Ya me lío, pero lo único que está claro es que la burguesía catalana ha optado por declarar la independencia “suave”, siguiendo los pasos dados por Eslovenia hace veintitantos años a la espera, como pasó, de un apoyo que en el caso esloveno llegó desde Alemania y que en el caso catalán veremos si llega de alguien.
La Unión Europea está en un brete, ideológicamente afín al gobierno español pero sometida a sus propias normas y, sobre todo, con el miedo en el cuerpo por lo que de contagio puede suponer en deseo catalán de conseguir la independencia efectiva.
La proclamación de la República Catalana no se ha producido formalmente, se ha dicho que se asume lo que se votó por abrumadora mayoría y pese a la represión el 1 de octubre, pero nada más. No hubo una proclamación expresa, por lo que se deja abierta la vía eslovena de forma clara, y no se han puesto en marcha los procesos de desconexión de España, que estaban previstos en la propia ley que estableció el referéndum. O sea, que la burguesía catalana ha dicho sí, pero no.
Se ha firmado una Declaración de Independencia en la que ha participado la CUP, pero es una declaración informal, para salvar la cara y que no tiene ningún efecto jurídico. Porque el texto va en la línea del discurso oficial, es decir, que no entrará en vigor hasta que el diálogo con el Estado español llegue a acuerdos con una mediación con la UE que todavía no está planteada oficialmente.
Se dice en él que “se constituye la República Catalana como estado independiente y soberano, de derecho, democrático y social” y que las negociaciones con el Estado “deberán ser necesariamente en pie de igualdad”, es decir, de Estado a Estado. Pero no hay plazo alguno para ello, o al menos yo no lo he visto. La CUP habla de un mes, pero eso no es lo que piensa la burguesía catalana representada en Junts pel Si.
La CUP lo ha tenido que firmar porque después de llegar hasta aqui no podía hacer otra cosa, pero se ha perdido una ocasión histórica y le toca ahora a la CUP volver a impulsar las movilizaciones tanto contra el Estado español como contra la burguesía catalana, esa lucha de clases que ya existe en Catalunya pero que había quedado relegada ante la prioridad de sacar adelante el referéndum y proclamar la independencia y que ahora debe brotar con renovada intensidad.
Porque me da la impresión que la burguesía catalana, asustada por el poder de movilización de que ha hecho gala la CUP, se va a echar en manos de Catalunya si que es Pot (la marca de Podemos allí) que es mucho más modosita y “gente de bien” y no como los anticapitalistas y socialistas de la CUP. El paso dado de no proclamar la República Catalana formalmente va en esa dirección. La burguesía catalana ha tenido miedo a que se le fuese de las manos todo el proceso y ha reculado buscando apoyo en los modositos que van de progres para mantener la imagen “social” del proceso. El régimen neofranquista de 1978 respira ahora un poco más tranquilo y puede salir de la UVI, a donde le había llevado la decidida actitud de la gente al votar el 1 de octubre pese a la represión. Pero, y aquí está la paradoja, al recuperar un poco de fuelle puede plantear la batalla definitiva aprovechando la decepción causada por la decisión de la burguesía catalana.
El Lince