La “huelga del 30”, conocida así históricamente, fue convocada por la Confederación Nacional Obrera de Cuba dirigida por Rubén Martínez Villena y el Partido Comunista, organizaciones que en esos momentos trabajaban clandestinamente, pues el dictador las había ilegalizado para detener la oleada de huelgas, manifestaciones y protestas contra los crímenes del régimen y la situación económica imperante.
Además, la convocatoria a esta huelga respondía a un llamamiento de la Confederación Sindical Latinoamericana que exhortaba a sus integrantes a una jornada de huelga general en apoyo a los desocupados, que en la región sumaban millones.
En 1925, cuando asumió la presidencia del país el dictador Gerardo Machado, sentenció que durante su gobierno ninguna huelga duraría más de ocho horas; pero se equivocó el tirano porque el 19 de marzo 1930, hace hoy 88 años, una huelga obrera paralizó la nación a pesar del terror impuesto por el régimen contra la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales.
El caso de Cuba es un ejemplo, pues en esos momentos existían en la isla más de 250.000 desocupados permanentes, que al sumárseles sus familiares, como mínimo cuatro, alcanzaban un millón de personas, o sea, la cuarta parte de la población del país que en ese entonces era de 3.900.000 habitantes.
No puede hablarse de esta huelga general obrera del 19 de marzo de 1930, que se extendió por 24 horas, sin mencionar el excepcional papel que jugó en su realización, Rubén Martínez Villena, el poeta devenido en dirigente obrero y comunista.
Ese 19 de marzo, en el Centro Obrero de La Habana, se efectuó un gran mitin de masas. Cuentan testigos que a pesar del férreo cordón policial, sobre las nueve de la mañana se apareció Martínez Villena con su figura pálida, consumida por una fiebre de 39 grados que centró la atención de todos. Sus primeras palabras fueron: “Dicen que no había huelga y hay huelga. Dicen que yo no hablaría y estoy hablando”.
La efectiva labor de Rubén Martínez Villena en esta huelga de marzo de 1930 alarmó a la dictadura machadista provocando que el tirano ordenara su asesinato. En tal situación y ante la agudización de la tuberculosis que lo consumía cada vez más, el Partido Comunista del cual era miembro de su Comité Central, decidió su salida del país hacia un sanatorio en la Unión Soviética para reponerse de la cruel enfermedad, que años después lo vencería definitivamente.
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