El capitalismo, como generador de un desarrollo técnico que facilitó el incremento de la producción, desde su nacimiento revolucionó técnicamente la industria perfeccionado los medios de producción. Este perfeccionamiento en los medios tuvo su culmen en lo que hoy conocemos como revolución industrial del siglo XIX, con la introducción y uso de nuevas maquinarias se pudo reducir la fuerza física necesaria en el trabajo, ésta es suplida por máquinas que trabajan con inusitada perfección. Es la aplicación de estas nuevas técnicas mecánicas lo que facilita el ingreso masivo de niños a las fábricas, reemplazando éstos a obreros adultos, ocasionando con ello una competencia por el puesto de trabajo en muchas ocasiones en el mismo seno familiar.
Con la incorporación de jóvenes y niños a la producción el capitalista consigue la apropiación de una cantidad mayor de plusvalía, ya que los salarios son más bajos y el tiempo real de trabajo se prolonga, situación que genera el incremento del ejército de reserva, compuesto éste por obreros adultos desplazados de la producción en competencia con sus propios hijos.
A partir de estos cambios en las condiciones laborales, las consecuencias sobre las vidas de las jóvenes y niños fueron desastrosas. Marx, basado en los estudios de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, llegó a hablar de una “devastación intelectual, producida artificialmente al transformar a personas que no han alcanzado la madurez en simples máquinas de fabricar plusvalor”.
Hoy los mercenarios en política, así como la intelectualidad al servicio del capital, nos quieren hacer creer que esto es algo lejano en la actual situación, que esto ya es historia. La ley principal del capital es la extracción de la mayor cantidad de plusvalía, para lo que necesita pagar lo menos posible por la fuerza de trabajo. La incorporación de la juventud a la producción (trabajo en todas sus ramas), le permite al capitalista abaratar el salario con la consecuente elevación de extracción de plusvalía. Para el capital y los gobiernos a su servicio el trabajo juvenil, e incluso el infantil, ha sido una constante, que tiene en las niñas y niños adolescentes un reservorio de fuerza de trabajo dócil y de bajo costo, los capitalistas y los mencionados gobiernos de la burguesía, recurrirán a todo tipo de leyes elaboradas desde la mentira y el engaño para evitar que haya reglamentaciones legales que impidan el trabajo juvenil. Tenemos como ejemplo los Cursos de Formación, o trabajo becado, modalidades laborales que sentencian a cientos de jóvenes a trabajar con un muy bajo salario o sin percibir ni un euro, o los contratos en prácticas a través de los que se explota a cientos de miles de jóvenes con salarios irrisorios que no les garantizan el mínimo de reproducción. En la penúltima crisis del capitalismo, en la que éste destruye millones de fuerzas productivas para volver a la senda de los beneficios, emplea a millones de jóvenes en condiciones de absoluta precariedad laboral.
El informe de la OIT 2018 constata unos niveles de explotación criminal del capitalismo, que para nada han cambiado en su ejemplo histórico.
Según la OIT, en todo el mundo 218 millones de niños, de entre 5 y 17 años, están ocupados en la producción.
Entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso, que abarcan múltiples actividades como pueden ser el tabaco, el algodón, la minería, hasta la trata de personas, el narcotráfico y la prostitución, según el organismo internacional.
En el estado español más de dos millones de jóvenes menores de 24 años trabajan con contratos salariales por debajo de los 900 € mes. Y más de 250 mil menores de 19 años trabajan en calidad de becado o prácticas, no percibiendo salario alguno.
De estas cifras se desprende que al capital le resulta un buen negocio contar con fuerza de trabajo de jóvenes, a través de los cuales extraer el máximo de plusvalía.
Juan J. Sánchez