Al mono nazi, dale con el palo

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Con una inflación que supera el 30%, la devaluación de la moneda y un gasto militar que se ha multiplicado debido a la guerra en Donbass, el presupuesto ucraniano depende en gran parte de las líneas de crédito del Fondo Monetario Internacional y de otros gobiernos e instituciones occidentales sin los que no podría, por ejemplo, pagar el gas en la temporada de invierno. La dificultad del Gobierno ucraniano para reestructurar su deuda externa, que en caso contrario no podría pagar, condenando al país a la suspensión de pagos, sembró durante meses la sombra de la posibilidad del colapso económico del país. Pero tras meses de negociación, Ucrania consiguió finalmente un acuerdo con los acreedores privados el pasado agosto.

Rusia se ha negado a aceptar ese acuerdo, fruto de una negociación en la que no había participado al considerar la deuda ucraniana como pública y no privada. Pero Natalie Jaresko, ministra ucraniana de Economía, ha descartado la posibilidad de una nueva negociación y advertido a Moscú que debía sumarse a ese acuerdo, y aceptar una quita del 20% sobre la deuda de 3.000 millones de dólares, o no recuperaría ese dinero. “Nada de lo que espero del lado ruso puede hacer de esto una negociación”, afirmó recientemente Jaresko en referencia a la propuesta de reunión del ministerio de Economía de Rusia.

Moscú concedió a Ucrania ese préstamo de 3.000 millones de dólares en forma de eurobonos en los últimos meses del Gobierno de Yanukovich en diciembre de 2013. La crisis económica y financiera ucraniana se había agravado y ya habían comenzado las protestas de Maidan que en febrero de 2014 culminarían con el golpe de Estado que derrocó al presidente. Como admitió meses después Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, fue ese crédito el que impidió el colapso completo de la economía ucraniana en los primeros meses del nuevo Gobierno nacido en Maidan.

Al igual que el precio del gas o las cuestiones políticas que han enfrentado a los dos países en el año y medio de nuevo Gobierno, la forma y el plazo de pago de esa deuda ha sido uno de los temas recurrentes en sus relaciones bilaterales. Ya en febrero, en una entrevista concedida al diario El País, Petro Poroshenko dejaba abierta la posibilidad de que Ucrania no cumpliera con sus obligaciones. “Podemos devolverlos o conversar sobre el tema”, afirmaba para posteriormente descargar la responsabilidad de esa decisión sobre el ministerio de Economía. Poroshenko ponía también en duda la legitimidad del préstamo. “Esos 3.000 millones de dólares fueron robados por Yanukovich y el plazo vence en diciembre [de 2015]. Si Rusia los pide antes, transgrediría estas condiciones”.

En realidad, las condiciones del acuerdo sí daban a Rusia la posibilidad de exigir el pago inmediato antes de que venciera el plazo en caso de que la deuda ucraniana superara el 60% del PIB. Pese a que el Gobierno ucraniano y sus socios occidentales han repetido la idea de que Rusia trata de desestabilizar la economía ucraniana, Rusia no optó por ejecutar esa cláusula cuando Ucrania superó ese techo meses atrás.

Tras la cumbre del G-20, Rusia presentaba esta semana su propuesta de reestructuración de la deuda, consciente de que Ucrania no va a cumplir con las condiciones previstas en el contrato. La propuesta rusa no incluye una quita pero sí un pago de mil millones al año entre 2016 y 2018. El presidente ruso insistía en que la propuesta rusa, que desde muchos sectores rusos se ha visto como una concesión excesiva al Gobierno de Kiev, es más favorable para Ucrania que lo que el FMI había propuesto a Rusia. Dos días después del anuncio del presidente ruso, el ministerio de Economía ucraniano afirmaba no haber recibido comunicación alguna sobre la propuesta.

Quizá como estrategia para la negociación, o para insistir en que no habrá tal proceso, el primer ministro ucraniano se ha mostrado firme en el rechazo de cualquier propuesta rusa que no suponga aceptar sin matices la postura de reestructuración de la deuda ucraniana. “Ya he dicho que no recibirán nada si no aceptan las mismas condiciones que otros acreedores. Las condiciones básicas son la quita del 20% y el aplazamiento del pago de todas las deudas a cuatro años. Si no les gusta, entonces recibirán la decisión del Gobierno ucraniano de una moratoria del pago de los 3.000 millones de dólares a Rusia. Es muy sencillo de explicar a nuestros vecinos y al país agresor: no vamos a pagar 3.000 millones”, afirmó Yatseniuk según cita RIA Novosti.

Contando con la seguridad económica que, a corto plazo, representa el acuerdo con el FMI y otros acreedores privados y la autosuficiencia política que representa el apoyo estratégico de Estados Unidos, los líderes ucranianos creer encontrarse en posición de imponer sus condiciones. O lo que nosotros decimos, o nada.

slavyangrad.es

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