Bielorrusia: no es cuestión de democracia

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Poco conocemos de un Estado europeo llamado Bielorrusia que cuenta con aproximadamente 9’5 millones de habitantes, y hasta hace un par de meses casi nadie sabía que su presidente, un tal Alexandr Lukashenko, era “el último dictador de Europa”, siendo bautizado así por el presidente norteamericano George W. Bush en 2005. Pero en las últimas semanas y sobre todo con posterioridad a las elecciones del pasado 9 de agosto son multitud las informaciones que nos llegan de la lucha del pueblo bielorruso por la “democracia y las libertades”, palabras que a diario cogen como bandera quienes planifican operaciones de desestabilización política y social, que normalmente tienen como objetivo eliminar gobiernos no favorables a los intereses geoestratégicos del imperialismo norteamericano.

No voy a tratar cuestiones de sobra divulgadas en estos días como los años que lleva Lukashenko en el gobierno, el resultado de las elecciones, la crisis económica o la actitud inicial respecto a la COVID-19; haré referencia a otros datos menos divulgados y que pueden ser de interés para tener una composición del lugar y poder sacar conclusiones sobre lo que sucede en Bielorrusia.

Bielorrusia tiene fronteras con Polonia, Ucrania, Letonia, Lituania y Rusia; siendo desde su independencia en 1991 aliado de Rusia, Estado con el que mantiene una relación preferente con importantes ventajas económicas. Además, desde el golpe de Estado en Ucrania en 2014, Bielorrusia es el único Estado europeo que tiene fronteras con Rusia y no es aliado de los EEUU.

Con la desaparición de la Unión Soviética, Bielorrusia fue el único de los Estados resultantes que mantuvo un control estatal de la mayoría de la economía y la industria, impidiendo esto la aparición de oligarquías que se apoderasen de las riquezas y sectores económicos privatizados, y garantizando así que perduraran muchos de los beneficios sociales existentes antes de 1991, siendo hoy uno de los Estados ex-soviéticos que tiene menores desigualdades sociales.

Por Bielorrusia discurren el tramo principal del oleoducto “Druzhba” y el gaseoducto “Yamal-Europa” que transportan petróleo y gas ruso a los Estados de la Unión Europea sin tener que pasar por territorio ucraniano.

Bielorrusia tiene desde hace unos años relaciones comerciales con China, concediéndole el Banco Chino de Desarrollo importantes y ventajosos créditos, está en proceso de construcción de un importante parque industrial vinculado a la producción tecnológica, siendo además lugar de paso fundamental del tramo de la Nueva Ruta de la Seda que, pasando por Rusia, entra en Europa Occidental por el norte.

Hay precedentes de operaciones organizadas por agencias de inteligencia norteamericanas con el objetivo de cambiar el Gobierno bielorruso. En 2006 se produjo una “revolución de colores” semejante a las que triunfaron en la misma época en Ucrania, Georgia o Kirguistán, la apodada como “Revolución Blanca”, que fracasó. Y en 2011 hubo otra operación también fallida. Paralelamente a esas operaciones se produjeron diversos episodios de tensión con la UE debido a la aplicación de sanciones económicas por parte de ésta.

En los últimos tiempos hubo algunos roces entre Lukashenko y Putin, lo que llevó al primero a buscar otros proveedores de petróleo y una diversificación de sus relaciones comerciales para no ser tan dependiente de Rusia. Esto hizo que el Secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, visitara Minsk el pasado mes de febrero ofreciéndole al presidente Lukashenko, al que dejaron de llamar “dictador” durante un tiempo, todo el petróleo que necesitara en condiciones muy favorables. La atrayente propuesta norteamericana finalmente no fue aceptada por el presidente bielorruso, pero los EEUU nombraron a una embajadora en Minsk, puesto que había permanecido vacante durante 12 años.

Desde hace ya un tiempo la USAID y la NED (conocidas como brazos no armados de la CIA) dedican importantes cantidades de recursos a financiar proyectos en ese país, gran parte de las informaciones que estamos recibiendo en las últimas semanas sobre lo que allí acontece hacen referencia a “Radio Europa Libre”, emisora financiada por EEUU creada en 1950 – en plena Guerra Fría – y que emite para los países de Europa del Este, Asia Central y Oriente Medio.

Podría añadir todavía más datos pero pienso que con estos, cada persona puede hacer su composición de lugar sacando conclusiones propias y huyendo de ese discurso tan infantilizante de que lo que está en juego son “la democracia y las libertades”.

Mi conclusión es que estamos delante de una nueva operación para cambiar forzosamente el gobierno en un Estado que en este momento tiene una gran importancia geopolítica, un cambio de gobierno que ya se intentó en otros momentos pero sin éxito. De pasar Bielorrusia a tener un gobierno pro-occidental, Rusia perdería su último aliado y cualquier capacidad de control del transporte del gas y petróleo que vende a la UE una vez sale de sus fronteras. Y el proyecto chino de la Franja y la Ruta de la Seda en su vía terrestre podría verse afectado en el último Estado por el que pasa antes de entrar en la Unión Europea.

Quedémonos con un nombre: “Revolución de las Pantuflas”.

Por Duarte Correa Piñeiro para “Terra e Tempo”

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