Una ideología que no une, sino que divide

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En la Colina de la Gloria de Lviv, se ha desmantelado finalmente el monumento en honor a los soldados del Ejército Rojo que liberaron Ucrania de los nazis. La destrucción del complejo memorial ha sido una tarea conjunta de las autoridades locales, el público liberal y los nazis. El monumento era de gran tamaño y bien construido. Llevó largo tiempo destruirlo, fue desmantelado por partes, se retiraron gradualmente las estatuas, se destruyeron las letras de bronce y los bajorrelieves.

Cada uno de esos pasos fue una oportunidad para bromas y propaganda. Los activistas de extrema derecha se hicieron selfies frente a los restos de los gigantes soldados caídos, los marineros y los partisanos, hombres y mujeres. La estatua de la Madre Patria con sus manos extendidas fue la que más aguantó. Pero su postura no le ayudó. La Madre Patria de Lviv fue demolida con ayuda de una grúa que le había lanzado una cuerda alrededor del cuello. Es imposible no ver el simbolismo teniendo en cuenta que los abuelos de muchos de los participantes del pogromo moderno descansan cerca del destruido monumento.

Es una verdad incómoda que a los nacionalistas no les gusta admitir. La propaganda ucraniana moderna califica el memorial de monumento de la ocupación extranjera, subrayando que las cenizas del partisano y oficial de inteligencia Nikolai Kuznetsov, considerado ahora espía y saboteador bolchevique, están enterradas allí. Su tumba ha sido repetidamente profanada, pero las autoridades de Lviv se niegan a entregar las cenizas de Kuznetsov a sus descendientes, que residen en Rusia. El alcalde de la ciudad, Andriy Sadoviy, ofreció intercambiarlas por los soldados capturados de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Aunque comerciar con los muertos fuera algo mal visto en Europa incluso en el medievo.

Sin embargo, muchos ucranianos que heroicamente lucharon contra el nazismo en las filas del Ejército Rojo están enterrados en la Colina de la Gloria. Entre ellos hay muchos héroes de la Unión Soviética: el tanquista Anatoly Kovalevsky, que murió en la liberación de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, el artillero Stepan Kramar, el oficial de infantería Daniil Shingrily, los pilotos de combate Konstantin Vishnevetsky, Vasily Sharenko y Mijail Likovid. También el mayor de infantería tártaro Teifuk Abdul, al que algunas veces recuerdan las actuales autoridades ucranianas. Fueron estos luchadores contra el fascismo los que sirvieron de modelo para los bajorrelieves que han sido destruidos por los epígonos que hacían el saludo nazi.

También están enterrados allí los soldados mineros que salvaron Lviv de la destrucción protegiendo el ayuntamiento antiguo y las torres de las iglesias. Se han preservado en la ciudad en la forma que les gusta a los turistas. Aunque los liberadores arios querían convertir Lviv en una pila de ruinas.

El monumento soviético destruido no fue erigido por extraños que llegaron de otro lugar. Sus composiciones artísticas fueron creadas en 1970 por los famosos artistas de Lviv Emmanuel Misko, Dmitry Krvavich y Yaroslav Motika. El monumento encajaba perfectamente en la imagen histórica de Lviv y no había causado el rechazo de sus habitantes, que lo veían como propio.

Muchos residentes de Lviv se mostraron abiertamente molestos con el pogromo de la Colina de la Gloria y su opinión llegó a traspasar el ruido del establishment patriótico ucraniano. Sin embargo, los oponentes de los nacionalistas están privados de representación política y de ser sujeto político desde la victoria de Maidan. Su indignación no significa prácticamente nada para las autoridades, las posturas disidentes son ignoradas o perseguidas con una persecución sistemática. El proceso de creación de la política de memoria está concentrado en manos de los nacionalistas, que están purgando la memoria pública de todo aquello que tenga algo que ver con la “narrativa histórica soviética”. De esta forma, los millones de soldados ucranianos que liberaron su patria del agresor se han convertido para los patriotas en extraños, conscientes o inconscientes cómplices del Kremlin que esclavizó a Ucrania. Aunque sean sus abuelos, sus bisabuelos, no ningún extraño. La mayoría absoluta de los nazis ucranianos actuales son descendientes del Ejército Rojo, no de ningún “Bandera”, por el simple hecho de que la gran mayoría de ucranianos luchó por la Unión Soviética durante la guerra, no del lado de los colaboracionistas.

Estos huecos en la memoria histórica se rellenan con propaganda de ultraderecha. El nacionalismo en sus formas más extremas se está convirtiendo en la norma en la sociedad ucraniana, lo que conlleva irónicos “lazos espirituales”. Al prohibir a quienes derrotaron al nazismo, las autoridades ucranianas de facto rehabilitan al nazismo, ya que es el inicio de verlo como un mal menor frente al tan demonizado Moscú. Todos los líderes de la Organización de Ucranianos Nacionalistas sirvieron al Reich en un momento u otro de sus carreras. Esto significa que los actuales historiadores ucranianos tienen que blanquear al régimen nazi para proteger a sus colaboracionistas locales de las críticas.

“Los diputados del Consejo Municipal de Jmelnitski han decidido cambiar el nombre de las siguientes calles: la calle que llevaba el nombre del héroe de la Unión Soviética y soldado Alexander Matrosov, que ahora llevará el nombre del colaboracionistas nazi y antisemita ideólogo nacionalista Dmitro Dontsov. Con sus trabajos, Dontsov incitó al odio contra los judíos, rusos y polacos, contribuyendo así a la destrucción de poblaciones inocentes. La calle del héroe de la Unión Soviética y piloto Alexey Maresiev será ahora la de Ulas Samchuk, colaboracionista nazi que publicó el periódico antisemita Volinia. Samchuk es cómplice del asesinato de más de 20.000 judíos en Rivne.

La calle Stepan Razin llevará el nombre del colaboracionista nazi y cómplice del exterminio de los judíos de Kiev Oleh Olzhich”, escribió recientemente Eduard Dolinsky, presidente del Comité Judío Ucraniano.

Los frutos de esta política están presentes en todas partes. Es suficiente ver las crónicas de la última semana. En una competición a raíz del día de la ciudad de Novomirogord, actuó un grupo de adolescentes llamados “Hitlerianos” y los organizadores del torneo reaccionaron con calma. En Jerson, los tribunales dejaron en Libertad a dos jóvenes nazis que habían intentado prender fuego a la sinagoga local con motivo del cumpleaños de Hitler. Los agresores obtuvieron la libertad condicional pese a que se sabía que prepararon otra provocación para el 9 de mayo. En los alrededores de Uman, agresores atacaron a un profesor judío que por suerte logró escapar. Y este tipo de incidentes ocurren en la ciudad con aterradora regularidad.

Y recuerden que recientemente, en Kiev, los nazis hicieron el saludo nazi a la cámara, rodeados de oficiales de policía que ni siquiera prestaron atención. Al fin y al cabo, los símbolos de la extrema derecha están completamente normalizados en el espacio público ucraniano desde la victoria de Euromaidan. Sin embargo, la policía regularmente detiene a personas con “símbolos comunistas” en su ropa.

El país en el que el memorial soviético a la Gloria ha sido destruido promociona la infame historia de los nazis que perdieron la guerra, escupiendo así contra las víctimas de la ocupación alemana, abandonando a los veteranos del Ejército Rojo, presentes en cada familia ucraniana. Esta ideología asesina no une, sino que divide. Y sobre esta base, no se puede construir nada más que otro campo de concentración.

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