“Los ahogados de La Laja”, son tan solo una cifra más en el archivo de inhumaciones del cementerio de Las Palmas, unos números y letras que son parte de la ocultación premeditada de los republicanos y anarquistas que yacen en la fosa común del campo santo, hombres y mujeres atados de pies y manos, arrojados desde los riscos de la Mar Fea al encrespado océano, a las corrientes inmensas, metidos en los sacos donados por los terratenientes agrícolas, los cómplices del genocidio fascista en Canarias, que contribuyeron a que más de 5.000 personas fueran asesinadas por defender la legalidad constitucional.
Los tiraban de madrugada, venían los camiones de las “Brigadas del amanecer” cargados de cada pueblo de la isla, de norte a sur, de este a oeste, para desaparecerlos en pozos, simas, chimeneas, agujeros volcánicos, fosas comunes en fincas privadas de una oligarquía criminal, muertos y muertas, republicanos, anarquistas, comunistas enterrados al lado del campo de golf, de la piscina, del chalé de lujo del spa, de haciendas cuyos propietarios de apellidos vinculados al genocidio fascista isleño actualmente son constructores, diputados, concejales, alcaldes, jueces, “gentes de bien”, como dicen en el corrupto partido de la Gürtel.
Una de estas fosas está en una finca privada del sureste de la isla que se alquila para la celebración de bodas y fiestas, a pocos metros del banquete, del cotillón, de las borracheras colectivas, están enterrados en dos pozos más de cincuenta demócratas asesinados sin que ninguna institución pública haga nada. Todo tapado y bien tapado, una flagrante complicidad con el holocausto franquista en Canarias, lo mismo que con los ahogados, las vergüenzas de un estado miembro de la Unión Europea, el que presume de país moderno, que se permite desde su gobierno el lujo, la exigencia del cumplimiento de los derechos humanos en otros países, por supuesto siempre a miles de kilómetros del escenario de sus corruptelas y vergonzosos abusos de poder.
No es casualidad que España sea el segundo país del mundo con mayor número de fosas comunes de personas asesinadas por el estado después de Camboya, por eso “los ahogados de La Laja” son un símbolo más, cientos de motivos para seguir luchando hasta el final, desenmascarar a quienes pretenden evitar que esta fosa común del cementerio de Las Palmas pueda ser exhumada, que siguiendo órdenes de los herederos de los criminales traten por todos los medios de colocar un monolito, un monumento a la vergüenza sobre los cientos de restos, para que jamás se conozca lo que realmente sucedió. No lo vamos a permitir.
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Imagen: Escultura submarina de Jason de Caires Taylor