El capitalismo es puro paripé

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La burguesía y su hermana mayor la oligarquía financiera tienen la virtud de aprovechar cualquier fenómeno o acontecimiento para tapar todas sus vergüenzas y miserias con una operación digna de las grandes obras de ciencia ficción.

Como se diría en lenguaje llano, el que usan las clases populares, aquí hay mucho paripé. Paripé viene del caló “paruipén” que significa “cambio o trueque”. Y es que las autoridades actuales, prohibiendo o imponiendo aquello que les dictan los capitalistas, nos están dando el cambiazo al justificar todas sus medidas en aras de contener la expansión del covid-19.

Todo cobra más sentido si en los titulares con que nos bombardean diariamente los medios masivos de manipulación sustituimos “coronavirus” por “crisis general del capitalismo”.

Por ejemplo, cuando nos anuncian una nueva oleada de millones para algún sector de la economía capitalista, con la excusa de compensar los efectos de la crisis del coronavirus, en realidad lo que están haciendo es responder a los efectos de la crisis general del capitalismo, que es lo que tratan de esconder tras la emergencia sanitaria del coronavirus.

Poco se puede creer el pueblo trabajador de todo lo que emane del poder burgués actual, viendo las enormes contradicciones de lo que dicen y lo que hacen, y viendo especialmente a quiénes favorecen sus medidas.

Son poco creíbles las razones que aducen la Junta de Andalucía y otros gobiernos para imponer las mascarillas en todo momento, aunque se mantengan las distancias de seguridad, al mismo tiempo que destinan 13 millones de euros para promocionar Andalucía como destino seguro.

Medidas tan extremas como obligarnos a llevar mascarillas a todas horas, sin tener aún certeza de los efectos nocivos que podría tener para la salud, sólo pueden justificarse en casos de verdadera emergencia sanitaria. Lo cual no cuadra con fomentar movimientos de personas que no son esenciales. Esenciales lo son para las cuentas que hacen los empresarios, eso sí.

¿Cómo creerse lo que viene de esas instituciones, que no hablan de otra cosa que el dichoso coronavirus durante las 24h de los 7 días de la semana como si fuera el fin del mundo (en realidad lo que se avecina es el fin del capitalismo), y al mismo tiempo se pretende ignorar las condiciones extremas de vida en la que se encuentran cada vez más personas que acaban viviendo en la calle como si fueran animales, abandonados a su suerte, especialmente en épocas con alertas por temperaturas extremas?

Lo que les preocupa ahora a estas autoridades no es que estas personas estén sin techo si no que lleven mascarillas.

Basta llamar a los servicios 061 o 112 para comprobar esa doble moral y la hipocresía de las instituciones y organismos actuales, la sangre fría que imponen a sus trabajadores, cuando tratan de ahorrarse el envío de ambulancias si se trata de alguien “indigente”, para confesar finalmente que no tienen recursos suficientes. Igual que en los hospitales, tienen que elegir a quién salvan la vida. Y cuando deciden enviar a alguien, envían a la policía. Todo eso, no es culpa del coronavirus, es fruto del sanguinario capitalismo.

Es fácil para los ricos imponer la obligatoriedad de cualquier cosa, sin importarles si muchas familias se lo pueden permitir. Cuando Cáritas Diocesana de Jaén alerta de que la pobreza se hace crónica y se acentuará aún más en 2020, cuando la OCU ya advertía en 2019 que el 75% de las familias españolas tiene problemas para llegar a fin de mes ¿qué familias se podrán permitir el gasto medio de 360 euros al mes que supone para una familia de cuatro miembros usar mascarillas quirúrgicas 12h al día?

La situación de miseria de las familias trabajadoras está estallando especialmente después de la avalancha de despidos que está ejecutando la criminal patronal con la inestimable ayuda del gobierno español.

¿No es casualidad que de nuevo las cifras oficiales de contagio preparen el terreno a nuevos confinamientos y restricciones de libertades cuando se avecina un “otoño caliente”, como aseguran las propias fuerzas de seguridad del Estado?

¿Quién puede creerse nada de los títeres criminales que gobiernan cuando los empresarios obligan a vivir y trabajar hacinados a miles de jornaleros sin respetar las medidas de higiene y seguridad que supuestamente dictan sus propias leyes, con la complicidad de las inspecciones de trabajo?

