acogida de refugiados e inmigrantes sirios y de otras nacionalidades. La necesidad imperiosa hace más maleable y dúctil a la mano de obra acuciada por las urgencias del sobrevivir diario.
No sería de extrañar que esta marea de solidaridad sea capitalizada electoralmente por los gobiernos de turno, los mismos que han recortado de forma salvaje los servicios sociales y han promovido las reformas laborales que han ocasionado más paro, menos derechos y salarios y más precariedad existencial.
Hay que ser críticos con la realidad que nos elaboran cada día. El origen de los inmigrantes y los refugiados, ahora y siempre, es el capitalismo, el injusto reparto de la riqueza en el mundo y los intereses geopolíticos de las grandes potencias hegemónicas, EE.UU. y el silencio cómplice de la Unión Europea principalmente.
La realidad nunca es lo que parece, siempre es más compleja que el relato emocional que urden las clases poseedoras y sus instituciones títeres e instrumentales para mejor salvaguardar el orden establecido: el beneficio empresarial arriba y abajo la ética solidaria de la gente corriente. Las víctimas son un comodín que el sistema usa y utiliza a discreción, según soplen los vientos de la coyuntura política.
La imagen del malogrado Aylan está siendo utilizada de modo pornográfico para no ver el rostro real de las políticas y consecuencias del neoliberalismo actual. De esta forma tan artera, Merkel, Cameron, Hollande, Renzi, Rajoy y Bruselas en general eluden sus responsabilidades directas en la crisis y salvan su propia cara en un abrazo mediático y virtual con la solidaridad generada en sus respectivos pueblos. Pura hipocresía de mandatarios al servicio de los mercados financieros.