Durante la época colonial en el Caribe del siglo XVIII, John Quier, un médico británico infectó a cientos de esclavos con viruela para diversos experimentos científicos, según ha revelado Londa Schiebinger, profesora de Historia de la Universidad de Stanford, en su reciente libro titulado “Curas secretas de esclavos”.
Schiebinger asegura que Quier, que prestaba servicios como médico en una plantación en Jamaica, utilizó a 850 esclavos como “conejillos de indias” a mediados del siglo XVIII.
La historiadora compara los hechos con el Caso Tuskegee de 1932, un experimento de la sífilis emprendido por el Gobierno de Estados Unidos, en el que 600 personas participaron sin saber realmente la enfermedad que tenían y nunca recibieron tratamiento. Sin embargo, en este caso los esclavos no fueron engañados, sino sus propietarios.
La historiadora explica que para la época los esclavos estaban protegidos de la explotación médica excesiva, y “la voluntad de sus dueños prevalecía sobre el consejo de un médico”. Es por ello que Quier, tras asegurar que había desarrollado una “cura perfecta” para el pian –infección tropical de la piel, los huesos y las articulaciones-, logró que los amos entregaran a sus esclavos, ante el “temor a perderlos”. Así es como los contagió con viruela.
Considerado uno de los precursores de la vacuna contra la viruela, Quier aprovechó para intentar responder preguntas que la medicina europea desconocía: si era seguro o no inyectar con el virus a mujeres embarazadas, recién nacidos o personas que sufrieran de otras enfermedades.
Incluso, indagó en cuestiones tan controvertidas como si sus experimentos con viruela en “mujeres negras” eran válidos para las mujeres inglesas. Todo esto lo llevó a introducir el virus repetidamente en las mismas personas, a pesar de las consecuencias.
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