El caso de los trabajadores inmigrantes de Huelva es especialmente sangrante, pues llevan años malviviendo como animales en el bosque, en una provincia que es feudo de caciques fascistas que aplican el látigo y el derecho de pernada también sobre las mujeres inmigrantes (especialmente rumanas y marroquíes). Para más INRI, están siendo asediados también por incendios en sus asentamientos, 3 en 5 días, viéndose obligados a refugiarse en plazas y portales.

¿Cómo podemos esperar que sus leyes sean dictadas en pos de la salud pública cuando se es cómplice de un régimen que retrocede a pasos agigantados a la esclavitud?

¿Cómo creerse nada de los fantoches gobernantes, cuando los responsables del partido que gobierna la comunidad andaluza se burlan del pueblo trabajador montando fiestas sin cumplir ninguna de las normas que nos imponen? Así hicieron Pedro González Rodríguez-Albariño (Vicesecretario de Comunicación del PP de Sevilla y presidente de Nuevas Generaciones del PP en Sevilla) y Luis Paniagua (diputado del PP en Sevilla) en un pub hace una semana.

¿Y qué diríamos si nos enteramos de que la mujer del presidente del gobierno andaluz que nos ha impuesto a los andaluces llevar mascarillas a todas horas es un alto cargo de una empresa que distribuye mascarillas en Andalucía? ¿Y qué diríamos si el gobierno andaluz le ha concedido a dicha empresa la distribución de las 7,5 millones de mascarillas que se van a entregar de forma “gratuita” a jubilados y pensionistas?

¿Cómo tapar tanta ignominia? Lanzando una campaña, por tierra, mar y aire, a través de todos los medios de comunicación, en las que señalen al pueblo trabajador como responsable de la expansión de la pandemia y de la proliferación de rebrotes, por ejemplo, a través de las reuniones de familiares y amigos.

Llega a tal punto el cinismo de los títeres del capital que están culpando de las muertes y el desempleo a los jóvenes que se reúnen en la calle por la noche, que es cuando en Sevilla se puede salir a la calle en verano, estigmatizando estas reuniones con el despectivo calificativo de “botellonas”, al no poder permitirse sentarse en la terraza de un bar que sí es legal. Dice el teniente de alcalde y delegado de gobernación y fiestas mayores del ayuntamiento de Sevilla, Juan Cabrera Valera, lo siguiente:

«En evitar esas concentraciones es precisamente donde más estamos centrándonos y con más de 1.000 sanciones puestas por beber en la calle, efectivamente vamos a hacer también muy celosos a la hora de hacer cumplir también el uso de la mascarilla […] Tienen que ser conscientes de que esto ha costado muchas vidas y mucho desempleo para que asuman la responsabilidad que el asunto requiere«.

Las muertes las produce un régimen donde a pesar de existir los medios y la ciencia para hacer frente a cualquier pandemia, protegiendo especialmente a los más vulnerables desde el punto de vista de la salud, para evitar que a nadie le falte de nada en caso de que haya que paralizar sectores no esenciales de la producción, prefiere destinar ingentes cantidades de riqueza, la riqueza que produce el pueblo trabajador con su sangre y sudor, a rescatar las grandes empresas, bancos y oligarquía financiera.

Y es que se está demostrando que en esta crisis general del capitalismo, ningún sector de la economía capitalista es capaz de levantar cabeza sin la ayuda de su Estado e instituciones burguesas.

El capitalismo, moribundo, sólo se sostiene a base de cortinas de humo, mentiras y patrañas, sólo se mantiene con vida con grandes campañas mediáticas desviando el foco de atención para que la clase obrera no vea la crisis general del capitalismo en la que nos encontramos, y de esta manera no asuma, todavía, el papel protagonista y revolucionario que tiene en este momento de la historia.

La única solución a todos nuestros males es tumbar el putrefacto capitalismo y construir un régimen donde el pueblo trabajador, organizado en su propio Estado obrero y popular, levantado a través de un Frente Único del Pueblo, tome el control de la producción y las riendas de su destino.

 

Derroquemos al Capitalismo

Construyamos el Socialismo

Comité Regional del PCOE en Andalucía

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