El feudalismo monárquico gana las elecciones generales en España

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¡Benditos sean! Gracias a los monarcas España es respetada y querida en el mundo entero y ese es el precio que hay que pagar. Para colmo los reyes eméritos don Juan Carlos y doña Sofía con toda la desfachatez y el descaro siguen activos y ejerciendo sus funciones. En España hoy existen nada menos y nada más que cuatro reyes sin importar los gastos suntuarios que esto representa para las arcas públicas. En todo caso sus majestades son tan glamurosos, gentiles y fantásticos que no hay reprocharles nada, al contario solo merecen elogios y salutaciones. En especial la reina doña Letizia que con sus modelitos se ha convertido en la máxima estrella de la moda universal.

Los súbditos en un acto de generosidad sin límites consienten todos sus caprichos. Esta es la demostración más clara del buen funcionamiento del sistema democrático.

Los candidatos saben de antemano que cualquier crítica a la monarquía les puede salir muy cara. Por eso prefieren callar y pasar de largo en este asunto tan espinoso vaya a ser que se hundan en las encuestas. ¿Y al respecto del referéndum entre monarquía o república? Insinuarlo siquiera sería una afrenta imperdonable. La sociedad española aún no está madura para afrontar tamaño dilema. Este es un dogma de fe inamovible. ¿Es lícito cambiar el sistema de gobierno? No, por favor, eso sí que es una blasfemia. La monarquía es algo intrínseco a nuestra forma de ser, a nuestro carácter. La tutela de un ser superior que guie nuestras vidas es algo que nos enaltece. Los ideales republicanos, la soberanía popular, el derecho a decidir, la dignidad humana son conceptos subversivos que es mejor obviarlos.

Los bufones palaciegos se baten en duelo ilusionados por alzarse con el cetro de gran Chambelán (ayudante de cámara real). A los monarcas les debemos pleitesía porque ellos representan la flor y nata de la nobleza, la aristocracia y los grandes de España. El poder omnímodo de la iglesia católica tampoco es muy conveniente poner en tela de juicio. Sus eminencias son como sus majestades más divinos que humanos. ¿Y los jueces de la Audiencia Nacional, ese tribunal de orden público franquista que ejerce la represión y el castigo? Ni por asomo se les nombra. Por extraño que parezca nadie está en contra de la ley antiterrorista, las detenciones arbitrarias, las torturas en comisaría, o la Ley Mordaza. Se ha de imponer el estado de derecho y el imperio de la ley. Materias tan comprometedoras no admiten el más mínimo desliz.

Tal y como están las cosas los monarcas ni siquiera necesita presentarse a unas elecciones. La democracia es un asunto terrenal y ellos habitan en el séptimo cielo. Todos los partidos políticos desde el PP, Cs, PSOE y también Podemos besan sus manos y hasta sus pies porque son la garantía de la unidad de España y la estabilidad del reino.

¿Y la memoria histórica? ¿Alguien ha reclamado por los 130.000 muertos que están enterrados en las cunetas? ¿Quién se atreve a sacar la cara por las víctimas del holocausto nazi-franquista? A Callar, a callar que esto también resta votos. Es mejor que cicatricen las heridas en pro de la paz y la reconciliación entre los españoles. ¿Alguien ha interrogado a don Juan Carlos de Borbón sobre el por qué juró como legítimo heredero del caudillo conociendo su prontuario criminal? Silencio, absoluto silencio.

Los candidatos de esta mascarada bufonesca deben hacer gala de inteligencia y carisma; las frases hechas, las poses y gestos una y mil veces estudiados. De memoria recitan los datos, las cifras de la recuperación económica, la prima de riesgo, el Ibex 35 o el índice de precios al consumo demostrando su conocimiento y sapiencia.

