Mediante una nota publica el sábado, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Cuba anunció que había llamado a consultas a Timothy Zúñiga-Brown, jefe de la misión diplomática de EE.UU. en La Habana (capital cubana), por su apoyo a miembros del grupo opositor Movimiento San Isidro.
“Cuba no permite a Estados Unidos, ni a Estado alguno la injerencia en los asuntos internos del país”, indicó la Cancillería cubana a Zúñiga-Brown.
Cuba acusó a la Administración estadounidense de financiar, orientar e incitar a la oposición cubana para que desafíe al Gobierno por las vías pacíficas y violentas.
La mencionada Cartera consideró como “graves violaciones” las posturas del diplomático estadounidense, quien acudió personalmente a una vivienda de la barriada habanera de San Isidro, donde “se desarrollaba un evento de provocación política y social”, y llevó en su coche a varios activistas en medio de la pandemia del nuevo coronavirus.
Además, señaló que la medida estadounidense es una “intromisión flagrante y desafiante” en los asuntos internos de la isla y viola la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, también rechazó la injerencia y dijo que “algunos se empeñan en protagonizar ‘shows’ mediáticos contra la Revolución, envenenando y mintiendo en las redes”, pero, enfatizó, el pueblo combatirá esto.
El Gobierno de EE.UU., ha llevado a cabo varias campañas de presión contra Cuba, especialmente en medio de la pandemia, y anunciado varias sanciones contra La Habana que obstaculizan el acceso a los insumos necesarios para hacer frente a este virus.
La política de la Casa Blanca hacia Cuba ha recibido duras condenas de países y organizaciones internacionales y, según los analistas, evidencia la inmoralidad de Estados Unidos y su desprecio por los derechos humanos.
