¿Qué son las cooperativas?
Cuándo hablamos de cooperativas nos referimos a una asociación de personas físicas o jurídicas que, teniendo intereses o necesidades socio-económicas comunes, desarrollan una actividad empresarial, imputándose los resultados económicos a los socios, una vez atendidos los fondos comunitarios, en función de la actividad cooperativa que realizan.
Las cooperativas, con frecuencia, son presentadas como un modelo alternativo a la explotación capitalista, no obstante, estar constituidos en dicho régimen no impide la contratación de trabajadores externos a dicha asociación por lo que a priori, pese a su estructura más democrática, ya sabemos que no tiene porqué evitar la explotación de los trabajadores no socios.No se trata de la apropiación de los medios de producción por parte de la clase trabajadora, o al menos no tiene porqué ser así. Se entiende por régimen cooperativo un sistema horizontal y democrático entre los socios que son a su vez trabajadores de dicha organización empresarial pero no todos sus trabajadores tienen porqué ser socios. Y así está recogido por la ley. Sin embargo es habitual que exista una percepción diferente sobre lo qué significa este tipo de empresa.
Un ejemplo fue lo que ocurrió a finales de Agosto del año pasado cuando se produjo el asesinato del viceministro boliviano de interior, Rodolfo Illanes por parte de cooperativistas de la minería. Desde los medios se nos presentó el conflicto como una revuelta de trabajadores contra un gobierno que le era hostil. Y sin embargo, ¿era eso cierto? Entre las reivindicaciones de este grupo cooperativo se encontraban entre otros puntos la exigencia de no llevar adelante el proyecto de cambio en la Ley de Cooperativas por parte del gobierno deEvo Morales, que permitiría la asociación sindical de sus trabajadores (derecho que no tenían reconocido); Los cooperativista en la lucha por el rechazo de este principio añadieron nuevas exigencias: como la posibilidad de establecer lazos comerciales con multinacionales extranjeras y también rebajar los controles de impacto ambiental a los que son sometidos. Para más información y recordar este caso os invito a la lectura de este artículo. Pero este tipo de conflictos, salvando las distancias, no es exclusivo del país latinoaméricano.
Cooperativas como forma de reactivar la economía local de Huelva.
En la provincia de Huelva, debido a las altas cifras de paro se potenciaron durante los últimos años la creación de cooperativas agrícolas (en la mayoría de los casos destinado al cultivo de la fresa). El resultado fue un éxito numérico, estas cooperativas dedicadas a la agricultura intensiva superan ya en número a las de Almería, provincia estrella de este tipo de cultivo.
Cooperativas y trabajadores.
Estas cooperativas a su vez, como en el caso boliviano, cuentan con trabajadores externos, en el caso de Huelva en la mayoría de los casos inmigrantes traídos en origen o directamente inmigrantes en situación irregular. El nivel de explotación por tanto puede llegar a su nivel más alto por la vulnerabilidad en las que se encuentran los trabajadores de estas cooperativas, completamente ajenos a toda protección laboral por su condición de migrante o peor aún por su condición de estancia irregular. Como consecuencia directa aparecenpoblados chabolistas en las periferias de las zonas de invernadero donde malviven decenas de personas en condiciones infrahumanas.
Es muy difícil cuantificar el número de jornaleros migrantes en situación irregular que trabajan el campo onubense, ya que son trabajadores invisibles no sólo por no aparecer en estadísticas sino porque suelen ser reticentes a hablar y denunciar su situación por miedo a las consecuencias que de ello se deriven, del internamiento en un CIE a la deportación.
Las cooperativas según la ley andaluza tienen un límite de contrataciones ajenas a la asociación, sin embargo en los campos de Huelva (como en otros lugares del Estado Español) las cuentas no salen.
Cooperativas y el problema de la tierra.
El régimen cooperativo no es una garantía de uso de tierra comunal como algunos parecen presentarlo, o no tiene porqué serlo, y menos en un país que aún hoy acoge más inmigración de la que exporta.
Además hay que añadir el problema de carácter ambiental que genera este tipo de cultivo y como se están perdiendo las reservas acuíferas de la zona. Esto llevó a un mayor control del uso del agua de los pozos públicos y a protestas masivas en consecuencia por parte de los cooperativistas. Su argumento era que se privilegiaba a las grandes empresas agrícolas que tienen sus propios pozos privados. El impacto ambiental del cultivo agrícola, sobre todo de la agricultura intensiva por su carácter especialmente devastador con el ecosistema, debe ser controlado más allá de estas cooperativas y desde ya, el acceso a un bien necesario para la supervivencia como es el agua debe estar por delante de cualquier maniobra empresarial.
No hay que olvidar que las cooperativas son un modelo empresarial privilegiado fiscalmente precisamente por su condición de estructura más participativa y democrática. Sin embargo, este modelo como vemos en este caso, no sólo no tiene porqué solucionar el problema del empleo, sino además puede originar los mismos problemas de carácter social, laboral y ambiental que cualquier otro tipo de organización empresarial capitalista. No es que sólo este tipo de organización realice estas acciones pero en sí no son una forma de frenarlas. La consideración pública que existe en el imaginario colectivo sobre las cooperativas a su vez provoca un trato especial por parte de la población y una explotación laboral más sutil, ya que seguimos asociando este modelo con un modelo horizontal, local y solidario y por ello obviamos las trampas que la legislación permite para que pese a tener múltiples socios el cooperativismo en nuestro sistema no garantice que no se vulneren los derechos de los trabajadores.
A su vez podemos incidir en el tradicional problema del reparto de la tierra y su vinculación con la explotación de clases. Probado está que un reparto sin control en un mercado capitalista aumenta la desigualdad ya que favorece la acumulación, destroza el ecosistema (el espacio donde los pueblos se desarrollan), y genera caciquismos entres los propietarios (colectivos o no) de la tierra y los que no lo son, nativos o migrantes. El régimen cooperativo no es una garantía de uso de tierra comunal como algunos parecen presentarlo, o no tiene porqué serlo, y menos en un país que aún hoy acoge más inmigración de la que exporta.
En un mercado deslocalizado y competitivo el control de los recursos y su distribución no se puede dejar en manos de la leyes de dicho mercado, asumir que modelos colaborativos, por el hecho de serlo, reducen la explotación se demuestra como un argumento falaz.
Por lo que sería necesario replantear ciertas cuestiones. Por un lado debemos revisar las exigencias en torno al régimen de cooperativas y enfrentar los discursos actuales que desde el “progresismo”, reformista o de tercera vía, sigue proponiendo el modelo de cooperativas como una forma de combate efectivo contra la explotación de clases dentro del propio sistema capitalista, dentro de las múltiples propuestas de economía colaborativa que se trabajan, o de repunte del empleo local sin tener en cuenta todos los factores. En un mercado deslocalizado y competitivo el control de los recursos y su distribución no se puede dejar en manos de la leyes de dicho mercado, asumir que modelos colaborativos, por el hecho de serlo, reducen la explotación se demuestra como un argumento falaz. El problema no es cuantitativo (de número de socios) es cualitativo en relación a la posibilidad de explotación que desarrolla el modelo. Por otro lado, ese viejo (y atemporal) eslogan de la “tierra para quién la trabaja” debería volver a nuestra lucha, porque al fin y al cabo, de eso se trataba, de repartir la tierra como medio de producción para trabajarla no para mantener caciquismos locales de los que en Andalucía, desgraciadamente, sabemos demasiado.
Carmen Parejo.