La economía es los que realmente preocupa a los súbditos. Sólo hay que ver las colas que se forman para adquirir la lotería de navidad. Porque sea como sea hay que salir de la crisis. Los candidatos sacan pecho y con voz impostada prometen que van a crear millones de puestos de trabajo, contratos indefinidos y bien remunerados. Se acabó la precariedad laboral y el paro endémico. Es prioritario levantar la moral de los súbditos: el alza de los sueldos y de las pensiones, la rebaja de impuestos, el IVA, el IRPF, los intereses bancarios, las hipotecas, las ayudas familiares.

Esta es la mejor oportunidad para autoproclamarse adalides de la lucha contra la corrupción, el clientelismo, la prevaricación y el desfalco. Aunque no son más que palabras estériles pues esta es una práctica generalizada casi imposible de erradicar.

Ni siquiera se ha abierto un debate sobre política exterior: las relaciones con EE.UU, el papel en la OTAN o la participación guerra contra el terrorismo islámico. Ningún candidato se ha referido a la industria armamentística y menos a las multinacionales que participan expolio de las materias primas de los países del Tercer Mundo. Además de las compañías y empresas españolas ganan jugosos dividendos vampirizando la marginación y la pobreza. Poco importan las relaciones con los países latinoamericanos ni el futuro del pueblo saharaui que agoniza abandonado en el desierto. Son un ejemplo más de la soberbia del reino de España que se jacta de pertenecer a los países más ricos del planeta.

Ni mucho menos se han referido a temas tan trascendentales como la ecología, la energía nuclear, los inmigrantes o los refugiados. Incluso han pasado por alto la educación, la cultura, las artes, las letras o la poesía. Seguramente porque son cosas banales y superfluas que no se traducen en votos o movilizan al electorado.

En resumen: la Casa Real es intocable. Sus majestades son inmunes e inviolables ante la ley tal y como reza la constitución del año 1978. Nadie se ha atrevido a indagar sobre cuál es la verdadera dimensión de su patrimonio, sus inversiones, sus cuentas secretas o los testaferros que se encargan de administrar su fortuna en los paraísos fiscales. Aparentemente la corrupción, el tráfico de influencias, o el enriquecimiento ilícito es algo que no les atañe pues sólo le rinden cuentas a Dios todopoderoso.

Las clases populares, el proletariado, los obreros, los campesinos tienen un valor meramente sentimental y fuente de inspiración de las consignas más apasionadas. Poco cuentan esos súbditos empobrecidos por las políticas neoliberales, esas víctimas de la emergencia social que humillados tienen que rogarle una limosna a Cáritas, al Banco de Alimentos o las ONGs. Existen millones de familias desahuciadas, en el paro y la marginalidad mientras la casa real dilapida sin remordimiento millones de euros en satisfacer el fuego fatuo de sus vanidades.

A estas alturas de la historia poco importa el debate ideológico. El socialismo, el comunismo o el marxismo son teorías fracasadas y caducas. Las banderas rojas con la hoz y el martillo hacen parte de un pasado remoto y deben esconderse en el trastero. La derechización es el signo de los tiempos y cada día que pasa se acentúa su vigor. Estamos en la Europa del siglo XXI, en la era del consumismo más voraz y depredador, dominados por la dictadura tecnológica globalizada: el Internet, el iPod, el Smartphone, el Twitter, el WhatsApp, el Instagram o Facebook. No hay sitio para la nostalgia ni las aventuras revolucionarias pues el capitalismo ruin y despótico es el que manda.

Este domingo millones de súbditos avalarán con sus votos la legitimidad del feudalismo monárquico. Son votos que perpetuarán el poder a la dinastía borbónica y sus descendientes. No hay nada ni nadie que lo ponga en entredicho. Sólo una minoría antisistema es capaz de mantener el pulso pero se ve impotente para enfrentar una fuerza tan descomunal. La sociedad burguesa y reaccionaria ha expresado contundentemente su voluntad en las urnas. ¡Gloria al nacionalismo español! ¡Loadas sean sus majestades!

tercerainformacion.es

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